Por Pedro Taracena
En los años sesenta tuve un profesor que solía decir a sus alumnos que: En una sociedad
mediocre, los obispos eran mediocres, los generales eran mediocres, los políticos eran mediocres y hasta los caciques eran
mediocres. Albergaba un
deseo de explicarnos que no existía un liderazgo capaz de tirar de la sociedad hacia
arriba y hacia adelante, que fuera capaz de avanzar rompiendo los paradigmas
del pasado. En los años
sesenta, más
concretamente en mayo del 68, los estudiantes en Francia pilotaron una
revolución
que consistía en
la imaginación al poder. Apoyados
por los intelectuales del momento, los jóvenes deseaban cambiar el mundo. Se planteaban que
quien tiene imaginación
sin instrucción
tiene alas pero sin pies… Sin embargo debatían si la imaginación era más importante que el conocimiento. Más tarde en los años setenta, los portugueses derrocan pacíficamente una longeva dictadura, subiendo a los niños sobre los tanques desplegados en la calle y
poniendo claveles en los cañones de fusiles y metralletas. Portugal gritó en las calles homologando el lema: El pueblo unido
jamás será vencido.
En la actualidad, en mi querida
España, esta España mía, esta España nuestra, cunde por
doquier la mediocridad: Calidad general media. De poco mérito, tirando a malo.
Pero hago una reflexión
con una conclusión
contundente. La sociedad española del siglo XXI no es mediocre. En absoluto. En París los estudiantes graffitearon los muros y paredes;
levantando los adoquines de las calles buscando la arena de la playa. Fue todo
un símbolo
de esa lucha por la libertad y la esperanza. Los mediocres siguen alegrándose de que la imaginación no llegara al Palacio del Elíseo. En España los mediocres son los que lideran y propician la
Marca España.
Pero las mareas y los afectados por la crisis, son los que están en las calles y plazas levantando el asfalto para
dar la vuelta a esta patria que los mediocres siguen pensando que es UNA GRANDE
Y LIBRE, al grito de: ¡ARRIBA ESPAÑA!
La inmensa
mayoría de
los políticos
son mediocres, los que ostenta el poder y los que están a verlas venir en la oposición. Ni uno solo se juega su prestigio ejerciendo la
función pública, porque jamás lo tuvieron. Son mediocres cum laude. Esta
columna no mezclará la
mediocridad con la inmoralidad, aunque haya muchos casos que se confunden o se
complementan.
Los medios de comunicación no aportan ninguna iniciativa para salir de esta
mediocridad periodística,
radiofónica
y televisiva. Pero la telebasura solo justifica que haya profesionales
mediocres, no que los televidentes los sean. Cuando hay programas con tirón la sociedad los sigue. Los tertulianos son líderes en mediocridad, nada formados para los temas
debatidos, total y abiertamente vendidos al patrón que les paga, están al servicio de la Transición, el franquismo, al inmovilismo y fosilización constitucional. Cualquier iniciativa para salir de
este muermo nacional, se considera antisistema. Porque su sistema lo consideran
como el Credo de Nicea, inamovible y servible para siempre. Y no quieren
reconocer que este sistema ya no sirve para el pueblo, porque está al servicio del Capital, la Iglesia y los Mercados.
Los radicales no somos extremistas violentos, solamente deseamos llegar a la raíz de los problemas. Levantar los adoquines de la
mediocridad para encontrar la arena de la playa. ¿Una utopía? Sí, pero más
viable y realista que el seguidismo de la Unión Europea. La mediocridad se extiende hasta los tecnócratas, funcionarios y ejecutivos de la Europa de los
Mercaderes, no la Europa de los Ciudadanos. Ante los próximos comicios europeos: ¿qué alternativa presentan
los mediocres candidatos? Ninguna, cuando había que romper con el paradigma llamado unión monetaria afectada por la Zona €uro, ellos se enzarzan el políticas domésticas con el propósito de continuar con el seguidismo. Remedando a mi
profesor de antaño,
con esta clase política
y con estos medios de comunicación, la mediocridad en España y Europa está garantizada por muchos años. La sociedad del siglo XX es diferente a la del
siglo XXI. En otra ocasión
podemos hablar de la corrupción.
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