La orden fue dada. Ahora o nunca, hay que liquidar a Podemos, cueste lo que cueste. El debate Sánchez–Pablo Iglesias marcó un antes y un después; lo de la “cal viva” fue una señal, un dato especialmente significativo: ¿de qué? De que Podemos va en serio, que no votará o se abstendrá ante un previsible gobierno de coalición Ciudadanos-PSOE. Ahora se trata de tirar del manual, un grueso libro, siempre renovado y puesto al día, trabajosamente elaborado por expertas manos de las cloacas periodísticas del Estado y demás aparatos paralelos de los que mandan. En el centro del manual se recoge cómo destrozamos IU y cómo conseguimos poner fin a la carrera política de Julio Anguita.
INDA, EL IMPOSTOR DE PERIODISMO
Tres personajes en busca de autor
Por Pedro Taracena Gil
Periodista
Don Eduardo Inda, encarna e
interpreta varios personajes dentro de la gran farsa del peor periodismo
hispano. Está en posesión de todos los vicios del mal periodista y toma parte
de la perversión mediática del periodismo partidista, tendencioso y
embustero.
Es preciso hacer un breve ensayo
de su comportamiento según en qué momento se encuentre y qué personaje
interpreta. Cuando ejerce de periodista se comporta como un autentico vocero y
boceras del régimen del 78, sobre todo en su vertiente franquista, liberal pepeista y conspiratoria. Personalmente,
considero que las cualidades de un profesional que está al servicio del derecho
a la información, han de ser: veracidad, rapidez e independencia. La falta de
independencia, la ausencia de autocritica y el corporativismo son los vicios
que están al servicio del poder. Este ínclito personaje no supera el test del
perfil periodístico más elemental, ni en sus prolegómenos.
Como tertuliano, mantiene su
comportamiento a través de las formas que le son propias: groseras, despóticas,
inquisitivas con total ausencia de empatía y respeto. Humanismo que don Eduardo
Ida no conoce. Su incultura y falta de preparación sobre los temas que se debaten,
le hace ser inoportuno, patoso y en no pocas ocasiones ridículo y panfletista. En
su puesta en escena dispone de un verbo torpe, es decir, pobre de expresión.
Parco nada brillante y terco, porque persiste en sus falacias, mentiras y
embustes.
Hemos analizado el
comportamiento de este insigne personaje, como periodista y también como partícipe muy activo en
tertulias y entrevistas sobre cualquier tema; siendo su perfil, como mínimo, ramplón.
No obstante, es invitado, pagado y protegido por quienes sacan rendimiento
político y comercial a sus pueriles intervenciones. Es de justicia completar el
puzle del personaje a través del cual exterioriza con mayor vehemencia, su
vocación de militante político. En principio es un lacayo y secuaz de La Casta.
Que nadie se escandalice de forma hipócrita porque quien escribe esta
observación, también, perteneció a ella. La Casta tuvo sus luces y sombras, por
ese elemental motivo, Inda tiene en su haber luces y sombras. Sin olvidar que
el corporativismo y la ausencia de autocrítica, sepulta permanentemente lo
cutre, lo impostor y lo farsante del universo mediático español. Sin duda el
militante político don Eduardo Inda, brilla con luz propia, allí donde el
director de turno pone en escena su personaje más locuaz, para mejor defender
su espectro político; transformando cualquier plató en un mitin y cualquier
columna de su red propagandística, en un furibundo ataque a formaciones
políticas, que omito el mencionar sus nombres
aquí porque sería hacer el juego al polémico y mediático personaje. Muy preciado por ciertos canales televisivos. No
obstante, don Eduardo Inda tiene sus momentos de gloria en los medios, porque
toma parte de la estrategia nacional de todos contra el populismo, que es tanto como decir que hay que mantener a cualquier
precio el imperio de los que ganaron la guerra, gestionaron España con una dictadura como si
de un botín de guerra se tratara, y trajeron la transición sin condenar el genocidio.
Conclusión, don Eduardo Inda es
un perfecto impostor como periodista, un sagaz farsante como tertuliano y un apasionado,
secuaz y fiel lacayo político, agresivo defensor, con o sin carnet, pero de La
Casta.
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