Unas 1.000
viviendas de líneas rectas, fachadas azules descoloridas y aspecto homogéneo
conforman el Grupo Antonio Rueda. Este barrio en Valencia, en el este de
España, es un buen ejemplo de las viviendas sociales promovidas durante el
gobierno del general Francisco Franco.
Y los
nombres de sus calles, casi una reliquia histórica.
En total 29
de las vías de este complejo inaugurado en 1972, tres años antes de la muerte
del gobernante de facto, conservan los nombres de personajes reivindicados
por el franquismo: Arturo Fosar, Vicente Maroto, Carmen Tronchoni…
Son un
homenaje a un 18 de julio ya lejano, el de 1936, cuando el general Francisco
Franco se levantó en armas contra el gobierno de la República española y
embarcó al país en una guerra civil que duró tres años.
El resultado
de aquella contienda fue la victoria de los golpistas y un gobierno militar
encabezado por él mismo hasta su muerte en 1975.
80 años
después, el tiempo y las leyes borraron la mayoría de símbolos franquistas en
España.
A pesar del
paso del tiempo, todavía se puede visitar la tumba de Franco en el Valle de
los Caídos, cerca de Madrid.
Además, aún
hay pueblos con nombre dedicado a él, como Guadiana del Caudillo en Badajoz, o
Llanos del Caudillo en Ciudad Real.
Sin embargo,
estos reconocimientos —prohibidos por ley desde 2007— cada vez son menos.
También el
callejero del grupo Antonio Rueda está previsto que cambie pronto en aplicación
de la Ley de Memoria Histórica que, entre otras cosas, regula la
retirada de símbolos franquistas.
¿Cuántos son los franquistas hoy?
Pero, más
allá de esos escasos restos visibles, ¿qué queda del franquismo en la España
actual? ¿Quiénes son los franquistas hoy?
Para Joaquín
Arango, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, ésta
es una pregunta de difícil respuesta.
La presencia
del franquismo —o de
rasgos franquistas— en la España de hoy es más sutil, menos evidente, que los
nombres de las calles o los escudos sobre los edificios oficiales.
"No es
fácil de medir la pervivencia del franquismo en la actualidad, pero se
puede hablar quizá de dos factores para detectarla", le dice Arango a BBC
Mundo.
Para el
catedrático, las claves podrían estar en: "la falta de dar el paso de
condenarlo, de romper con él y que haya personas que aún piensen que fue un
régimen más, con cosas buenas y malas, que no merece una condena tan dura como el
nazismo, el fascismo o el estalinismo".
En 2008, el
Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el organismo oficial de análisis
de la sociedad española, a través de sondeos realizó una encuesta sobre la
percepción del franquismo tras la aprobación de la Ley de Memoria Histórica.
En ese
momento, 79,6% de los encuestados afirmó que durante el franquismo se
cometieron violaciones de los derechos humanos y 35% afirmó que en aquel
tiempo había más "paz y orden". El 58,2% dijo que ese régimen tenía
cosas "buenas y malas".
"Esa
misma respuesta en Italia o en Alemania sobre Hitler haría sospechar que
quien la da tiene ciertas simpatías", apunta Arango.
El franquismo sociológico
Este fenómeno
es lo que algunos analistas denominan "franquismo sociológico",
la presencia en la sociedad de elementos heredados del régimen anterior.
"La
cuestión es que el franquismo fue una dictadura basada en el terror y la
represión y con su control sobre los medios de comunicación y la educación y su
alianza con la Iglesia católica llevó a cabo una especie de lavado de
cerebro nacional", comenta a BBC Mundo el historiador británico Paul
Preston, especializado en este periodo de la historia de España.
"La
transición y la llegada a la democracia, precisamente por ser una democracia en la que hay
libertad de expresión, no hizo un 'contralavado' de cerebro", apunta
Preston.
Pese a estos
rasgos sociales, la representación institucional de quienes se declaran abiertamente
franquistas es testimonial.
Romper o no romper con el pasado
Eso no
significa necesariamente que su huella política sea escasa y la no condena al
régimen militar puede implicar, apunta Arango, cierta continuidad de esa
herencia.
"La
falta de ruptura con el franquismo es más evidente en el Partido Popular
(PP) —el partido político conservador actualmente mayoría en el país—, que
alberga tanto elementos de derecha como de ultraderecha", afirma el
sociólogo.
"Eso no
quiere decir que el PP sea de extrema derecha o franquista, pero sí que
parte de sus votantes son simpatizantes", agrega Ismael Saz, catedrático
de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia, en diálogo con BBC
Mundo.
"La
derecha española no ha roto frontalmente con la dictadura, como sí ha pasado en
Alemania e Italia, incluso en Cataluña", acota.
Incluso los
pocos que se declaran abiertamente franquistas y no dudan en atribuir al
militar gran parte de los elementos positivos de la España actual —como la
sanidad pública o el peso social de la clase media— reconocen que su herencia
en el terreno político se diluyó tras su muerte.
"Nunca
se ha presentado realmente un partido franquista porque no tiene sentido. El
franquismo se agota y muere con la muerte del fundador. Era la vida de
Franco la que impregnaba el régimen", le dice a BBC Mundo Jaime Alonso,
vicepresidente de la Fundación Nacional Francisco Franco, una institución
privada que conserva los archivos personales del general.
La pista del
franquismo también se puede buscar en las relaciones entre el Estado español
y la Iglesia católica, reguladas aún por unos acuerdos con forma de
tratados internacionales firmados en 1979, pocos días después de la entrada en
vigor de la nueva constitución democrática, en un momento en que la influencia
franquista estaba muy presente.
Durante el
gobierno militar, esa relación había sido estrecha. Franco —así lo proclamaban
las monedas acuñadas durante su mandato— era denominado "caudillo de
España por la gracia de Dios" y creía que su país era la "reserva
espiritual de Occidente".
"Institucionalmente
queda esa herencia, derivada tanto de la intensa relación del franquismo con
la Iglesia como del conservadurismo social. Pero España ha vivido un
proceso de laicidad rápida y profunda en los últimos 40 años. Es una sociedad
en la que la religión pesa poco", apunta el profesor Arango.
Quizá uno de
los aspectos en los que la influencia del régimen es más evidente en la
actualidad es en la búsqueda e identificación de los desaparecidos,
víctimas de la Guerra Civil y de la represión franquista.
Fuentes
oficiales estiman que entre el inicio de la guerra y el final del gobierno
militar hubo más de 114.000 desapariciones forzadas en España.
Sin embargo,
en el país europeo no existe una entidad encargada de la búsqueda de esas
personas ni una base de datos central sobre esta cuestión.
"A
nivel gubernamental no se hace nada bajo el pretexto de que es demasiado caro.
Evidentemente, es caro, pero se ha hecho muy poco. Se usa la excusa de
no remover las cenizas", señala el historiador Paul Preston.
De vuelta al
grupo de viviendas Antonio Rueda, preguntamos a varios vecinos si conocen la
historia de los nombres de las calles en las que viven.
"Son
franquistas, ¿no? Nos hemos enterado ahora, cuando dijeron que iban a
cambiar de nombre", nos dice una mujer que vive en el complejo desde
su inauguración.
Ante la
pregunta de si ese cambio les parece bien, las opiniones son diversas.
"Lo
pasado, pasado está. Hay cosas más importantes en las que pensar",
nos dice con tono indiferente un hombre de unos 70 años que toma el fresco en
un banco de concreto.
"Si
fueron gente mala, no merecen una calle. Ya es hora de que cambie", ataja
una mujer de mediana edad.
Sin embargo,
46 años después de la inauguración del grupo por el ministro de Vivienda
franquista Vicente Mortes Alfonso y más de ocho décadas después del
golpe de Estado de Francisco Franco, ese cambio aún no ha llegado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario