Exdiputado
¿Para qué sirven las encuestas? ¿El sistema D’Hondt era tan anti democrático? ¿Los votantes y abstencionistas son inocentes o cómplices? ¿Quién tiene que resolver el lío?
Sobre las encuestas. En este país, y desde hace años, vengo
sosteniendo que hay una conclusión evidente: La práctica totalidad de lo que se
está publicando, valorado en conjunto, tiene como primer, y casi único,
objetivo, que el electorado, que pasa por un estado de confusión
superlativo, acepte las tesis ideológicas que interesan a los dueños del medio
que publica la encuesta, sondeo o estudio.
Esa confusión está siendo
alimentada desde importantes grupos de presión económicos y mediáticos, así
como por el propio gobierno y su partido, para que ignorando realidades como el
impacto de los recortes, las pérdidas de derechos, y una corrupción no
tan generalizada, como por otra parte se quiere vender (la inmensa mayoría de
los casos se centra en un solo partido), el hipotético bien a obtener mediante
la emisión del voto sea algo tan etéreo e instrumental como la estabilidad,
confundiendo la herramienta con la obra.
Vamos, que lo que menos importa
es la opinión de los entrevistados, en contra de lo que la mayor parte de los
titulares mediáticos sostienen, lo verdaderamente importante para los que
invierten en las consultas es influir en una opinión pública, que tiene difícil
digerir el alud de datos y discursos, que recibe, y la incomprensible,
desde el punto de vista democrático, inacción del principal responsable,
en medio de una situación política donde la venta de estabilidad es un insulto
a la inteligencia, o al sentido común , si así se prefiere.
El episodio de las últimas
elecciones es la prueba del 9, de lo anterior.
Sobre el sistema electoral y
D’Hondt. Dos han sido las acusaciones de falta de democracia: una que dejaba
fuera a las minorías por falta de proporcionalidad, y que la aplicación del
fórmula D’Hondt era la responsable de perpetuar el bi-partidismo.
Empezando por lo último, ¿Hoy
alguien puede sostener la tesis, de que el origen del bi-partidismo, era el
sistema? evidentemente no. Siguiendo con la proporcionalidad, una pregunta
previa: ¿Nos imaginamos una salida a la gobernabilidad con un Congreso más
fragmentado? Pero el corte no lo da el sistema de reparto de escaños en el
Congreso, dos son los factores principales, el mínimo del 3% que exige alcanzar
la Ley Electoral General, y sobre todo que haya un número de diputados por
provincia mínimo inicial de dos, al margen que la provincia tenga un censo
escasísimo de votantes, los restantes se distribuyen entre las provincias en
proporción a su población de derecho. También aumentaría la proporcionalidad al
subir hasta los 400 el número de diputados electos, como recoge la Constitución,
que también permite que una reforma de la LEG cambie de dos uno el mínimo
inicial de diputados por provincia, o el 3% (aún cuando esto último impactaría
solo en las provincias más habitadas)
Respecto al Senado, el simple cambio, en la LEG, del requisito de que cada votante pueda votar solo a dos candidatos, en vez de los a los tres que permite ahora, variaría radicalmente las posibilidades de las mayorías muy absolutas que se dan en la actualidad.
Todas las reformas expuestas
anteriormente solo necesitan mayoría absoluta simple en el Congreso (176
diputados).
Respecto a la responsabilidad
que se asume al emitir el voto.
Discrepo profundamente con
aquellos que mantienen que toda la culpa de lo que pasa es de los políticos en
general, o que los votantes siempre aciertan, olvidando lo básico: cuales son
los objetivos del proceso electoral democrático, a saber, valorar los hechos
del gobierno saliente y la credibilidad de las ofertas de los que pretenden
sustituirle, basándose también en los logros de las fuerzas y partidos que las
hacen, no por lo que piden sino por lo que consiguen, allí donde han
gobernado o gobiernan y de las consecuencias de sus votaciones
históricas.
Creo que es de Vargas Llosa la
frase: “Por regla general, los pueblos tienen los gobiernos que merecen tener,
aunque luego se arrepientan."
Así pues si los electores
vuelven a dar su confianza a quien ha incumplido las promesas realizadas para
acceder al gobierno, no podrán alegar engaño y responsabilizar a los dirigentes
del partido triunfante, si es el mismo. O si apuestan por las fuerzas que
proponen medidas incompatibles con la realidad, y cuyos escasos antecedentes
coinciden con aquellos extremos que propugnan la vuelta atrás en la historia,
no pueden hacer responsables a otros partidos en competencia. Yo no comparto
las tesis de que los ciudadanos son inocentes de lo que deciden con su voto, y
desde luego deben asumir las consecuencias, incluida la posible ruina de
su país y de sus proyectos personales.
Como colofón, son los
abstencionistas los que se hacen, con la renuncia a su derecho democrático, más
que responsables directamente culpables de una situación que podrían cambiar
votando.
Otra cuestión ¿Quién tiene que
resolver el lío? La responsabilidad de dar salida a la situación la sitúan
los ciudadanos en unas manos concretas. El intento de distracción pidiendo
cuenta a los partidos que han quedado en minoría, por intenso que sea, no deja
de ser, al igual que afirmé sobre las encuestas, un burdo intento de
manipulación de la opinión pública, al servicio de intereses nada claros. Los
votantes han apartado de formas clara del primer plano al PSOE, pedir ahora que
sea el protagonista del devenir del proceso de investidura, debe interpretarse
como un ataque directo a esa organización y una falta de respeto a sus
votantes.
En febrero de 2012, justo
después de la intervención del Sr, Rajoy en su investidura, escribí un artículo
titulado: El barco España no tiene capitán. Yo creo que no me equivoqué, los
votantes del domingo han opinado en contra, sean ellos los que asuman su
opinión hasta las últimas consecuencias.
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