El monstruo bíblico Leviatán
Por Isidoro Gracia
Exdiputado
La necesidad de una Europa
unida para sobrevivir como
ciudadanos libres
En el siglo XVII Hobbes
identificó al Estado como única defensa frente al monstruo Leviatán, que
identificaba como “La guerra de todos contra todos”, no imaginó que también
escribía para el XXI.
En 2011 releyendo algunos
párrafos de la traducción de Tierno Galván del libro “El ciudadano y Leviatán”,
de Hobbes, encontré motivos para el optimismo en la única herramienta que podía
sacarnos del pozo de la crisis: La Política. En 2011 la Unión Europea aún
parecía un proyecto con un futuro solido, con escasas dudas, hoy no solo han
crecido exponencialmente las dudas, en especial con el trato dado a los
problemas con Grecia, sino también por las actitudes de algunos gobiernos (en
especial, pero no solo, el de Hungría) respecto a los valores básicos que
impulsaron el proyecto europeo.
Pero tanta gravedad como lo
anterior, sino mayor, tiene la respuesta generalizada que han dado gobiernos de
todo color a la crisis económica, desgastando, cuando no dinamitando la
proposición teórica del contrato social, propuesta por Hobbes y traducida en
Europa como “estado de bienestar”. Incluso es posible que en el trato dado, por
casi todos los gobiernos europeos, a sus propios ciudadanos está la base de las
justificaciones que los nacionalistas centro-europeos alegan, para incumplir
sus obligaciones con los inmigrantes exteriores, como los refugiados, e incluso
con los procedentes de otros estados socios de la UE.
Como otros grandes
pensadores parte de un buen conocimiento de sus conciudadanos y vecinos: “el
hombre es un animal esencialmente egoísta, y la fórmula primera y fundamental
del egoísmo es la supervivencia”. Por ello si quien detenta el poder absoluto
al ejercerlo en vez de evitar el miedo lo produce y ocasiona la destrucción del
acuerdo de cesión de su libertad por parte del ciudadano, o si traspasa los
límites de lo necesario, se convierte en un poder superfluo y por lo tanto el
ciudadano verá su supervivencia amenazada, y reaccionará con violencia. Esa
violencia, que en 2011 aún se veía en lejanos desiertos, hoy no solo se ha
trasladado a nuestras puertas sino que las traspasa y está empezando a estallar
en nuestros pueblos, y entre nuestros conciudadanos alienados con viejos
fantasmas y símbolos, como aquellos que vuelven su mirada a la seguridad que un
día, ya muy remoto, aportaba la tribu.
En contra de lo que muchos
creen la Unión Europea no es solo una comunidad económica, aún cuando ese fue
el ropaje inicial con que se disfrazó el proyecto por los fundadores. La UE es
algo más que una mera suma de Estados para hacer fácil los negocios, es una
creación que tuvo y aún tiene (o debería tener) como primer objetivo salvar a
la propia civilización europea del colapso, al que se vio abocada por las continuas
guerras entre vecinos.
Como remedio al Leviantán
bíblico era suficiente la creación del Estado, y la acumulación por este
de un poder suficiente, que ejercido con el consentimiento de la mayoría, y
mediante un razonable uso de la fuerza, nos protegería del miedo respecto de
los demás y de otros actores ajenos a la República o al Reino: la religión, el
extranjero, la guerra, el hambre, etc., y el instrumento es válido si sustituye
el terror por sumisión y respeto. Pero el Leviatán de hoy es insaciable, y está
poniendo en riesgo la misma supervivencia de los Estados, su papel lo están
ejerciendo los mercados y sus verdaderos dueños, los grandes especuladores y
que han traspuesto los límites aceptables, al quitarnos buena parte de aquello
que asegura nuestra supervivencia, como la educación y la sanidad públicas, o
como nuestros recursos para el futuro, es más que evidente, que en consecuencia
el poder de los mercados ya es un poder superfluo que nos está llevando
claramente a una guerra de todos contra todos.
Una vez que los legítimos
representantes de los ciudadanos, los Gobiernos Democráticos, tomen conciencia
de que su propia supervivencia ya es más que precaria, tendrán que reaccionar y
si no quieren que el Leviatán acabe con todos ellos, y además devore a sus
voluntarios súbditos, deberán ser ellos los que acaben con el Leviatán, bien
embridándolo fuertemente con normas (tasas y altas exigencias legales) o bien
acabando físicamente con él (convirtiendo en delictivo todo lo que se relacione
con los paraísos fiscales y la especulación ilimitada).
Sin embargo el tamaño y la
voracidad del actual monstruo se salen de la escala que un simple gobierno de
un estado puede controlar, solo un ente mayor y más poderoso lo puede embridar
y en el horizonte próximo solo aparece como viable, y útil para los ciudadanos
de a píe, el imperfecto e incompleto proyecto que llamamos Unión Europea, y una
herramienta, denostada pero imprescindible, es la política. A ver si nos
enteramos todos y actuamos en consecuencia.
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