Por Pedro Taracena
Por los derechos que me reconoce la
Constitución me permito denunciar el nivel de podredumbre y de crímenes de diversa
naturaleza que sufrimos los ciudadanos. El lenguaje lo elijo yo no permito que
me venga impuesto por aquellos que propician estos crímenes. Además “la justicia
emana del pueblo” y sin esperar a que los jueces dicten sentencia, que en
muchas ocasiones no tendrán oportunidad de hacerlo, yo cuando perciba el más mínimo atropello de
los derechos humanos, no tardaré en condenar al Gobierno de turno. Padecemos en
España de un Gobierno parco, terco y torpe, el peor valorado de la
democracia, cuando en estos días tenemos la necesidad de un equipo
ministerial para construir no para destruir, el Estado de Derecho y del
Bienestar. El Gobierno del Partido Popular ha logrado fosilizar la Constitución Española, legisla en
contra de los derechos de los españoles y a favor de los tiranos económicos de la
Europa de los viles mercaderes.
Mi libertad de expresión me permite
condenar y les condeno con todas mis fuerzas, a los servidores públicos por la
corrupción, no endémica sino sistémica, que han implantado en nuestro país. Por acción u omisión. El órgano de gobierno
de los jueces son lacayos de los partidos políticos que les
elijen, inaudito en una democracia. El Ministerio Fiscal está al servicio, no
del pueblo sino del poder. La corrupción como ave carroñera se ha convertido
en un estilo de gobernar. No hay institución que se libre de individuos
corruptos. Jaleados, votados y elegidos por parte del pueblo también cómplice de la
corrupción. Dimitir es un verbo que los políticos no quieren conjugar en ninguno de sus modos tiempos números y personas.
En España ejecutar este vocablo está inédito ¡Qué vergüenza!
La casa de los Borbones, dinastía reinante en España, yo no les
censuro por los detallitos de su opacidad, las malas compañías históricas del Rey,
los desmanes de los Duques de Palma, las canas al aire del monarca, muy genuino
de los Borbones, sino por algo que yo considero básico para su legitimidad.
El Rey y su padre don Juan de Borbón, fueron cada uno en el sitio que
Franco les colocó, cómplices necesarios de la reciente historia.
El primero, porque habiendo jurado los Principios del Movimiento Nacional
inspiradores de la dictadura se ha alineado con los franquistas del Partido Popular para tampoco
condenar el franquismo. Sin embargo, es una vergüenza que el Rey de España no haya jurado
la Constitución y tampoco reconocido la legitimidad del régimen republicano. Y el
segundo, el Conde de Barcelona, fue cómplice en el golpe de estado que
derribó la República y acepto el franquismo como garantía para recuperar
el trono.
La Constitución Española sigue viva, son los traidores de la patria los que han cedido los
derechos de primogenitura por un plato de lentejas al nuevo Becerro de Oro.
Todos ellos son muy píos con la Iglesia
y saben de sobre lo que han hecho con los derechos de los españoles. Hoy es un día triste para nuestra Carta Magna, en su treinta y cinco aniversario…
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