Por Pedro Taracena Gil
Mariano Rajoy
Desde hace cuatro años vengo
calificando al presidente Rajoy como torpe, terco, parco y embustero. Reconozco
que soy poco original porque con estos epítetos o similares ya se lo vienen atribuyendo
los pocos periodistas que no pertenecen al aprisco del neofranquismo pepeista o pepero. No obstante, en las postrimerías del último Gobierno
Franquista, he tratado de eludir llamarle, cobarde. Pero contemplando las
acepciones de este vocablo según la RAE, no he encontrado otra palabra que le
pueda calificar mejor. Cobarde. Es un hombre cobarde, ha tenido y sigue
teniendo miedo de su propio pueblo. Se pasa la vida huyendo y mintiendo. Por
mucho que se haya atrincherado en el bunker de su ineptitud y sus secuaces le
hayan tratado de proteger, nada le puede ocultar de la responsabilidad que
tiene contraída con sus propios ciudadanos. Huye cual Caín después de haber matado a su hermano Abel. Sí, su
política está sembrada de medidas que han recortado derechos constitucionales
de los españoles. Hay muchas formas de matar. Ha servido fielmente a la Europa
de los Mercaderes pero ha mutilado el Estado del Bienestar. Ha creado mayor
desigualdad, pobreza, paro, hambre, muertes prematuras, frustración juvenil,
abandono de las personas dependientes, abandono de los estudios por falta de
becas, exilio de científicos y de españoles formados… Crímenes contra España y
los españoles. Sí, crímenes legales. Crímenes en tiempos de paz. El populismo del Movimiento 15-M le ha dado
jaque a quien se ha creído el nuevo caudillo salvador de la España: una, grande
y libre. Y deseamos darle mate el 20-D.
cobarde
Del fr. couard.
1. adj.
Pusilánime, sin valor ni espíritu para afrontar situaciones peligrosas o
arriesgadas. Hombre cobarde. Época de
conformismo cobarde. Apl. a pers., u. t. c. s.
2. adj. Hecho con cobardía. Agresión cobarde.
Real
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Por supuesto que sí. Pero casi cualquier otro habría hecho lo mismo. Hay que ser muy contestatario para no hacerlo y la situación sólo tiene verdadera salida, aparte de falsas recuperaciones, cortando con el sistema, algo que no debemos esperar de ninguna fuerza política que aspire al arraigo popular pues la gente corriente se ha convertido en un zombi.
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