Por Pedro Taracena
Hasta que Pablo Iglesias acuñara el término de
casta para denominar a los hacedores
de la Transición, ha ido tomando cuerpo la idea de que el periodo de 1975, muerte del
dictador, hasta 1978 promulgación de la Constitución, no ha sido tan
modélico como nos habían contado. Aunque muchos percibíamos que el pacto
no escrito ni firmado entre los franquistas y las fuerzas venidas del exilio y
la clandestinidad, se hizo impuesto por los primeros sin renunciar a nada y
cediendo terreno por parte de los segundos. Cínicamente se ha
hablado del pacto constitucional,
pero lo perverso de la Transición no está en el pacto
constitucional, sino aquello que se mantiene contrario a la Constitución. La Constitución Española se colocó a la vanguardia
de su entorno europeo, pero los derroteros de la mal llamada transición modélica fueron
una farsa y un esperpento. No se reconoció que la República fue un
régimen legítimo y que Franco truncó el Estado de Derecho de 1936
hasta 1978. Se mantuvieron los Acuerdos con la Santa Sede contrarios a la
aconfesionalidad del Estado. No se condenó bajo ningún formato el
golpe de estado franquista que provocó un sangriento enfrentamiento
fratricida; justificando una cruel dictadura. La herida se cerró en falso y aún sigue abierta y
sangrando. Estos hechos son la Historia con mayúscula de esta
España, que no pocos sólo la denominan este país, para evitar llamarla por su nombre.
GUERNICA
PABLO PICASSO
La gran farsa es mantener que hubo que
ceder ante los franquistas para evitar un cuartelazo, que lo hubo, y una
involución que ya se ha consumando. Durante estos años de 1978 hasta
nuestros días se ha ido configurando La Casta, en el sentido más peyorativo que
se pueda utilizar: La Corona con sus amigos interiores y exteriores, nada
modélicos. Reyezuelos déspotas, tiranos medievales, caciques, empresarios y
banqueros de baja catadura moral. La clase política colocando su corrupción como el hito más importante de
la vida pública de España. El bipartidismo ha despojado al Estado de la
soberanía y ha sido cómplice de la delictiva Europa de los mercaderes, no de los ciudadanos.
Todos estos años ha habido un
Gobierno legítimo y democrático pero solo en apariencia. En realidad ha sido La
Casta la que ha gobernado y gobierna nuestro suelo ibérico. A través de una
gran coalición: caciques, políticos corruptos, banqueros, patronal y los obispos,
han sido y son los que ponen en bandeja a los mercados los esclavos, los niños hambrientos, los desahuciados, los dependientes
abandonados, los científicos en la diáspora y la España en quiebra.
Ante la abdicación del Rey y la entronización de Felipe VI, La Casta está temblando porque los cabos que ellos creían atados y bien atados, están sueltos y a buen recaudo en las calles y plazas de
las ciudades. Mientras La Casta se organiza en improvisada corte de aduladores
y estómagos agradecidos, por no decir caciques y pelotas,
las ciudades se tiñen de banderas
republicanas, reivindicando que la República fue destruida por Franco con la aquiescencia de Don Juan padre
del auto defenestrado Rey Juan Carlos. Las raíces de la monarquía española se hunden en una dictadura sanguinaria. Los
franquistas del Partido Popular y el mismo monarca han sido compañeros en el perverso viaje de no reconocer la
legitimidad de la República y no
condenar la dictadura franquista. El Rey abandona el trono sin haber jurado la
Constitución. Ahora el
futuro Felipe VI ha jurado la Constitución pero tendría que reconocer
la legitimidad de la República y condenar
la dictadura obligando a que también la condene el PP. Todos esto es demagogia
pero esta demagogia tiene una bandera que blandimos en la calle y no tiene
visos de que ceda su blandir. La bandera de la República, la indignación y la protesta. Esta demagogia se nutre también de las otras
acepciones del verbo blandir. Mientras masacran al pueblo, La Casta, conjuga el
verbo blandir en todos sus modos, tiempos, números y personas; adulando, halagando y lisonjeando la monarquía; forjando una legitimidad que no la contemplan como
suficientemente afianzada en la
Constitución. Cuando Felipe
VI sienta sobre sus sienes el peso de la Corona, dos terceras partes de españoles aliviarán su peso con sus aplausos, pero otro tercio estará en la calle denunciando los fraudes históricos de los que ha sido víctima a través de la Historia.
Felipe VI tiene tres frentes abiertos: El
derecho a decidir de vascos y catalanes. El creciente aumento de la
sensibilidad republicana y deshacerse de La Casta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario