jueves, 24 de septiembre de 2015

SOBRE LA CONTINUIDAD DE "ENCE" EN LA RÍA DE PONTEVEDRA Y MARÍN



Por Isidoro Gracia


Foto: Pedro Taracena

Los partidarios del cierre y desmantelamiento deberían explicar una posición que no es posible sostener ni desde el punto de vista económico, ni desde el medioambiental.
Al final de la década de los 80 del pasado siglo tuve que visitar Suecia en un viaje oficial para estudiar decisiones tecnológicas suecas, que podrían ser aplicables aquí en el sur de Europa, hicimos parada en una pequeña villa en cuya proximidad (cerca, pero que muy cerca, de viviendas) existía una factoría de pasta de celulosa y papel, ni las aguas del rio cercano mostraban señal alguna de contaminación, ni en la atmósfera se percibía gran olor desagradable, sí un ligero aroma absolutamente admisible. Como ya entonces había debate sobre la permanencia y efectos de la factoría de Lourizán, me interesé en el tema, para descubrir que utilizaban una tecnología que unos lustros después se comenzó a aplicar en Lourizán.
Yendo al fondo, en cifras redondas, los 350 trabajadores propios y los 150 auxiliares que trabajan habitualmente en la planta inducen, al ser una industria de primera transformación, aproximadamente otros 10 por cada puesto directo en el entorno próximo (Galicia), sin entrar en los millones de € de actividades diversas generados (selvicultura, energía, transporte terrestre, actividad portuaria, etc) la pregunta a responder es: ¿Qué decisión, por benéfica que sea su primera apariencia, justifica hoy un claro riesgo para la estabilidad de 5.000 puestos de trabajo?
Parece más razonable trabajar en favorecer una segunda transformación, fabricar papel de calidad (igual que hacia la planta sueca), e incrementar así valor añadido y empleo en el entorno inmediato a la planta. Además se evitarían, o al menos mejorarían, procesos de tratamiento de residuos y energéticos.
Para hacerse una idea de la importancia de la sugerencia, baste saber que de las 9 o 10 fases de un proceso estándar de obtención de celulosa desde la madera, al menos  4 de ellas tienen como objetivo asegurar que el proceso productivo se desarrolle en armonía con el medio ambiente, el simple hecho de evitar o facilitar algunas de ellas (p/e el desecado, el transporte y el rehidratado de la pasta) además de una atractiva  reducción de costes, favorece y reduce las necesidades de tratamiento de efluentes y de recuperación de energía.
La última frase del párrafo anterior nos da píe para afrontar el tema medioambiental. La normativa europea sobre emisiones atmosféricas, establece tres niveles de protección: Valor límite horario para la protección a la salud humana (1 hora), Valor límite diario para la protección a la salud humana (1 día) y Valor límite para la protección de los ecosistema (1 año) y evolucionan en incremento paulatino de las exigencias, sin otra tolerancia que los periodos de aplicación. En el caso de los efluentes líquidos la administración competente es la Comunidad Autónoma, en un marco más general europeo y estatal, por lo que el nivel de exigencia sobre los vertidos depende de los propios gallegos. En todo caso hoy ya hablamos siempre de mg/m3 o partes por millón, temperatura, pH, color, etc, es decir de parámetros exigentes.
Aceptando que en años anteriores los vertidos y emisiones impactaron en el entorno de Lourizán, y que esos impactos aún no han sido corregidos en su totalidad, estudiemos las alternativas:
1ª.-  No se prorroga la concesión y se hace necesario los procesos de desmantelamiento de las instalaciones, descontaminación y recuperación de terrenos y fondos marinos. Costosos y con un responsable teórico nada interesado en aportar nada, o lo mínimo posible.
2ª.- Se prorroga la concesión y se liga a un programa de recuperación medioambiental referenciado a la facturación y/o a la cuenta de resultados de la planta.
Pregunta del millón: ¿Cuál le parece a usted la decisión que mejor le irá al medio ambiente?

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