sábado, 13 de septiembre de 2014

FÓRMULAS MEDIEVALES


Por Isidoro Gracia
Exdiputado

La respuesta al problema del siglo XXI con fórmulas medievales tiene su lógica


EL ESPEJISMO
Foto: Pedro Taracena

El capitalismo y su religión, la fe en el dios mercado, está obteniendo respuesta en términos similares, fe en otras religiones, teístas como el islamismo, o tribales, como los nacionalismos.
Los tres grandes instrumentos con los que los dirigentes de todos los tiempos han controlado sus civilizaciones,  e intentado dominar a las vecinas, han sido: el comercio,  la fuerza y  la religión. La mezcla adecuada de cada componente ha establecido la civilización triunfante en  cada momento y espacio geográfico.

En el momento actual el espacio geográfico es claro: el mundo, está algo menos claro la jefatura de la civilización imperante: el capitalismo, si bien existe un cierto consenso que la mayor parte del poder se sitúa en USA.

Un ciudadano y pensador del imperio, Galbrait, reflexionó y  saco sus conclusiones, a mediados del siglo XX  señaló que las grandes corporaciones terminarían por desplazar a las pequeñas y a los negocios de carácter familiar, y, como consecuencia, los modelos de competencia perfecta no pueden ser aplicados en la economía.  Que la avaricia ejercida sobre el sector público ya contrastaba con la opulencia del sector privado,  lo que demostraba que un país con una economía en crecimiento, no evita que en su interior existan grandes desigualdades sociales. Y finalmente, que las grandes corporaciones dominan el conjunto de la economía, como resultado de su gran crecimiento  y el nivel de sus operaciones, que les permite controlar sus mercados, y en consecuencia terminarían por dirigir el imperio (solo se equivocó al identificar las corporaciones dominantes con las productivas, en vez de las financieras).

Muchas de las personas pertenecientes a las clases más desfavorecidas, incluso colectivos y pueblos enteros, sufren los excesos  de los que detentan el poder y viven en una  situación, que el propio Galbrait calificó como era de la incertidumbre. Incertidumbre no solo en el bienestar de uno mismo y los más próximos, sino incluso de la propia supervivencia. Perdida la posibilidad de respuesta del recurso al comercio, incluso de la propia capacidad de trabajo, les resta para responder a la opresión, el recurso a la violencia y la búsqueda de un futuro mejor a través de los paraísos que prometen religiones distintas, sean estas teístas (en este caso en otra vida,) o laicas, como los nacionalismos (más inmediatos, siempre que sean los dirigentes de la propia tribu quien pase al mando).

En esa situación, ayatolas, rabinos, sacerdotes y líderes territoriales insisten en que la esperanza, que permite superar el miedo a la incertidumbre, se transmite a través  de códigos como la moral, la raza, la pertenencia a un club de elegidos, etc. en vez de a través de la ciencia y el conocimiento. Resultado: en pleno siglo XXI muchos desencantados con el reparto de bienes, e incluso amplias zonas del mundo, vuelven sus ojos a fórmulas de la era medieval. Al fin y al cabo las diferencias entre algunos grandes especuladores y los dirigentes absolutistas, que lo eran “por la gracia de Dios”, son difíciles de encontrar.

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