HOMENAJE
A LOS CIUDADANOS DEL BARRIO DE GAMONAL
Por Pedro Taracena
Los acontecimientos que se están viviendo en Burgos, a partir de que aparece el
primer incendio provocado, han saltado los muros de la ciudad. En el resto de
España y en el mundo, Burgos ha dejado de ser famosa
solamente por su magnífica catedral,
sino que se la sitúa en el mapa por
hechos vandálicos; quemando
contenedores de basura situados en la calle, una oficina móvil de las obras que pretende transformar una avenida
en un bulevar, y por destrozar sucursales bancarias ubicadas en ese mismo
lugar.
Los hechos están ahí y a la hora de
valorarlos cada cual está llevando el ascua hacia su sardina. El pueblo y
las sensibilidades de la izquierda política, comprenden a los manifestantes y sus reivindicaciones, por el
déficit democrático y humano que
el Alcalde de Burgos está teniendo con su
ciudad. Y las derechas y sus medios de propaganda, que son muchos y muy
potentes, se dedican a criminalizar a los manifestantes, condenando la
violencia como si fueran los únicos que tienen
sensibilidad para condenarla.
Cuando el pueblo se siente tiranizado sus
reivindicaciones se radicalizan. Radicalización que si se interpretara de forma interesada y torticera y se
confundiera con extremismo y violencia, se estaría criminalizando toda reivindicación y protesta pacífica. Esta radicalización debe de entenderse encaminada hacia la raíz del problema para solucionarlo. Los burgaleses han
puesto en escena las consecuencias de la falta de sensibilidad del Gobierno del
Estado y el Gobierno Municipal por no cumplir la primera esencia de la
Constitución: “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores
de su ordenamiento jurídico la libertad,
la justicia, la igualdad y el pluralismo político”.
Solamente una interpretación interesada y corporativista en el peor de los
sentidos, puede mezclar la conducta de los violentos, siempre y en todo momento
detestable, con los manifestantes pacíficos que defienden sus derechos constitucionales. ¡Qué visión más simple y a la
vez interesada es globalizar el crimen! Por una lado están los hechos vandálicos contra el mobiliario urbano que es de dominio público, y por el otro contra los bancos que son
privados, con algunas excepciones. ¿Por qué se atenta en este caso contra
bienes municipales y entidades bancarias? Porque los violentos piensan que son
los enemigos del pueblo, y a juzgar por las conductas del Alcalde de Burgos,
causante de su descontento, y los banqueros instalados en ese barrio, causantes
de los desahucios, tiene una lógica aplastante. Contra unos crímenes de guante blanco, otros crímenes sin guantes.
Sí, c r í m e n e s. Si alguien se escandaliza en un alarde de hipocresía, no será por ignorancia de las acepciones de la palabra crimen, porque la Real
Academia Española es clara.
El Gobierno decreta leyes legales pero
injustas que producen crímenes. Sí crímenes. Crímenes contra la salud pública. Crímenes contra la
educación pública. Crímenes contra el amparo de personas dependientes. Crímenes contra los niños que pasan hambre. Crímenes con resultado de muerte contra la asistencia sanitaria
cercenada. Crímenes contras las
familias que están en la calle en
la más estricta miseria. El mayor crimen lo comete Rajoy
cuando, para atacar el separatismo catalán, se erige en el mayor defensor de la Constitución. Todos estos crímenes son legales pero crímenes a la postre. La moral no entiende de legalidades y el Gobierno y
el partido que lo sustenta no son inmorales, son amorales, que hay diferencia.
¿Alguien puede discernir entre los crímenes de guante blanco y los crímenes sin guantes? Sólo se dejan engañar “los suyos”
porque les interesa: Los empresarios, los banqueros, los caciques, los obispos,
empezando por el que ocupa la cátedra de Burgos,
los medios de comunicación, salvo
excepciones y el Rey. Sí el Rey, ya está bien de tener un monarca fosilizado por el
franquismo, que “no sabe, no contesta”. Mientras su pueblo se desangra… El objeto
y sujeto de la Constitución Española es el ser humano, no las instituciones y mucho
menos el mobiliario urbano y los edificios bancarios. ¿O es que hemos perdido
el norte, señor de los guiños embusteros?
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