El reto insoslayable de la civilización
Por Isidoro Gracia
Exdiputado
El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático avanza en certidumbres incompletas, pero pone de manifiesto que el uso de la actual tecnología es, a la vez, núcleo del problema y la solución.
Para aproximarse por el ciudadano medio al debate sobre el “Cambio Climático”, con un mínimo de racionalidad, es necesario tener alguna idea clara en algunas cuestiones cuya veracidad o pertinencia están acreditadas.
Dos hechos parecen estar acreditados: el aumento paulatino de la temperatura de la atmósfera del planeta y el aumento acelerado en esa atmósfera del contenido del carbono, tanto como dióxido de carbono (CO2) como en forma de metano (CH4), así como del oxido nitroso; también parece acreditada la existencia de alguna relación entre los dos hechos. A pesar de los esfuerzos del Panel de Expertos por cuantificar el papel de los océanos, o de la variación de la radiación solar, está según su lenguaje: en un nivel de confianza bajo, incluso el atemperamiento producido por las erupciones volcánicas se sitúa en el corto plazo, después de las erupciones, está menos acreditado que la actividad humana sea la causa única, o principal, del aumento de la temperatura; Toda la actividad humana impacta en una pequeña fracción de un ciclo en el que está implicado menos del 5% del carbono total existente en el planeta, lo que hace situarlo: en un nivel de confianza medio.
A pesar de las posibles dudas, las respuestas para evitar la contribución de los humanos, a lo que el último informe del Panel califica de “radiamento positivo global”, van en una dirección que la lógica reclamaría al margen de que existiera, o no, lo que los ciudadanos de a pie llamamos simplemente “calentamiento global”.
Es pertinente y clara la necesidad de programas de ahorro energético, aun cuando no existieran indicios del cambio climático, es una decisión de mera supervivencia para las generaciones futuras.
También está acreditado que sin el uso de tecnologías duras e intensivas en energía, abonos y pesticidas, la capacidad de sostener el actual volumen de población sobre el territorio habitable, en condiciones de bienestar, se reduciría drásticamente. A la vista de la evolución de los problemas, también ya es evidente que el uso de este tipo de tecnología es imprescindible para garantizar agua potable. Pero el sentido común indica que los límites para el uso de esas tecnologías hace tiempo que fueron sobrepasados, en amplias zonas del planeta.
El caso de Europa
Uno de esos clubes de científicos, creados para proyectar el futuro, realizó un informe sobre la población europea, que los recursos naturales del territorio podrían mantener, en condiciones de desarrollo sostenible y bienestar, con el mejor uso de las tecnologías blandas que se dominaban en el último tramo del siglo XX; la conclusión fue que la población superviviente sería mucho menos de la mitad de la entonces existente. Hay estudios que establecen el límite en la cuarta parte.
Así pues, parece acreditado que en Europa no podemos prescindir del uso de las tecnologías duras e intensivas, en consecuencia, me guste poco o mucho, soy ferviente partidario de su uso, al menos que quien defienda algunas posiciones, mal denominadas ecologistas (el hombre como especie forma parte de la ecología), me convenza de la bondad del método que habría que utilizar para seleccionar los más de 250 millones de personas que sobran en la Unión Europea.
Consecuencia de la escasez de recursos sobre territorio europeo, es que las decisiones, normalmente impulsadas desde la UE para evitar situaciones irreversibles, sean siempre limitativas. Pero o se consigue que USA, China y otros grandes consumidores de recursos acepten la filosofía de conservación y reversibilidad, o las previsiones cuasi apocalípticas del informe: incremento de temperatura, perdida de las masas de hielo, subida catastrófica del nivel del mar, desestabilización del clima, etc., serán, tal y como se indica, inexorables e irreversibles.
A modo de conclusión
No servirá de mucho, cara a la supervivencia de la civilización, tal y como hoy la entendemos, que Europa, USA y otras zonas desarrolladas exportemos a África, o a otras zonas geográficas poco desarrolladas, lo que nos molesta y sobra: las tecnologías menos eficientes y los residuos que ellas generan. Al contrario, haríamos bien en pensar en compartir las tecnologías, que han demostrado que pueden revertir algunos de los efectos más dañinos y de las que disponemos en el mundo, quizá mal llamado, desarrollado.
Fotografías: Río Tinto
Fotógrafo: Francisco Naranjo
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