miércoles, 22 de abril de 2015

FRANCISCO MARHUENDA Y EDUARDO INDA


Por Pedro Taracena 

Periodista bloguero





Los medios de comunicación españoles estrenaron la libertad de prensa y el derecho a la información: libre, actual y veraz, con los primeros balbuceos de la democracia al comienzo de la Transición. Sin duda cumplieron con su cometido, de otro modo la democracia no se hubiera consumado con la promulgación de la Constitución de 1978.



Después de cuatro décadas los ciudadanos hemos aprendido bastante lo que es la  democracia y los derechos a la libre expresión e información. Sabemos distinguir la prensa dependiente de la prensa secuestrada por intereses privados o por el poder político. Los  medios constituyen un foco de poder en sí mismo, de manipulación y de opacidad, con ausencia de la más leve autocrítica y sí apiñados en torno a un corporativismo granítico. Los medios de comunicación constituyen el Cuarto Poder y aspiran a conocer y mediatizar la agenda diaria del Gobierno.
A la hora de analizar el contenido de los medios audiovisuales: Prensa, Radio, Televisión y las Redes Sociales, estas últimas, auténtica alternativa al caduco periodismo tradicional, es preciso analizar los distintos espacios periodísticos. De entrada a modo de carta de presentación tenemos la línea editorial, expresión de la cabeza visible, el Director. Todo medio de comunicación que se preste debe ostentar a modo de subtitulo su vocación de independencia. Aunque nunca se sabe de qué o de quienes el medio en cuestión ejerce su independencia…





Escudriñando los diversos espacios se encuentra el periodismo de información, en los ámbitos de la vida social, política, económica y deportiva. El ciudadano tiene innumerables canales para contrastar la verdad de las crónicas que se le cuenta y sobre todo para corregir con su depurado criterio los sesgos tendenciosos. Acompañando la narrativa más o menos objetiva se encuentra otro género periodístico. Se trata del trabajo de los periodistas que escriben los artículos de fondo, sus propias columnas o ensayos de investigación. El autor firma su trabajo aunque  libre del rigor de la notica, el texto puede constituir un punto de vista subjetivo del evento a analizar. La crítica sujeta a la verdad será el lector quien tenga la última palabra.
Otra de las funciones que desempeñan los periodistas al servicio de la información,  son las entrevistas a personajes relevantes de la vida pública. Siempre se busca la neutralidad más exquisita y el periodista más independiente, sin renunciar a que sea el más crítico y mordaz, sin faltar a la verdad. Sobre todo si el entrevistado se trata de un político en campaña electoral. No obstante, la sociedad española hace ya mucho tiempo que ha llegado a su mayoría de edad. Aunque los políticos sigan ejerciendo con disimulo cierta tutela con tintes de manipulación.




Sin lugar a dudas las tertulias radiadas o televisadas son el escaparate multimedia donde se comenta la prensa escrita y a su vez se convoca a periodistas, profesionales, personajes de muy diversa índole y por supuesto a políticos en activo o ya retirados de la vida pública. El éxito y la credibilidad de las materias tratadas en una tertulia dependerán de la ideología del medio y del conductor del programa. Es muy difícil encontrar tertulianos que se presenten como verdaderos profesionales conocedores del tema del que se trata y sobre todo que guarden tanto en el fondo como en las formas: educación, respeto, empatía y asertividad. El moderador a veces complica más la dinámica de conjugar el intercambio de opiniones, sin poder evitar convertir el plató en un auténtico gallinero.
En referencia a los contenidos de las tertulias es obvio que salvo los profesionales como: antropólogos, sociólogos, profesores, economistas, actores, poetas y cineastas, los declarados como periodistas vienen a las tertulias con la lección aprendida. Unos obedecen a los medios que les pagan para que no quebranten su línea editorial. Y otros llevan a la tertulia su propios valores y su pensamiento político y no tiene ningún pudor ni reparo en declarar juicios de valor sobre todo político, cuando al público en general no le interesa su opinión. Es curioso que sean pocos los tertulianos que sorprendan con una opinión que no se espere de ellos antes de que abran la boca.





En general si nos atenemos a los principios fundamentales del periodismo: objetividad, veracidad, crítica y autocrática; evitando el corporativismo, podemos afirmar que abundan más los impostores del periodismo que periodistas al servicio de la verdad. No obstante, hay francotiradores que sí están poniendo en jaque al poder político y nervioso al poder económico. Es verdad que los medios no todos son iguales hay un espectro ideológico  que tiene su reflejo en la representación parlamentaria. Pero hasta que no surgió el 15-M y su manifestación práctica en la política, nadie representaba en las tertulias al pueblo. La Casta constituida en torno a los pactos de la Transición ha ignorado la voz de la calle en todas las tertulias. Y ahora se ve el nerviosismo lógico de la verdadera pluralidad.





Los personajes que encabezan este artículo representan dos estilos de hacer impostura de periodismo. FRANCISCO MARHUENDA, es la versión suave y educada del lacayo servil del poder. Más aún, su defensa del franquismo conservador supera la defensa que pudiera hacer el fanático más recalcitrante. Él y el periódico La Razón son un binomio que será tratado en las escuelas de periodismo como un esperpento mediático, al servicio incondicional del poder económico liberal. En el caso de este profesor de universidad ilustrado, su puesta en escena es en algunos casos hasta divertida.




El otro personaje EDUARDO INDA con todos los ex del periodismo español, constituye una nota demasiado discordante en las tertulias. Es grosero, mal educado, descortés, déspota, poco informado, muy tendencioso y goza en muchos momentos con la benevolencia del moderador de turno.  Su aptitud y actitud le hacen acreedor del antídoto del periodismo. La objetividad, la corrección, la empatía y la asertividad no están en su código ético. Este personaje lejos de hacer gracia como su contrincante en las tertulias, es patético y pertenece al esperpento nacional más evidente. Él insulta a los otros tertulianos pero es un insulto mantenerle compartiendo un espacio con profesionales que no tienen necesidad de soportar sus impertinencias y mucho menos los telespectadores.


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