Foto:
Pedro Taracena Gil
A
ti MADRID:
Que
te debemos tanto, que nos has hecho soñar despiertos con las infinitas noches
de Gran Vía, que nos cortaste el aliento con los atardeceres desde el Templo de
Debod.
Sí
a ti, que nos mostraste lo divertida que puede ser la vida cuando te dejas
sorprender por un garito de Malasaña, por unas cañas improvisadas en la mejor
compañía y que nos permitiste acariciar tu pasado desde cualquier adoquín de la
Plaza Mayor.
Tú,
antigua Mayrit, que con tus decenas de museos nos haces soñar despiertos, que
con tus secretos nos atrapas y que con esas azoteas bañadas en cielos
imposibles nos haces sentir afortunados.
A
ti Madrid, por esas tardes de terrazas que terminan por convertirse en noches y
que nos arrastras a tus brazos como lo hace la marabunta un domingo de Rastro.
Sí,
escucharme, Madrid.
Tú,
que siempre nos has hecho reír y bailar en tus verbenas, que fuiste testigo de
nuestros enamoramientos efímeros en el vagón del metro y que llevas siglos
siendo especialista en recibir.
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