Los hombres oficialmente heterosexuales, es decir
todos los hombres que en el mundo han sido, reivindicamos que al igual que se
celebra el día mundial del orgullo gay, deberíamos marcar una fecha en la cual
exultemos de gozo y júbilo de ser heterosexuales de toda la vida…
¿Envidia? ¿Rivalidad? ¿Reivindicación? Simplemente
una manera de ocultar la intolerancia y la dificultad para aceptar la igualdad.
Los hombres y las mujeres que han vivido y viven su opción sexual en el armario, son iguales a los que hemos
vivido en el entorno de su encierro.
¿Por qué su opción sexual han estado y aún está
oculta e invisible al resto de los hombres heterosexuales? La respuesta es obvia
y ha protagonizado la histórica de la
humanidad. Los hombres hemos montado un patriarcado ancestral donde las mujeres
cumplían la única función de perpetuar
la especie. Parir y cuidar de la prole, mientras los hombres podían utilizar a
las mujeres como propiedad y fijarse en otro hombre mermaba sus atributos
varoniles. Han tenido que pasar muchos siglos hasta que la humanidad haya
asumido los valores de la tolerancia como consecuencia del reconocimiento de la
igualdad. Las mujeres al igual que los hombres éramos desde siempre iguales,
libres y por tanto dignos de respeto y de tolerancia.
Situados en el siglo XXI las conductas de violencia
de género dejan al descubierto que nosotros, los hombres heterosexuales, nos
hemos aprovechado de esta cultura perversa que ya en nuestros días viene tipificanda
como machista y delictiva.
Volvamos al planteamiento desidioso de marcar un
día para imitar, más aún, epatar al orgullo gay. Tal pretensión supone un despropósito.
Podría entenderse como un premio de agradecimiento a los heterosexuales, por
haber concedido el derecho a ser iguales a los homosexuales, cuando los
causantes históricos de la desigualdad, hemos sido los primeros. Sería una oda
al disparate.
La fiesta del orgullo gay se extenderá mientras en
el mundo haya una mujer o un hombre perseguidos por su opción sexual. Hasta que
verdaderamente sean iguales. El matrimonio igualatorio es la señal inequívoca
de que vamos por el buen camino. La fiesta en honor de la normalización gay,
dejará de tener sentido cuando se iguale a la normalización heterosexual. Lo
demás es hipocresía y machismo.
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