Por Isidoro Gracia
Exdiputado
Aún cuando la filosofía de “el fin justifica los medios” se
suele adjudicar a Maquiavelo, lo cierto es que pertenece a un manual de
instrucciones de la Orden del actual Papa, los jesuitas, que sostiene
literalmente: “cuando el fin es lícito, también lo son los medios”, eso sí en
latín.
A nadie debe sorprender que los jesuitas tengan un manual
(una copia traducida me fue enviada hace algún tiempo por un amigo), cualquier
organización que quiera tener éxito debe tener su libro de cabecera, véase
Camino del Opus, el Libro rojo de Mao, los documentos de principios y objetivos
de cualquier multinacional, o los libros de estilo de algunos medios de
comunicación.
Pues bien, en los manuales de los actuales dirigentes
mundiales, también de los europeos y del partido del gobierno español, entre
los mantras a seguir, aparecen cada vez más claros los principios, más bien
directrices o mandatos, de que la austeridad es un fin en sí misma, un fin que
lleva a la economía al buen camino, que lo que es bueno para el sector
financiero es bueno para los países donde hace sus negocios, y que si se tiene
un buen sistema de propaganda, que repita suficientemente las consignas, la
opinión pública acabará por aceptarlas. Esto último en algunas fases históricas
ha resultado fatalmente cierto.
Con 80 millones de pobres en la rica Europa, 3 de
ellos pobres severos en España, las políticas austeridad,
el saneamiento a ultranza de la banca, a costa
del bienestar de los ciudadanos, e incluso los meros discursos sobre
que estamos saliendo de la crisis, son algo más que un sarcasmo cruel, son
elementos antisociales que los ciudadanos conscientes deben de combatir. Las
afirmaciones de que la economía europea o española esté bien, no significa que
los ciudadanos europeos o españoles lo estén, ya que los parámetros de
referencia en que se sostienen esas afirmaciones, en términos aristotélicos
deben ser objeto de justa indignación, ya que son bienes que han sobrevenido de
forma indigna y a costa de afligir con males inmerecidos a una gran parte de
los ciudadanos.
Ni siquiera es necesario acudir a grandes pensadores y altos
referentes éticos, incluso alguien tan moderno, que tonteó con el LSD, como
Aldous Husley tenía clarísima la idea que: “El fin no puede justificar los
medios, por la sencilla y clara razón de que los medios empleados determinan la
naturaleza de los fines obtenidos”.
¿Alguien normal puede aceptar que las acciones que llevan a
la pobreza a tal cantidad de personas, antes razonablemente satisfechas con su
vida, son aceptables, sean cuales sean los teóricos buenos fines que persiguen?
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