Por Isidoro Gracia
Exdiputado
Foto: Pedro Taracena
Davos: la crisis, desigualdad y la
Democracia, un sistema en peligro de extinción
Apenas constatado por el informe de
Intermon Oxfan que el 1% de la población mundial se
apropia de más renta que el
50% más pobre, comienza en Davos la reunión anual en el que la gran mayoría de los participantes son representantes de ese 1%.
Se trufa el conjunto con unos pocos invitados con otra representatividad, al
menos en apariencia (políticos, dirigentes
de algún organismo internacional, etc.)
Incluso así se cuela en primer plano el escandaloso proceso del incremento de la
desigualdad, y la situación de perdida
catastrófica de una gran parte de las oportunidades de los jóvenes. No podía ser de otra
forma ya que incluso alguien tan poco sospechoso, para los poderosos, como el
Centro de Estudios del FMI realizó en 2010 un
informe cuyos datos son concluyentes: Una de las causas más importantes de la actual crisis es el
crecimiento de las desigualdades sociales, la gran concentración de las rentas en los sectores más adinerados, rentas que provienen sobre todo de las
rentas del capital, a costa de las rentas de los ciudadanos que en su mayor
parte proceden del trabajo, ha determinado un descenso muy notable de la
capacidad adquisitiva de la mayoría de la población, forzándola a
endeudarse, e incrementado las desigualdades hasta límites insostenibles por el sistema.
Claro que algunos de los analistas
ven los riesgos que esto conlleva: “el desempleo juvenil es un
problema económico, pero
también político, porque lo último que quiere cualquier país es tener a un montón de gente joven sin trabajo; es una situación muy peligrosa, con un riesgo de estallido social”.
Pero como el objetivo principal no es otro que mantener la acumulación de la riqueza, el sistema que permita esto pasa a
ser una anécdota, si puede sostenerse con fuerza pública. Así pues la ecuación que nos venden,
por todos los medios, de democracia igual a capitalismo, nunca se ha cumplido,
de hecho a lo largo de la crisis se ha conseguido acuñar, como mera consiga a aceptar, justo la
inversión de los términos: capitalismo igual a democracia.
Y esto es así porque los factores y medios que condicionan
cualquier elección (medios de
comunicación, dinero
dedicado a campañas, cultura
populista frente a formación, etc.) están, en su mayor parte en manos de multinacionales,
entidades financieras y especuladores poderosos individualmente o en asociación. Todo ello ha devenido en democracias imperfectas
en las que los electos se ven condicionados a servir los intereses, no de sus
representados y electores, sino de las minorías que detentan
los medios que les permiten ganar elecciones.
El que las propuestas de Davos abunden en
lo que provoca desigualdad, por ejemplo mayor flexibilidad laboral e incluso
limitar el acceso a la educación superior a los
jóvenes, solo puede indicar que los que se consideran
dueños del mundo, no se van a dar por satisfechos hasta
llegar a un sistema, sea este o no democrático, que les
permita disponer de esclavos y siervos que acrecienten sus riquezas. Entre
dinero y derechos la apuesta es clara y muy evidente.
¿Tiene esto solución sin llegar al estallido social?
Túnez, Egipto,
Ucrania, Siria, etc. y ejemplos cercanos indican que quizá estemos más próximos a ese estallido que lo que los analistas creen.
Es evidente que de otras crisis y
situaciones graves se ha salido, y no solo de aquellas con consecuencias
catastróficas solo sobre la economía, piénsese en las salidas de las abundantes guerras.
Pero en todas las ocasiones ha habido una realidad: para salir, alguno de los
poderes implicados ha cedido todo o parte de su poder y bienes, a otros poderes
y/o al conjunto de ciudadanos.
Recordemos la abolición de la esclavitud, la supresión del apartheid, la superación de la servidumbre, la caída de algunas dictaduras. Cierto es que quedan restos
de esclavitud, discriminación y abusos, pero
no es menos cierto que los minoritarios amos, nobles y otros poderosos tuvieron
que perder privilegios, bienes, y en ocasiones alguna cosa más, para que la mayoría de los humanos fueran más libres e
iguales, siempre hasta cierto grado. Y ahora viene la pregunta clave: ¿Cómo se consiguió que esos
poderosos cedieran?, respuesta: siempre por el uso de la fuerza de la mayoría, organizada como ejército, sindicato o partido político.
Esta vez el diagnostico es claro, quien
desata esta crisis son los abusos de una minoría perfectamente identificada, grandes especuladores, dirigentes de
bancos, aseguradoras, fondos de inversión y agencias de
calificación. También es
claro que siguen abusando y en vez de pagar por sus maldades se aprovechan, aún más, dictando al
resto del mundo lo que se debe de hacer en esta situación.
Desde estas democracias imperfectas aún existen posibilidades de corregir el rumbo de la
historia, si mediante el uso del voto y resto de derechos civiles y políticos, como el de asociación y manifestación, la mayoría de ciudadanos pasan a ser entes activos en defensa
de sus derechos será posible que en
vez de que los que abusan de la democracia, hasta acabar con ella, sea la
democracia la que acabe con ellos. Y que no queden dudas que son las dos únicas alternativas posibles, una vez roto el contrato
social.
Puede hacerse de forma pacífica mediante un programa político refrendado en urnas, con medidas tales como:
convertir en delictivo cualquier trato con los paraísos fiscales (cuyo única y exclusiva existencia se justifica en la evasión de impuestos), la corrección del descontrol existente en la economía meramente especulativa, con la creación de tasas a los movimientos financieros, la protección de la economía productiva
apartando de los mercados de futuro los elementos esenciales para la vida como
los alimentos, o retomando la presencia pública en sectores
como la energía, etc.
Cierto es que existen otras formas de
cambiar la historia, la Revolución Francesa es un
buen ejemplo, lo que ocurre en Egipto y resto de la llamada primavera árabe, lo que está solo en sus
comienzos en Ucrania, o por poner ejemplos menos dramáticos y próximos, lo que
pudo suceder a raíz de una mera
operación especulativa menor en un barrio de Burgos, son
otros ejemplos de cómo tratar a los
abusones. Como muchos de los que pertenecen al club del 1% tienen similitudes
muy evidentes a los que fueron objeto, de los que establecieron aquello de la
Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, sería cuestión de plantearse si la terapia necesaria en este
momento tendría que ser de un
nivel y extensión similar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario