La sensualidad patrimonio natural
del ser humano
Antonio Giovannini
Fedra Doncel
Hipólito del Infantado
Hugo Roig Montesdeoca
Pedro Taracena
Foto: Alon Albergu
Sin acudir a principios
científicos, por mera observación, los seres humanos recibimos sensaciones de
todo aquello que nos rodea a través de los cinco sentidos: la vista, el oído,
la lengua y labios, el olfato, los dedos y manos, son ventanas abiertas en
nuestro cuerpo para percibir ciertas variaciones sensoriales, que si son
positivas nos causan deleite, y si arrastran cargas negativas nos hacen daño.
El cuerpo en general puede ser receptor y emisor de una gran carga sensual. Una
suave brisa sobre el rostro, la contemplación en una puesta de sol paseando por
la playa con los pies descalzos, las caricias de la persona amada, un apretón
de manos entre amigos, o una sesión de masaje escuchando simplemente el
silencio. Las sensaciones conscientes propiciadas por estímulos propios o
ajenos, configuran nuestra sensualidad. Los animales también reaccionan ante
cualquier estímulo de acuerdo con claras o veladas muestras de agrado, desagrado o indiferencia. Es
evidente que no es preciso ser versado en ciencia, para saber que la
sensualidad toma parte del reino animal y es suficiente la simple observación
para comprobarlo.
El primitivo instinto de procreación
y conservación ha jugado un papel evidente en la evolución de las especies.
Además de los cinco sentidos captores de la sensualidad, la naturaleza les ha
dotado de la atracción sexual. El macho busca a la hembra arrastrados en época
de celo para la copula y de este modo garantizar la supervivencia de su especie.
Sin embrago la sexualidad en el ser humano, aunque tenga el mismo fin, es mucho
más compleja y se pueden apreciar muchos matices. La mujer y el hombre no están
a expensas del periodo de celo como el resto de las especies. El libre albedrío
decide cuándo y con qué fin se produce el ayuntamiento sexual. La naturaleza
que ha dotado de sexualidad a mujeres y hombres, no está al servicio exclusivo
de la procreación. Más aún, la sexualidad enriquece sobremanera la sensualidad
que proporcionan los cinco sentidos, de los cuales estamos dotados. Sin
profundizar en la antropología del ser humano, se puede constatar que aunque el
aparato genital reproductor de ambos sexos, encuentre su último fin en la
procreación, de ninguna forma es exclusivo y excluyente de otras
manifestaciones sensuales y sexuales. Esta evidencia promocionada por la
naturaleza, no siempre ha sido interpretada por el hombre de este modo.
El ensayo completo en PDF: ROMPER CON EL PARADIGMA
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