Consejos para un candidato a presidente y
a sus posibles aliados
Por Isidoro Gracia
Exdiputado
Se lee poco, los políticos no son una excepción por ello se pierden lo que muchos libros, y otros soportes de comunicación, enseñan de experiencias históricas, que hoy serían muy valiosas.
Exdiputado
Se lee poco, los políticos no son una excepción por ello se pierden lo que muchos libros, y otros soportes de comunicación, enseñan de experiencias históricas, que hoy serían muy valiosas.
En una conversación entre amigos, todos
nosotros interesados en la política, el más joven llamó la atención sobre que
muchos de nuestros argumentos estaban basados en principios e ideas que se
sustentaban en escritos, experiencias e historias que no son las que hoy
generan opinión, en especial entre los votantes más jóvenes. Él afirmaba que
una gran parte de esos posibles votantes validan como propias las ideas que se
les venden, ya elaboradas y sin filtrar, sobre todo, desde dos soportes
la televisión y las redes de internet, sostenía que incluso la prensa escrita
exige un esfuerzo intelectual que muchas personas no están en condiciones de
afrontar, bien porque no quieren, bien porque simplemente no pueden.
Como se supone que los que quieren ejercer
como dirigentes deben beber de fuentes más variadas y complejas para tomar sus
decisiones, paso a analizar la actual situación desde la perspectiva de que
ellos tienen obligación de esforzarse en entender y digerir lo escrito
por gente sabía, para elaborar sus propias ideas.
Para los que defienden una gran coalición,
sobre todo el actual presidente en funciones, sería útil conocer lo que
Maquiavelo recoge en su libro “El Príncipe” entre las causas por las que los
príncipes pierden sus estados, y, evidentemente, sus aliados sufren graves
consecuencias. El capítulo XIX dice: El príncipe debe evitar ser despreciado y
aborrecido y contiene la siguiente frase literal “se hace odioso por
ser rapaz y usurpar las propiedades de sus gobernados”, es bastante
probable que la abundancia de los casos de corrupción en el partido del
presidente y los muchos desahucios, copagos, subidas injustificadas de
impuestos, etc. podrían pasar rápidamente factura al conjunto de la coalición.
Continúa el mismo capítulo: “Un príncipe cae en el menosprecio cuando
pasa por variable, ligero, pusilánime e irresoluto” (prometo que yo no
he añadido nada), prefiero que cada lector haga su valoración sobre a quién
aplicar los calificativos, que contribuirían al menosprecio de los ciudadanos.
Es claro que mi consejo de lectura se
dirige sobre todo a los posibles socios o aliados.
Respecto a la alternativa, que algunos
califican de izquierdas (yo no coincido con esa definición) las referencias las
he encontrado unos cientos de años después. Mao alecciona a los posibles
dirigentes en el apartado XVII del Libro rojo: “Debemos ser modestos y
prudentes, prevenirnos contra el engreimiento y la precipitación”; más
adelante en el apartado XXVII continúa:”Es difícil para cualquier partido o
persona evitar los errores… Si cometemos un error, debemos corregirlo y cuando
más rápidamente y a fondo, mejor”. Creo que las dos frases serían muy,
pero que muy, útiles a algunos de los recién llegados al Parlamento. También
dejo al lector el sujeto o sujetos a quienes mejor se aplica el ejemplo.
Lo de la posibilidad de errar y la
necesidad de corrección urgente y a fondo del error, es de aplicación a todos
los actores del proceso político en que nos encontramos, por lo que su
consciente conocimiento y asimilación es un consejo general.
Sin embargo el consejo específico para los
candidatos a “príncipe”, es decir a candidato a Presidente, lo
encontramos en un soporte más próximo a los jóvenes un comic de René Goscinny
(guionista de Asterix el galo) titulado “Las aventuras del califa Harún El
Pussah” en el que el bonachón y un poco despistado califa sufre el
permanente acoso de su visir Iznogud que “quiere ser califa en lugar del
califa” usando toda clase de tretas, tácticas, estrategias y alianzas. El
consejo es meridiano, para ser presidente y ejercer como tal debe de
evitar, a toda costa, los ofrecimientos de cualquiera que muestre indicios de
sufrir el síndrome de Iznogud. Y desde luego tiene prohibido, por razones muy
contundentes, nombrarle visir.
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