Foto: Alejandro Taracena Cobo
Por Isidoro Gracia
Exdiputado
La izquierda pierde terreno, la cultura del consumo y el individualismo extremo avanzan, en su misma esencia tiene la solución, hasta dos piedras filosofales: el combate a la desigualdad y el internacionalismo.
Para los alquimistas la piedra filosofal era una sustancia ideal mediante la cual todos los metales comunes podían transformarse en oro y plata, esa sustancia imaginaria también podía curar toda clase de males. Los discursos y propuestas de la izquierda, incluso los más moderados socialdemócratas, tropiezan con el innato egoísmo de los que creen que pueden perder algo a manos de otros menos afortunados (parados, inmigrantes, pobres) y con la aparentemente imparable globalización, pilotada por multinacionales y grandes especuladores.
Para buscar la fórmula ni siquiera hace falta circunscribirse a un socialismo científico que, defendiendo la intervención del estado en la dirección de la política económica, la considera compatible la propiedad y administración privada de los medios de producción, puede ser referencia lo mantenido por un liberal como Tockeville: "Nos hemos creído que somos libres porque las leyes nos dicen que lo somos” “…es muy peligroso creer que ese es el único requisito o condición”.
A base de electrodomésticos, modas, entretenimiento y espectáculos, muchos individuos (multitud) han vendido el contrato social, en virtud del cual se admite la existencia de una autoridad, unas normas morales y unas leyes a cumplir, a cambio de protección y bienestar garantizados por el Estado. Y se creen libres porque pueden consumir según sus deseos y capacidad económica, pero su nuevo dios menor, el mercado, y sus sumos sacerdotes, los grandes especuladores, les han ocultado que hay muchas cosas que se pueden comprar, pero unas pocas e importantes no tienen precio, como la educación, la sanidad y la protección social, y solo se garantizan para todos desde un Estado o instituciones supraestatales fuertes.
En un mundo en el que, según la estadística de Credit Suisse, desde 2015 el 1% más rico tiene tanto patrimonio como todo el resto del mundo junto, es en esos pocos, pero importantes temas donde el discurso y propuestas de la izquierda tienen su primera piedra filosofal: LA LUCHA CONTRA TAN TREMENDA DESIGUALDAD. Aunque a duras penas, la izquierda ha dejado un legado en las mentalidades europeas: el de las instituciones del Estado de Bienestar, en aquellas sociedades donde todavía se conservan. Dichas instituciones son el gran objetivo que intentan destruir las fuerzas de las nuevas derechas. Para la nueva izquierda el mantenerlas es el punto de partida, forma parte de la esencia de su identidad y de sus dos primeros e irrenunciables valores: LIBERTAD E IGUALDAD.
Desde su nacimiento la izquierda ha defendido que existían sustancialmente dos clases sociales: la clase de los que viven de su trabajo y la de los viven del trabajo de los demás, en el mundo de la globalización esto no ha cambiado. Lo que al principio se identificaba como explotada clase obrera, a la vista de la pirámide de distribución de la riqueza descrita por Credit Suisse, hoy puede definirse como explotadas clases baja y media, es muy evidente que su ubicación geográfica es una seña de identidad de menor importancia.
Que la neoderecha recurra a resucitar la vieja fórmula de los nacionalismos, no deja de ser una estrategia de los acaparadores locales que pertenecen al mencionado 1%, frente a sus competidores externos del capitalismo globalizado y simultáneamente un intento de fraccionar la masa de los explotados conscientes de serlo por aquello del divide y vencerás. La segunda piedra filosofal con la que la izquierda puede afrontar esa estrategia figuró siempre en su arsenal identitario: EL INTERNACIONALISMO. El que algunas fuerzas políticas se definan como nacionalistas de izquierdas, es una contradicción en sus propios términos, ambos vocablos son tan incongruentes entre sí como subir el SMI desde 900 a 850 €.
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