Los medios de comunicación españoles estrenaron la libertad de prensa y el derecho a la información: libre, actual y veraz, con los primeros balbuceos
de la democracia al comienzo de la Transición. Sin duda cumplieron con su cometido, de otro modo la democracia no
se hubiera consumado con la promulgación de la Constitución de 1978.
Después de cuatro décadas los ciudadanos
hemos aprendido bastante lo que es la democracia y los derechos a la libre expresión e información. Sabemos distinguir la prensa dependiente de la prensa secuestrada
por intereses privados o por el poder político. Los medios constituyen un
foco de poder en sí mismo, de
manipulación y de opacidad,
con ausencia de la más leve autocrítica y sí apiñados en torno a
un corporativismo granítico. Los medios
de comunicación constituyen el
Cuarto Poder y aspiran a conocer y mediatizar la agenda diaria del Gobierno.
A la hora de analizar el contenido de los
medios audiovisuales: Prensa, Radio, Televisión y las Redes Sociales, estas últimas, auténtica alternativa al caduco periodismo tradicional, es preciso
analizar los distintos espacios periodísticos. De entrada a modo de carta de presentación tenemos la línea editorial, expresión de la cabeza
visible, el Director. Todo medio de comunicación que se preste debe ostentar a modo de subtitulo su vocación de independencia. Aunque nunca se sabe de qué o de
quienes el medio en cuestión ejerce su
independencia…
Escudriñando los diversos espacios se encuentra el periodismo de información, en los ámbitos de la vida social, política, económica y deportiva.
El ciudadano tiene innumerables canales para contrastar la verdad de las crónicas que se le cuenta y sobre todo para corregir con
su depurado criterio los sesgos tendenciosos. Acompañando la narrativa más o menos objetiva se encuentra otro género periodístico. Se trata del trabajo de los periodistas que escriben
los artículos de fondo, sus propias columnas o ensayos de
investigación. El autor firma
su trabajo aunque libre del rigor de la
notica, el texto puede constituir un punto de vista subjetivo del evento a
analizar. La crítica sujeta a la
verdad será el lector quien
tenga la última palabra.
Otra de las funciones que desempeñan los periodistas al servicio de la información, son las
entrevistas a personajes relevantes de la vida pública. Siempre se busca la neutralidad más exquisita y el periodista más independiente, sin renunciar a que sea el más crítico y mordaz,
sin faltar a la verdad. Sobre todo si el entrevistado se trata de un político en campaña electoral. No obstante, la sociedad española hace ya mucho tiempo que ha llegado a su mayoría de edad. Aunque los políticos sigan ejerciendo con disimulo cierta tutela con
tintes de manipulación.
Sin lugar a dudas las tertulias radiadas
o televisadas son el escaparate multimedia donde se comenta la prensa escrita y
a su vez se convoca a periodistas, profesionales, personajes de muy diversa índole y por supuesto a políticos en activo o ya retirados de la vida pública. El éxito y la credibilidad de las materias
tratadas en una tertulia dependerán de la ideología del medio y del
conductor del programa. Es muy difícil encontrar tertulianos que se presenten como verdaderos
profesionales conocedores del tema del que se trata y sobre todo que guarden
tanto en el fondo como en las formas: educación, respeto, empatía y asertividad. El
moderador a veces complica más la dinámica de conjugar el intercambio de opiniones, sin poder evitar convertir el plató en un auténtico
gallinero.
En referencia a los contenidos de las
tertulias es obvio que salvo los profesionales como: antropólogos, sociólogos, profesores, economistas, actores, poetas y cineastas, los
declarados como periodistas vienen a las tertulias con la lección aprendida. Unos obedecen a los medios que les pagan
para que no quebranten su línea editorial. Y
otros llevan a la tertulia su propios valores y su pensamiento político y no tiene ningún pudor ni reparo en declarar juicios de valor sobre todo político, cuando al público en general no le interesa su opinión. Es curioso que sean pocos los tertulianos que sorprendan con una
opinión que no se espere
de ellos antes de que abran la boca.
En general si nos atenemos a los
principios fundamentales del periodismo: objetividad, veracidad, crítica y autocrática; evitando el corporativismo, podemos afirmar que abundan más los impostores del periodismo que periodistas al
servicio de la verdad. No obstante, hay francotiradores que sí están poniendo en
jaque al poder político y nervioso
al poder económico. Es verdad
que los medios no todos son iguales hay un espectro ideológico que tiene
su reflejo en la representación parlamentaria.
Pero hasta que no surgió el 15-M y su
manifestación práctica en la política, nadie representaba en las tertulias al pueblo. La Casta
constituida en torno a los pactos de la Transición ha ignorado la voz de la calle en todas las tertulias. Y ahora se ve
el nerviosismo lógico de la
verdadera pluralidad.
Los personajes que encabezan este artículo representan dos estilos de hacer impostura de
periodismo. FRANCISCO MARHUENDA, es la versión suave y educada del lacayo servil del poder. Más aún, su defensa del
franquismo conservador supera la defensa que pudiera hacer el fanático más recalcitrante. Él y el periódico La Razón son un binomio que será tratado en las escuelas de periodismo como un esperpento mediático, al servicio incondicional del poder económico liberal. En el caso de este profesor de
universidad ilustrado, su puesta en escena es en algunos casos hasta divertida.
El otro personaje EDUARDO INDA con todos
los ex del periodismo español, constituye
una nota demasiado discordante en las tertulias. Es grosero, mal educado,
descortés, déspota, poco informado, muy tendencioso y goza en muchos momentos
con la benevolencia del moderador de turno.
Su aptitud y actitud le hacen acreedor del antídoto del periodismo. La objetividad, la corrección, la empatía y la asertividad no están en su código ético. Este
personaje lejos de hacer gracia como su contrincante en las tertulias, es
patético y pertenece al esperpento nacional más evidente. Él insulta a los
otros tertulianos pero es un insulto mantenerle compartiendo un espacio con
profesionales que no tienen necesidad de soportar sus impertinencias y mucho
menos los telespectadores.
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