ROMPER CON EL PARADIGMA





Pedro Taracena Gil

Periodista











 
La sensualidad patrimonio natural del ser humano


El Templo de Debod.  P.T

Sin acudir a principios científicos, por mera observación, los seres humanos recibimos sensaciones de todo aquello que nos rodea a través de los cinco sentidos: la vista, el oído, la lengua y labios, el olfato, los dedos y manos, son ventanas abiertas en nuestro cuerpo para percibir ciertas variaciones sensoriales, que si son positivas nos causan deleite, y si arrastran cargas negativas nos hacen daño. El cuerpo en general puede ser receptor y emisor de una gran carga sensual. Una suave brisa sobre el rostro, la contemplación en una puesta de sol paseando por la playa con los pies descalzos, las caricias de la persona amada, un apretón de manos entre amigos, o una sesión de masaje escuchando simplemente el silencio. Las sensaciones conscientes propiciadas por estímulos propios o ajenos, configuran nuestra sensualidad. Los animales también reaccionan ante cualquier estímulo de acuerdo con claras o veladas muestras de agrado, desagrado o indiferencia. Es evidente que no es preciso ser versado en ciencia, para saber que la sensualidad toma parte del reino animal y es suficiente la simple observación para comprobarlo.



Foto: Alon Albergu

El primitivo instinto de procreación y conservación ha jugado un papel evidente en la evolución de las especies. Además de los cinco sentidos captores de la sensualidad, la naturaleza les ha dotado de la atracción sexual. El macho busca a la hembra arrastrados en época de celo para la copula y de este modo garantizar la supervivencia de su especie. Sin embrago la sexualidad en el ser humano, aunque tenga el mismo fin, es mucho más compleja y se pueden apreciar muchos matices. La mujer y el hombre no están a expensas del periodo de celo como el resto de las especies. El libre albedrío decide cuándo y con qué fin se produce el ayuntamiento sexual. La naturaleza que ha dotado de sexualidad a mujeres y hombres, no está al servicio exclusivo de la procreación. Más aún, la sexualidad enriquece sobremanera la sensualidad que proporcionan los cinco sentidos, de los cuales estamos dotados. Sin profundizar en la antropología del ser humano, se puede constatar que aunque el aparato genital reproductor de ambos sexos, encuentre su último fin en la procreación, de ninguna forma es exclusivo y excluyente de otras manifestaciones sensuales y sexuales. Esta evidencia promocionada por la naturaleza, no siempre ha sido interpretada por el hombre de este modo.
El paradigma que la historia de la humanidad ha ido diseñando a través de los tiempos, está preñado de Influencias decisivas culturales y religiosas.  Cuando en este ensayo nos referimos al paradigma, es evidente que esta singularidad encierra una pluralidad. Contaminando los valores naturales de la sexualidad y la procreación; estableciendo que la sexualidad es intrínsecamente mala cuando trasgrede su fin, que es el de la procreación conforme a las leyes naturales.


Foto: Alon Albergu

Muchos son los  avatares que han configurado este binomio sexo-reproducción. Para acotar las secuencias en este breve ensayo, podemos tomar el siglo XX en el contexto del mundo occidental, como ejemplo de paradigma más próximo. La célula social que albergaba la venida de la prole, era la constitución más o menos formal, de una futura madre y un futuro padre. El mundo judeo-cristiano y más tarde el islam, introdujeron mandatos de origen divino relativos al uso y abuso  del sexo. La sociedad occidental es producto de una religión monoteísta con mucho poder de influencia sobre los pueblos, hasta la segunda mitad del siglo XX. El sexo quedaba relegado al matrimonio religioso y exclusivamente con fines reproductores. Es decir, la institución matrimonial ponía remedio a la concupiscencia, resolviendo la incontinencia sexual. Sobre todo encaminado a traer hijos al mundo. El placer es una consecuencia que obtenido al margen de este fin, es pecado. Es reo de culpa y por tanto de condenación, quien practique autocomplacencia en sus zonas erógenas mediante la masturbación.  Tampoco le está permitida la práctica coital con intención de evitar la concepción, mediante profilácticos de cualquier tipo o eyaculando en el exterior, lo que se viene denominado, onanismo. Por supuesto toda relación sexual encaminada solamente al deleite sexual, fuera o dentro del matrimonio canónico, está considerada como perversa y mala. Una vez situados en el lecho conyugal, no todo les estaba permitido al hombre y la mujer. Las prácticas al margen del ayuntamiento sexual exigido para que el semen del hombre se deposite en la vagina de la mujer, son consideradas como pecado y contra natura.


Foto: Alon Albergu

Es fácil deducir que la sexualidad y la religión son opciones antagónicas. La religión considera la sexualidad como algo sucio, vicioso y malo. Sin embargo la abstinencia y el autocontrol se valoran como virtudes y conductas meritorias. La sexualidad al margen de la procreación, es pecado mortal, sin embargo estas mismas conductas en las sociedades occidentales, se reconocen como derechos intrínsecos de la persona. La evolución de las ideas morales y políticas a través de las épocas ha sido muy lenta, y la separación del poder religioso y el poder político, ha caminado en paralelo acompañados del pensamiento teológico y racional respectivamente. Dando lugar a los estados donde el hecho religioso se reducía al ámbito privado, surgiendo las sociedades laicas. Los estados modernos se dotaron de constituciones laicas o aconfesionales. Como consecuencia de este laicismo sin ataduras religiosas, surgió la libertad sexual que se convirtió en un derecho inalienable de la realización de la persona. Pero en no pocos países el conflicto sigue situado entre la vieja alianza trono altar y el maridaje de facto entre la Iglesia y el Estado. Sobre todo en las naciones que siguieron la Contrarreforma de la Iglesia Romana, han mantenido y mantienen un reducto nada despreciable de oposición a los valores laicos, ajenos a cualquier confesión religiosa. El caso español es un ejemplo de la influencia de las tesis vaticanas a lo largo del siglo XX, a pesar de dotarse de la Constitución de 1978, con valores laicos y teóricamente aconfesionales.
La libertad sexual, supone la ruptura del paradigma. La sexualidad considerada como un valor positivo marca la mayor ruptura, entre el pensamiento basado en la razón y los principios aceptados por la fe. Donde la sexualidad no entiende de géneros. El hombre y la mujer son iguales y ligados por valores humanos, no divinos. Son libres para desarrollar la sexualidad de forma individual, buscando su propio placer. También entre hombres y mujeres o bien formando parejas del mismo sexo, sin necesidad de establecer ningún vínculo legal. Respetando siempre los compromisos evidentes de respeto, igualdad, libertad y complicidad. Donde nadie es más que nadie, ni menos que ninguno. El fin de las relaciones sexuales no es la procreación. La procreación es una opción. De aquí se deduce que la maternidad no viene impuesta a la mujer. La mujer decide ser madre o no. Y una vez embarazada establece si desea parir o interrumpir su embarazo según las leyes. La maternidad es un derecho, no una obligación. Y el derecho a decidir sobre su propio cuerpo es de la mujer, no del Estado o de la sociedad. La discrepancia sobre si la interrupción voluntaria del embarazo, es un derecho de la mujer o prevalece el derecho a la vida del no nacido, es una discusión que tiene bases morales y religiosas no científicas.
La libertad sexual nos conduce a la igualdad, esta igualdad no la concede la realidad de ser padres. La igualdad viene dada por el derecho natural reconocido por la Constitución. El ser humano tiene los mismos derechos, sea mujer u hombre. A estas alturas los logros y cotas obtenidas en el derecho a la libertad sexual y en la igualdad en general, se puede afirmar sin lugar a equivocarnos que, en el plano personal, social y legal, sí se ha roto el paradigma. No obstante, este paradigma aún se resiste a desaparecer, pero los argumentos que lo sustentaba están perdiendo fuerza.
Todo aquello que era pecado, prácticas contranaturales que constituían esquemas inamovibles como la familia tradicional, han saltado por los aires. Las prácticas sexuales son una realidad en nuestra vida. Más aún, la sexualidad es el motor del mundo. La sexualidad está presente de forma individual y compartida, hombres con hombre, mujeres con mujeres, mujeres con hombres, formando parejas de hecho o de derecho. Matrimonios mixtos, civiles o religiosos, porque en el caso de los matrimonios religiosos, los hay que no aceptan todos los preceptos canónicos; quedando la ceremonia eclesiástica como un evento  social. El erotismo es  el amor sensual e impulsor de la sexualidad. Es la capacidad del ser humano para imaginar y crear fantasías que exciten el apetito sexual, y así lograr mayores cotas de originalidad y de placer; evitando la rutina y ahuyentando el tedio. La libido es la fuente del deseo sexual, considerado por algunos sexólogos como la raíz de las manifestaciones de la actividad psíquica. La divinidad Eros, antagónica de Yavé, exalta el amor físico elevándolo a la categoría de sublime. Esta narración poética entra en conflicto con los estoicos planteamientos del paradigma ancestral herido de muerte en nuestros días. Planteamiento prosaico de que el sexo únicamente sirve para engendrar y multiplicar la especie.
Observando los avances y logros sensuales, sexuales, eróticos y por qué no, pornográficos, encontramos que las satisfacciones logradas, han saltado los muros de los lechos amorosos y se comparten con las redes sociales en beneficio de la colectividad.  La escuela de la sexualidad es una realidad. Los temas tabú salen de los armarios de la hipocresía, y alcanzan el valor que nunca debieron haber perdido.
Ahora se habla de las conquistas de la mujer en la consecución de sus  orgasmos. En las iniciativas y alternativas, donde no hay nada vedado o vetado. El débito conyugal no doblega a la mujer a ser la sirvienta sexual del hombre. Puede rechazar o demandar solicitudes de su compañero, como el coito anal, el sexo oral o la colocación de un preservativo si así lo desea. La “postura del misionero”, preconizada por la Iglesia, queda fuera del lecho del placer. Hay alternativas venidas de Oriente o de Occidente que son más placenteras y menos dependientes y humillantes.
Si el paradigma se ha roto con la legalización de las relaciones gay, la irrupción legal también de las relaciones lésbicas, han tenido mayor  explosión de libertad  si cabe, y luchan porque su visibilidad en la sociedad sea mayor hasta alcanzar la normalidad. Al menos en el lenguaje habitual ya no se oculta que el hombre también tiene su punto G. Y que las relaciones entre mujeres, aunque no disponen del falo, pieza considerada esencial en la historia de la humanidad, no son por ello menos placenteras. El falo tiene mucho de mito. Es el símbolo del poder sexual, de la fertilidad como esencia de la procreación, y sobre todo al hombre se le consideraba hombre mientras su miembro viril se encontrara en erección. ¡Cuántos fracasos amorosos se han producido por esa petulancia! Mientras el hombre presumía de no se sabe cuántos polvos en una unidad de tiempo imprecisa, pocas veces enumeraba los orgasmos que había provocado en su amante. Y mientras su altanería no tenía límites, en los lechos conyugales se acuñaba la frase del orgasmo fingido. El falo también es el símbolo de la sumisión de la mujer ante el hombre, casi por naturaleza.
El paradigma se ha roto, y con él, el mito del macho ibérico. Mito estrictamente español inspirador de dramaturgos y músicos. El pene es el símbolo del sexo, pero no de la sexualidad, y menos de la sensualidad, que interviene todo el cuerpo. Hay hombres que por razones patológicas, padecen de forma permanente o temporal la disfunción eréctil. ¿Este hombre es un mutilado sexual? No, simplemente tendrá que utilizar otras herramientas de su propio cuerpo. La sexualidad se concibe en el cerebro y a través de las habilidades sensuales puede alcanzar sus ansiados objetivos. A raíz del episodio eréctil un paciente consultaba a su cirujano: “Doctor, ahora que me ha practicado una extirpación  radical de la próstata por un tumor cancerígeno, ¿no volveré a encontrarme el punto G? Esto lo decía antes de salir del hospital. En la primera revisión después de la intervención quirúrgica, el propio paciente traía la respuesta. Lo que él creía que provocaba el placer orgásmico, no era la superficie de la próstata, las órdenes procedían de más arriba.
El paradigma ha roto, también, los dogmas y mitos tradicionales. Aquellas personas que se unían en matrimonio soportaban el yugo de la sentencia implacable que decretaba: “Y se unirá el hombre a la mujer y serán los dos una misma carne, hasta que la muerte les separe” Así se comenzaba a vivir en una mentira. Se condenaban a que este yugo les hiciera iguales, no siendo posible y además perdiendo forzosamente su individualidad. Los dos juntos cumplían la condena de hacer lo mismo, aceptando lo mismo y discrepando en lo mismo. Mientras se producía el hecho de que el amor podría no ser eterno. Este concepto perverso de la unión, mataba toda riqueza individual perdiendo la ocasión de complementar la vida en común. Cualquier osadía que intentara salirse del guión establecido, caía sobre el transgresor la sospecha de infidelidad. Este pretendido equilibrio lejos de hacer justicia, favorecía las tendencias de posesión del hombre (activo), y las posturas sumisas de la mujer (pasiva). El amor nada tenía que ver con la procreación y la sexualidad tampoco estaba exclusivamente ligada al amor. El amor, el sexo y la procreación no formaban una misma esencia. Podían coincidir en el tiempo, pero no constituía garantía de permanencia. La venida de los hijos en esa confusión de falsedades conceptuales, encubría evidencias que de existir, eran temporales o nunca habrían estado presentes, al menos como estaban escritas en los paradigmas ancestrales. El yugo matrimonial a perpetuidad engendraba el machismo que tardaría muchos siglos en considerarse como perverso y negativo, atentado contra la dignidad de la mujer y contra la igualdad. Dejando constancia que: el amor, el cariño, la sexualidad, la sensualidad y la procreación, pocas veces venían juntas como libre opción. Quedando claro que para conseguir la perpetuidad de la especie solamente es necesario el ayuntamiento carnal. Como el resto de los animales.
Antes de continuar sobre las opciones sexuales, es preciso hacer un hueco a la virginidad. El estado virgen tanto del hombre como la mujer, era valorado de forma diferente. El hombre tenía patente de corso para abandonar este estado tan pronto como tuviera oportunidad; encontrando siempre un apoyo en un amigo o en algún familiar. La mujer sin embargo debía ir virgen al matrimonio, de otro modo era rechazada por el posible pretendiente y en otros extremos, si se perdía antes del enlace matrimonial caía una mancha sobre ella y en algunas etnias sobre su familia. La virginidad en la actualidad carece de valor y tan solo en los colectivos creyentes y practicantes, se tiene en cuenta. Actuando más como prejuicio social, que como convicción religiosa o moral.
Cuando el paradigma se rompe, se destruye de forma radical, porque es difícil de recomponer y más aún mantener ciertas partes de un todo, granítico y ancestral una vez roto. La libertad se impone y los prejuicios irracionales dan paso a la naturaleza que es todo lógica, mostrándose dócil ante la voluntad del ser humano. Libertad, responsabilidad e igualdad. Todos estos valores no pretenden justificar y argumentar la ruptura del paradigma. No, solamente pretenden observar cómo se comportan la mujer y el hombre cuando no pesa sobre ellos, las imposiciones que contradicen su natural forma de realizarse. Evitemos caer en epítetos como: antinatural, contra natura, aberración sexual, desviación de la conducta humana y otros que califican como negativo todo aquello que es ajeno al paradigma ancestral. Calificativo repetido en este ensayo de forma ineludible. Es evidente que en ausencia de libertad en las relaciones mutuas de cualquier naturaleza, abuso de una de las parte sobre la otra y agresiones que violenten la voluntad del otro, nos adentramos en conductas perversas y detestables. Pero mientras obedezcan a decisiones  libres y responsables, sin prejuicio de un tercero, el paradigma lejos de recomponerse, seguirá roto para siempre.
Después de esta anotación necesaria, nos adentramos en el interior del paradigma descompuesto y desactivado. Cómo abordar la bisexualidad, la transexualidad, el cambio entre parejas, el llamado menaje á trois, la orgía… Todo ello lo vamos a tratar aquí a partir de la base de que estos comportamientos no contradigan la voluntad de los protagonistas en cualquier variante del encuentro sexual.
Hay hombres que nacieron mujeres y mujeres que nacieron hombres. Es una evidencia incontestable, porque los órganos reproductores son de naturaleza biológica, y los sentimientos y las opciones sexuales emanan de la mente. El género no es exclusivo del órgano genital, es más complejo y se encuentra en lo más profundo de la personalidad del ser humano. El paradigma se rompe porque esta materia no es de índole moral y encorsetar la naturaleza de la persona en un paradigma hecho por los hombres para medir y excluir a los otros hombres, es perverso. Como resultante de esta ruptura la legislación de cada país, tiene en sus manos elevar a legal lo que en la calle es real de índole natural. No ha estado nunca en las manos del hombre o la mujer racionalizar el curso de su propia naturaleza. Bien es verdad que la ciencia está dando respuesta y encauzando estos conflictos personales, de forma satisfactoria.
Otra de las opciones de índole sexual que podemos observar y que corresponde a la vida hecha realidad y tangible, es la bisexualidad. Es decir, aquellos seres humanos que siendo heterosexuales, sienten también atracción sexual por el mismo sexo. La opción puede presentar conflictos frente a una tercera persona, pero esto no anula la realidad y tan solo se puede valorar como negativo, si se perjudica o engaña el compromiso contraído con otra persona. Pero nunca por cuestiones religiosas o costumbres morales. La bisexualidad  es una forma más de realizarse sexualmente. Es una prueba más de que el modelo natural basado en la libertad y en la igualdad, nada tienen que ver con el paradigma impuesto por los dioses, implantado por la clase sacerdotal que se arrogaba la infalibilidad de interpretar la verdad absoluta, al margen de la naturaleza. El placer es naturalmente positivo y la realización sexual un atributo y un derecho.
Después de estos planteamientos que venimos considerando de procedencia natural, es decir la sensualidad y la sexualidad, existen otras realidades las cuales se sitúan en el campo del amor. Como realidad social venimos observando las diversas opciones amatorias, formales, legales, de hecho o de derecho. Pero siempre contemplando dos sujetos como únicos protagonistas. No obstante la realidad nos dice que hay quien ha tratado de darse respuesta a la cuestión de tres protagonistas en el juego amoroso, no solamente de forma esporádica, sino establecido que no formalizado de derecho, en una opción de convivencia. Esta práctica minoritaria e innegable en nuestros días, rompe más si cabe el paradigma ancestral. Los hay que lo consideran contra la naturaleza y sus defensores, determinan que es una opción como las demás. Cuando las encuestas que estudian todas estas cuestiones que venimos tratando muy someramente en este breve ensayo, hacen preguntas secretas, espontaneas y libres, todas las opciones naturales posibles salen a la superficie con todos sus matices, es el bagaje cultural el que encorseta los hábitos y costumbres en lo tradicionalmente admitido como único natural y bueno. Pero nada tiene que ver con que esa estructura sea granítica y eterna. Hay libros que han profundizado en estas fórmulas de convivencia basadas en una relación íntima amorosa con tres personas de diferente género, libre, sincera, simultánea, estable  y sexual. Donde siempre está presente el consentimiento de todos los integrantes de la unidad amorosa. Estos libros son: El mito de la monogamia. Siglo XXI. Madrid, 2003. Por David Barash y Judith Lipton. O también, Promiscuidad. Editorial Laetoli. Pamplona, 2007.
Aunque este breve ensayo se quede corto a la hora de abarcar la magnitud de la grandeza de la sensualidad y sexualidad humanas, no podemos ignorar las opciones llamadas aberrantes: El triángulo sexual formado por tres personas combinando todas las posibilidades de género, es evidente que no corresponde a ningún estatus social formalizado pero es una prueba de que existe este tipo de relaciones sexuales. Son opciones libres y privadas, no clandestinas porque quien las lleva a cabo no es reo de culpa. Cualquier práctica sexual por extrema que sea a los ojos de los demás, solamente si quebranta la ley o escandaliza a menores, constituyen una conducta punible. Avanzando hacia los extremos, también toman parte de la realidad las orgías y las bacanales, heredadas sobre todo de los romanos. Como hemos trazado anteriormente, si son privadas, libres y no se denigra a la persona, toman parte de la riqueza que ofrece la capacidad sexual del ser humano.
Antes de que la sociedad en su mayoría hubiera roto el paradigma, que atenazaba los usos y costumbres de índole sexual, se produjeron comportamientos sexuales transgresores del puritanismo imperante. En el ámbito privado se realizaban intercambio de pareja dentro del hábito heterosexual tradicional. Un encuentro que proporcionaba otras alternativas sexuales, eróticas y creativas. Serían pecados para la moral pero no para el mundo laico.
Nos hacemos eco también de otra sensualidad mucho más sutil e imprecisa. Se trata de la atracción sentida no importa en qué género nos situemos, a la hora de manifestarnos mutuamente cariño, ternura, complicidad, amistad, hermandad, camaradería o compañerismo. En este campo la sensualidad, es decir la expresión espontánea de los sentimientos, está encorsetada en unas formas sociales tradicionalmente etiquetadas ausentes de expresividad. Aunque en los últimos años podemos observar una evolución manifiesta: los hombres y las mujeres se dan dos besos, aunque no sean familiares consanguíneos, y entre hombres se besan sin connotaciones homosexuales. Pero si rompemos el paradigma, rompámoslo en todas sus acepciones. Las muestras sensuales de cariño que se intercambian, por ejemplo las mujeres entre sí, no se reproducen de forma análoga a la de los hombres. Habría que hacer una reflexión sobre, si el auto control que se imponen los hombres a la hora de manifestar las muestras de cariño o de ternura, obedece a reminiscencias del paradigma de antaño, o bien somos conscientes de que estamos reprimiendo nuestros sentimientos sensuales: abrazos, masajes entre hombres, aplicación mutua de crema solar, un sinfín de conductas que llevan consigo la amenaza de pasar por homosexuales. Advirtiendo, no obstante, que no hemos mencionado los órganos genitales ni las sensaciones sexuales. Además estas sensaciones conscientes no entienden de género, son comunes al ser humano porque posee los mismos sentidos: ver, oler, gustar, oír y tocar. Para hombres y mujeres y entre hombres y entre mujeres. El resultado de la reflexión, quizás, nos anuncia que estamos renunciando a algo en aras de lo absurdo… Porque hemos atribuido, no solamente conductas de protocolo y cortesía superficial, sino que también hemos reprimido nuestros impulsos espontáneos que contienen sentimientos de alto contenido humanístico. No se trata de romper el paradigma de antaño y reemplazándolo por otro de hogaño. Con este planteamiento lo que se reclama es la espontaneidad emocional, al margen de la opción sexual.
No ha sido fácil para los autores de este breve ensayo, huir de tecnicismos científicos que podrían esterilizar su contenido, pero lo que sí pensamos que se haya conseguido, es presentar negro sobre blanco esta apasionante  experiencia humana. Es decir, la sensualidad y la sexualidad que es común a todos los mortales, aunque cada cual tenga su forma de vivirla y compartirla, al margen del paradigma. Paradigma que estos autores reconocen que pesa como una losa sobre todo en generaciones pretéritas. Aunque ahora tengamos  la satisfacción de entregar otra realidad más humana a las generaciones venideras.
Este breve ensayo estaría mutilado si no dedicara unas líneas para aquellas personas que teniendo a su alcance una vida sensual y sexual, renuncian a ella y se consagran a la castidad, más aún a una virginidad perpetua. Hombres y mujeres, todos ellos consagrados a causas religiosas o laicas, bajo un rigor estoico. Este quipo ha tenido la oportunidad de conocer de viva voz a personas que han hecho suya, también, esta realidad. Aunque hay teorías que mantienen que unos se hacen eunucos por voluntad propia y otros son eunucos por una causa transcendental, asistidos por una fuerza que les alivia la concupiscencia. Esta composición CONTEMPLACIÓN,  pretendida como un poema, nos hace movernos en la línea divisoria entre el sentir y consentir…


Foto: Alon Albergu
CONTEMPLACIÓN
El verbo se ha clausurado,
el silencio se hace salmodia
y el trino de los vencejos,
interrumpe la madrugada.
Resaca de noches engolfadas
con las mieles del amado,
droga cotidiana de eunucos,
del infierno escapados...
¡Qué días preñados
de sol y luna!.
¡De muerte y vida,
embriaguez y locura!.
¡Oh! noches aladas,
colmadas de angélicos aquelarres.
Fiestas vividas en íntimas estancias,
llenas de inconfesables placeres;
sufriendo en las almas,
la divina ausencia.
Bendita incomunicación,
pórtico y flagelo de mi vida,
lecho mortuorio de mis sentidos.
¡No me pidas regresar
de esta locura...!
¡Me atrapó…!
Antes de nacer o antes de morir.
En un principio o al final.
Siempre o nunca.
¡Déjame que me abandone
en mi afán!
Hora tras hora.
Salmo a salmo,
hasta el final...

P.T.
Nota.- Agradecemos la colaboración anónima y desinteresada de las personas que nos han aportado su experiencia personal en este campo. Pero ha habido otros colaboradores que han preferido firmar sus valoraciones y así las hacemos constar.
Hugo Roig Montesdeoca

Uno de los aspectos que pueden dar una idea del cambio que ha sufrido la sexualidad en nuestra civilización, es la importancia que, cada vez en más medida, damos los hombres a nuestro aspecto e higiene. Siempre me pareció muy sexista aquella famosa frase que rezaba, “El hombre como el oso cuanto más feo, más hermoso”. Es decir, se daba por supuesto que la mujer debía ser una bella propiedad del hombre y, como tal, debía estar esplendorosa las veinticuatro horas del día. No debemos olvidar que el deseo sexual es un apetito, comparable al apetito alimenticio, el cual tiene una componente visual muy importante, como sabemos, nunca nos comeremos algo cuyo aspecto y forma no nos agrade. Pues en la cuestión erótica, ocurre algo muy similar, y no quiero decir con esto que tengamos que estar todos con un aspecto de portada de revista. Me refiero a que es justo y necesario cuidar la imagen y la higiene de la misma manera que lo hacen las mujeres desde hace siglos.
No hay más que echar un vistazo a ciertas películas del cine patrio de hace algunas décadas, cuando comenzó el conocido “destape”. La tónica era una señora bellísima con un cuerpo de infarto y un señor que, por decirlo suavemente, ganaba mucho con ropa. Lo que es lo mismo, el ensalzamiento sempiterno del “Macho ibérico”, ese macho que trataba a la mujer como una especie de recurso para cubrir las necesidades biológicas.
Cierto es que la mujer, al ser de psique mucho más evolucionada que el hombre, valora más otros aspectos del varón tales como su inteligencia, sentido del humor, seguridad y autoconfianza, etc. (Si bien, a veces, esto es más un cliché que una realidad factible). Pero es cierto también que, cada vez más, la mujer es libre y consciente de su potencial sexual, cada vez es más exigente evaluando a su compañero, sea éste estable o circunstancial. Ahora las mujeres también cubren sus necesidades sexuales, sabiendo que es dueña de su cuerpo (a pesar de las presiones en sentido contrario de algunos sectores ultraconservadores) y buscando esa dosis necesaria de placer que, hasta no hace muchos años, les era canónicamente denegada. Aspecto que me intriga profundamente, esa aversión de las instancias religiosas hacia la mujer y la sexualidad. Supongo que es más sencillo reprimir a los demás que los propios instintos vitales.
Antonio Giovannini

Acabo de leer el ensayo, y de verdad me parece muy bien hecho. Además estoy de acuerdo casi con todo. Pero prefiero añadir aquí por separado unas reflexiones en lugar de escribir sobre el texto.  
Antes de todo te digo que yo no soy ni ateo ni agnóstico, sino creyente y practicante. No obstante no tengo problemas en vivir serenamente la sexualidad en general, y mi homosexualidad en el específico. Pienso que la xenofobia y la homofobia no proceden de Dios, sino de los hombres que se erigieron y siguen erigiéndose en únicos intérpretes  de la palabra de Dios y jueces de las acciones de los hombres. Como ves, mi fe cristiana es muy personal, aunque muchas iglesias protestantes y no, como las iglesias vetero-católicas, ya no condenan ni las parejas de hecho, ni la homosexualidad, ni una vida sexual sin estar casados. Las iglesias, excepto la Católica romana y las iglesias ortodoxas, están evolucionando con los tiempos y la sociedad, aunque más despacio, y no excluyo que incluso la Católica pueda cambiar algo de su actual postura rígida y anacrónica. Te digo eso porque conozco muy bien muchos curas y religiosos que no están de acuerdo en absoluto con el magisterio oficial y esperan que los jefes en breve corrijan su postura. El problema es también que detrás de la religión hay en la iglesia, como en las estructuras de las otras confesiones religiosas, un montón de intereses que con la religión y la espiritualidad tienen muy poco que ver. Como segunda reflexión, puedo decirte que, por lo poco que conozco, hay muchísimos ejemplos de bisexualidad y de homosexualidad también en muchas especies animales diferentes. Eso hace todavía más absurda la teoría que tales inclinaciones y comportamientos sean "innaturales", o peor en contra de la naturaleza. Al máximo se puede decir que no son comportamientos e inclinaciones predominantes, y ni eso si se miran unas especies de primates como el bonobo (que por supuesto parece ser el más parecido al hombre). En el bonobo la bisexualidad, sobre todo en los machos, es casi la norma. El problema para mí es eso: el hombre, que está situado  más arriba de los otros animales, porque tiene un intelecto y sobre todo un alma de nivel superior, tiene que saber gestionar y controlar la esfera de su sexualidad, así como todas sus actividades, de manera tal que no sea esclavo de sus instintos, pasiones y pulsiones, sino sea el dueño de esas, y viva el sexo de manera responsable, madura y respetuosa de sí mismo y sobre todo de los otros. Por ese mismo motivo yo respeto de manera profunda a los que libremente eligen no vivir su sexualidad, es decir los que viven en castidad. Si ellos desarrollan mejor su personalidad y su espiritualidad viviendo de esa forma, y son capaces de hacerlo sin tener problemas serios, me parece estupendo, aunque creo que justo esa forma de vida es "innatural", porque se trata de reprimir y ahogar instintos, pasiones y funciones básicas de la persona humana.  
Bueno, espero no haberte aburrido demasiado con mis palabras, y también no haber cometido muchas faltas de gramática u ortografía, porque,  como sabes, yo no soy español de origen aunque hoy veo a España como a mi país.
Feliciano Tisera

Día a Día Córdoba (Argentina) 09/09/2013
Asexuales: vivir la vida sin sexo.

Hay especialistas que los llaman el cuarto sexo (después de los heterosexuales, los homosexuales y los bisexuales) y ellos aseguran que son el 1% de la población. En Córdoba no tienen visibilidad. Pero ya hay un pionero.




Si Adán y Eva fueron asexuales, mirarían con esta desconfianza la “manzana del pecado”.

Andrés, pide que lo entiendan

 “Asexual: persona que decide vivir sin sexo porque no siente atracción sexual hacia otras personas”. Esa definición es la que se dan ellos mismos, a través del colectivo que los reúne en todo el mundo, y que en Latinoamérica se llama Reva: Red para la Visibilidad y Educación de la Asexualidad. En Córdoba no hay una comunidad asexual, pero hay un pionero que quiere construirla: Andrés Danielo, un estudiante riocuartense que vive en Villa María, donde estudia ingeniería en sistemas y administra la página de Facebook del Reva. “Si no hubiera aprendido lo que es la asexualidad, si no hubiera encontrado gente como yo, me sentiría mal, porque sentiría la obligación de tener sexo. Y no es así: si alguien no desea tener sexo, por más que ame a la otra persona, no lo tiene que tener”, le dijo Andrés a Día a Día.
No te obligues. Los asexuales buscan visibilidad, no tanto para que la sociedad los deje de ver como “bichos raros”, sino, principalmente, para que aquellos que comparten esta falta de interés sexual en otras personas vean que hay mucha gente como ellos. Y que se sientan libres para desechar el sexo.  “Es como si un gay sintiera la obligación de tener sexo con mujeres sólo porque no sabe que hay otras personas como él y que es normal”, explica Andrés.
Por ahora, los asexuales se nuclean en Argentina en un movimiento nacional, porque en las provincias no hay comunidades formadas. Por eso, Andrés llama a las personas que sientan lo mismo a que se pongan en contacto, lean artículos, y despejen dudas: “Sentimos que no nos conocen porque somos pocos, pero en realidad somos más de lo que creemos. Hay muchas personas que en este momento se están forzando a tener sexo para sentirse ‘normales’, pero son asexuales y no se dan cuenta porque no conocen el término ni lo que significa. Por eso buscamos visibilidad. Si nos envían consultas, nosotros las vamos a responder”.
Los asexuales nucleados en la Reva (la filial en español del movimiento Aven, en inglés) pretenden dar apoyo a jóvenes que han sentido lo mismo que ellos durante el desarrollo de su sexualidad. “En la adolescencia, en el colegio, con las primeras salidas, comienza a desarrollarse la identidad sexual de la persona. A nosotros no nos pasa”, explica Andrés, a quien le gustan las mujeres, aunque sin deseo de mantener relaciones sexuales. Afirma categóricamente no sentir ningún tipo de atracción hacia hombres. “El hombre, en nuestra sociedad, está visto como el macho que sale a buscar mujeres. Si uno no hace eso, piensan que es gay. Y no es así”, explica.
Problemas de pareja. Por supuesto, el tipo de atracción que Andrés siente a hacia las mujeres le complica sobremanera el tener una pareja, aunque alguna vez haya estado enamorado. “Ese es uno de los problemas que tenemos los asexuales que buscamos pareja. He tenido novias, pero no ha sido gran cosa, no he tenido parejas estables ni noviazgos duraderos”, asegura el joven cordobés.  Los asexuales, según especialistas, se suelen dividir en dos tipos: los que no sienten deseo sexual, y los que sí suelen sentirlo, pero no les apetece compartirlo con otra persona: vale decir, se las arreglan solos.
“En la mayoría de los casos, tu deseo sexual te lleva a tener relaciones con otra persona. En el asexual, el deseo sexual no se vuelca en alguien”, explica.
Recalca que no siente repulsión ni fobia al contacto físico: “He besado y acariciado a mis novias y todo bien: no me da fobia tocarlas. Simplemente que no me nace mantener relaciones”.
Salir del armario. El movimiento de visibilización de los asexuales nació en San Francisco, California, Estados Unidos, a través de la web creada por el activista David Jay (www.asexuality.org). Hay 16 comunidades, divididas por idioma. La comunidad en español ha sido una tabla de salvación para que Andrés entendiera que no está solo en el mundo.
“A través de Reva he conocido a personas de varias partes del mundo con las que me comunico, charlamos y constantemente debatimos. A veces volcamos nuestra frustración por sentirnos incómodos en una sociedad que muestra que el sexo es todo”, cuenta.
Y traza una analogía con el camino que siguieron las personas homosexuales para ser aceptadas en la sociedad, y que aún no ha terminado: “Se suponía que a los hombres les gustaban las mujeres y viceversa. ¿Cómo se sentían los homosexuales y las lesbianas antes?”.
Nació en Estados Unidos. El movimiento de visibilización de los asexuales surgió en California, Estados Unidos: www.asexuality.org
Estar en el ojo de la tormenta. “Sé que me voy a poner en el ojo de la tormenta. Habrá gente que no me entienda, alguno se reirá. Lo enfrenté una vez con mi mamá y no salió muy bien: no terminó de entender el concepto. Ella piensa que es una fase temporal, como mucha gente piensa. Que aún no se te desarrolló. Te dicen ‘Ya vas a ver’, o ‘El sexo es hermoso, ¿estás seguro?’. No soy virgen, no he tenido muchas experiencias, pero... ¿las he disfrutado? Ni sí, ni no”. Andrés Danielo no tiene miedo a enfrentar lo que le venga después de esta nota: “Es lo mejor. Si hay que hablarlo, lo hablaré. Si leen una nota en la que plasmes lo que digo, a lo mejor me pueden entender. Ven que no es una moda ni nada por el estilo”.

Cómo comprender a la gente asexual

Creado por Charlyfar, Pamela Gonzalez, WikiVerificador

Los asexuales son aquellos que no experimentan atracción sexual. Aunque hay algunos, incluyendo pero no limitándose a los gris-asexuales, que experimentan atracción sexual un momento u otro. Esto no significa que estas personas tengan un trastorno y pueden ser muy felices de esa manera.



Pasos:





1

Ten en cuenta la diferencia entre asexualidad y celibato. Ambos términos no significan lo mismo. Las personas célibes son aquellas que podrían sentir atracción sexual, pero se abstienen de realizar alguna actividad sexual, mientras que los asexuales no tienen ningún tipo de deseo sexual por ningún género. No todos los asexuales son célibes.




2
No confundas a los asexuales con los homosexuales. Los asexuales no son homosexuales reprimidos. Ellos no sienten atracción sexual hacia su propio género, lo que descarta a la homosexualidad como una orientación; sin embargo, algunos asexuales son homorrománticos. Ellos son capaces de sentir una atracción romántica y pueden identificarse con muchas orientaciones románticas distintas (panrromántico, birromántico, heterorromántico, lith rromántico, sapiorromántico, etc.).



3

Ten en cuenta que los asexuales no son personas que han reprimido su sexualidad. Los célibes se abstienen de tener sexo (temporalmente, como hasta el matrimonio o permanentemente como algunos sacerdotes), mientras que los asexuales generalmente no piensan sexualmente de su cónyuge incluso dentro de un matrimonio establecido.






4

No esperes que cambien. Los asexuales no cambiarán si “conocen a la personas correcta”. Por lo general, nacen así y lo seguirán siendo por el resto de sus vidas, tal como pasa con cualquier otra sexualidad. Así que suponer que pueden “arreglarse” es algo bastante insultante.



5

Entiende sus motivaciones. Los asexuales no están en contra de las relaciones no sexuales, simplemente no tienen el deseo de involucrarse sexualmente. Muchos de ellos tienen parejas, algunos tienen sexo por una variedad de razones (emocional, íntima, reproductiva, etc.), aunque no se sienten sexualmente atraídos hacia su pareja. Por otro lado, ten en cuenta que algunos asexuales sienten rechazo por el sexo (es decir que este puede hacerlos sentir muy incómodos e incluso la idea de tener sexo o algo voyerista podría enfermarlos literalmente).



6

Ser asexuales no significa que no les guste el contacto físico. Solo porque una persona sea asexual no significa que no le guste el contacto físico. Simplemente no siente deseos de tener algún tipo de contacto sexual. Sin embargo, algunos asexuales pueden sentir aversión por este tipo de contacto aunque eso depende de la persona y no de su orientación sexual. Sería mejor preguntárselos.



7

Evita pensar en los asexuales como personas con un tipo de trastorno. Ellos no eligen ser así y muchos son perfectamente felices siendo asexuales y creen que no necesitan ninguna “cura” para su condición. Por lo general, ser asexual no cambia mucho la conducta de una persona e incluso podría no mostrar ningún rasgo externo que indique su orientación.




8
Ten en cuenta que la mayoría de asexuales no lo son porque hayan sufrido de abuso sexual. No existe una causa conocida para ser asexual, así como tampoco se conoce una para cualquiera de las otras orientaciones sexuales.
Consejos:

· Una persona asexual es la misma que era antes de que te contara acerca de su orientación. No necesitas tratarla de manera diferente a menos que te lo pida específicamente.
· Asimismo, algunos asexuales son arománticos, lo que significa que no experimentan o no tienen interés en relaciones románticas. Si este es el caso, entonces esa persona no tendrá ningún interés en una relación romántica. Muchos asexuales prefieren no salir con aquellos que experimentan una atracción sexual, porque anticipan que su pareja potencial esperará tener sexo o algún tipo de favor sexual.
· No te ofendas si esa persona no está interesada en una relación. Ten en cuenta que los asexuales no experimentan ninguna atracción sexual o lo hacen de un modo muy poco frecuente, así que lo más probable es que te decepciones si lo que buscas es tener un contacto físico.
· Si estás en una relación romántica con una asexual y tienes otro tipo de orientación (heterosexual, bisexual, homosexual, pansexual, etc.), es importante que tanto tú como tu pareja se comuniquen para saber las cosas que la incomodan y las que no.
· Ten en cuenta que la orientación romántica no es lo mismo que la orientación sexual.
· Los gris-asexuales son personas que podrían sentirse atraídas sexualmente hacia otros dependiendo de la circunstancia. Por ejemplo, la demisexualidad comprende a un tipo de gris-asexuales que pueden sentirse atraídos sexualmente hacia aquellas personas con las que forman lazos fuertes.
· Existen varios símbolos para la asexualidad. Uno es usar un anillo negro en el dedo medio de la mano derecha. Otro es el as de espadas o de corazones. Otro símbolo son los colores asexuales: negro, gris, blanco y morado. El negro significa asexualidad, el gris es para los gris-asexuales, el blanco para los sexuales y el morado para la comunidad.
· Un término que se utiliza frecuentemente para describir a los asexuales es “as”, el cual es la versión abreviada de la palabra “asexual”.

Así se vive sin deseo sexual



 MÁS SOBRE LA ASEXUALIDAD

"No es que pensemos así, es que somos así"

 

La forma de rechazo que reciben las personas asexuales por parte de la sociedad es la negación. Así lo cuenta Marta, la responsable de prensa de Avenes, cuando se le pregunta qué tipo de rechazo o rechazos recibe la comunidad asexual.
"Se tiende a pensar que esto es una 'tonteria' más. A la gente le cuesta asimilarlo, lo que es entendible ya que rompe con muchos supuestos y algunos lo toman como una especie de 'estilo de vida'. No es que pensemos así, es que somos así, pero el ser es algo que no se acepta tanto. Otros tiran de achacarlo a un problema mental o de hormonas y que, por tanto, es algo transitorio y que tiene cura. Vuelven a lo mismo: negar que haya gente asexual".
Se refiere Marta a dos disfunciones sexuales que se suelen mencionar cuando de asexualidad se habla: el trastorno hipoactivo del deseo y la aversión sexual. El propio Bogaert, considerado como el académico que más tiempo ha empleado en analizar la asexualidad, afirma que "futuras investigaciones deberían tratar el asunto", aclarando las diferencias entre unos y otros casos.
En una línea similar se expresa la también psicóloga y sexóloga Martina González Veiga, para quien "el problema no es la asexualidad sino la concepción que tenemos de las relaciones de pareja y la sexualidad". "Si hay comunicación, si hay equipo, si tienes educación sexual, las cosas no se complican tanto. Lo que sí ofrece la asexualidad es otra manera de ver las relaciones de pareja y los encuentros sexuales", cree.

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