Primera parte: Rumiante de las emociones
He demorado unos días como
siempre, pero esta vez no encontraba el esquema que me permitiera analizar y
reflexionar, sobre los temas tratados en nuestra última sesión. Utilizando
nuestro lenguaje de las emociones y sensaciones, he descubierto que lo que
realmente buscaba era la propiedad de alguno de los animales mamíferos que son
rumiantes (*). Me sentía un tanto inquieto, inseguro y hasta desanimado. Estas
emociones no me permitían hacer la digestión de algunos aspectos que más tarde
me sosegaron, porque me hicieron recordar que mi SUBIDA AL MONTE TÁNTRICO, es
en realidad un proceso de aprendizaje, basado en el ensayo-error y en la
imitación de modelos, siempre en positivo.
“Me parece un chiste de muy mal
gusto, machista e impropio del siglo XXI y sobre todo desafortunado para un
ambiente universitario... Yo causo baja en este grupo”.
Reacción después de tu consejo:
Correo dictado por la empatía: Personalmente no estoy de acuerdo con este
chiste. Respeto tu libertad de expresión, pero es posible que las mujeres en
general o alguna en particular, no se sientan muy halagadas. Espero que mi
empatía obtenga tu comprensión.
También tratamos el tema de los chakras y la meditación. Sin duda este proceso de aprendizaje será arduo para
mí, porque tengo que romper con el paradigma asociado a los conceptos:
espiritualidad, percepción e intuición afectadas por el campo áurico. Como
contrario al aurea mediocritas. No
obstante, seguiré las pautas que tú me indicaste a través de vídeos YouTube.
Otro aspecto que estuve rumiando
(**) fue el sentir placer, molestia o dolor a través de tus diferentes caricias
en el interior del ano. En esta parcela he llegado a la conclusión que debo de
hacerme yo mismo exploraciones internas, llegando a la máxima profundidad de la
cavidad anal. Después de rumiar sobre la aproximación de tu pene erecto a mi
ano, he de decirte sin rubor, sin pudor y sí, con deseo sexual y erótico, que
lejos de sentir bloqueo o rechazo, en mis manifestaciones insinuantes de
acercamiento a tus genitales, pudiste percibir mi complicidad cargada de
intención. Mi docilidad es absoluta y quedó muy complacida. Tú me vuelves loco
de placer, atrapado entre tus brazos, inmovilizando mi cuerpo y mis manos. En
esos momentos te conviertes de maestro en el amante y seductor perfecto. Yo
gozo con alegría y me haces muy feliz.
También traté de hacer la
digestión sobre el efecto que me causó el cambio de impresiones que tuvimos
durante el primer abrazo tántrico. Me ofreciste la oportunidad de darte placer.
Que fue tanto como decir que abandonara mi papel de discípulo y tomara el rol
de amante en plano de igualdad. Es evidente que no respondí a tus expectativas.
Lejos de hacer la digestión de mi comportamiento, se me indigestaron las dos
observaciones que me hiciste. Fui torpe a la hora de acariciarte, con poca
creatividad en la intención. Y prioricé el echarte mano al pene, cuando me
manifestaste instantes después, que recibir caricias en el pene erecto para ti,
suponía una parte quizás con menos sensibilidad que el resto del cuerpo.
Hasta aquí te comunico con total
satisfacción, más aún, con sosiego y alegría, que esta reflexión escrita me ha
servido para rumiar y digerir mis emociones un tanto alteradas. Ha sido una
terapia propia y una apuesta para seguir con mi aprendizaje. Reconociéndote
como mi gran apoyo. Faro guía y callado (***) mío.
Segunda Parte: Más desnudo que
nunca.
Erguidos uno frete al otro. Desde
el instante en que me vi con el torso rasurado como un adolescente, sentí una
invasión de sensaciones y emociones, que me proporcionaron satisfacción sensual
y mucha alegría. Nunca me había sentido tan desnudo, como después de ducharme y
quitarme el jabón de rasurar. Aunque traté de darte la sorpresa cuando ya me
cubría con el fular. Recuperé con esta decisión, la sensibilidad perdida en el
pecho y sobre todo en el bajo vientre y en el entorno de los pezones.
En nuestro primer acercamiento
separados por el nuevo pareo más transparente, percibí la presencia de tu
cuerpo. Con los ojos cerrados, intuí tus ligeros toques y el jadear próximo a
mis orejas y boca. Me abandoné en la
desnudez más real (dorso rasurado).
Con mi nueva desnudez fui más
consciente de la proximidad, de los toques, de los contactos y en el abrazo
sentí mayor excitación, al rozar los genitales entre nuestras piernas.
Presencia relajada y muy placentera.
Sobre el tatami, mi nueva desnudez
fue la constante que potenció la libido, el deseo, la excitación, y sobre todo
el erotismo de la fusión piel con piel. Suavidad, temperatura y la sensibilidad
de tus velludas y recias piernas.
Abundando en las nuevas
sensaciones, gracias por dedicarme un espacio y un tiempo a masajear mis pies,
las plantas talones y dedos. Percibí una sensación especial cuando alojaste mi
pie en una de tus ingles. Y me indicaste que mis pies arqueados podían y de
hecho albergaron tus genitales. Con mucho gusto y placer.
Cuanto más logramos el fiel de la
balanza entre maestro y discípulo, más crece el deseo en descubrir la energía
sexual en todos los rincones de mi cuerpo. Me hizo muy feliz y sentí mucha
alegría cuando percibí que yo te estaba estimulando y tú respondías a mis
estímulos.
En las últimas sesiones, va
creciendo la oportunidad de vivir con más intensidad sensual y sexual, todas y
cada una de las secuencias. Con tacto exquisito abordas las mil y una formas de
provocarme el deseo y excitar mis potencialidades.
Descendiendo a los detalles
quiero revivir algunas secuencias especiales por la abundancia de sensaciones
eróticas:
Tendido sobre la espalda y tú
alojando mi cabeza entre tus piernas, rozando tus genitales contra mi pelo.
Siento la paulatina dureza de tu pene y visualizo tu pene ya erecto. Al mismo
tiempo me colocas mis manos en tus glúteos y espalda. Con tus manos masajeas
mis oídos, cuello, mis pezones y el pecho. Esta vez sus masajes en el tórax
eran como algo nuevo. El vello era un impedimento…
Sin perder esta posición me abres
de piernas y me haces sentir tu pene lubricado y erecto entre mis glúteos y
en la entrada del ano. Para mí sentir tu pene erecto contra mi cuerpo y dejarme
acariciar lentamente todos los pliegues de los genitales, es una auténtico acto
de adoración donde compartimos la sexualidad. Cuando yo te acaricio y tú me
correspondes con una erección plena, siento una gran satisfacción de compartir
ese placer y una gran alegría. El placer se agranda cuando soy consciente de
que tú me permites que yo juegue con un juguete muy deseado por mí. Tu pene
erecto.
He de decirte que contigo jamás
se repite una secuencia que hayamos desarrollado en una sesión anterior. La
actividad sensual y sexual que me propones compartir es muy creativa. Es verdad
que hemos ido avanzando en la medida que yo he ido venciendo los bloqueos. Te
quiero confesar por enésima vez que me vuelves loco cuando tú rompes en cierta
medida con el guión establecido.
Llegado el momento yo me veo
acosado, excitado, atrapado, dominado y muy complacido. Tu seducción jadeante
muestra deseos de poseerme cual animal en celo. Y yo me siento muy satisfecho.
En esos instantes yo también te deseo y te lamo el cuerpo, te muerdo, me gusta
besar tu piel y me dejo hacer… Sentirme poseido por ti es la mejor respuesta
que te doy como reacción a tus masajes y caricias. Un trabajo bien hecho y de
reconocimiento a mi persona. Muchas gracias.
Nuestro abrazo final fue
totalmente satisfactorio, preñado de sensaciones y emociones, percibiendo la fusión
piel con piel, juntando las caras, besándote el cuello y los hombros y hasta
pegándote mordisquitos en los lóbulos de las orejas. Suavidad, calidez,
ternura, sensualidad, erotismo y mucha identificación…
De rumiar y -nte.
1. adj. Que rumia.
2. adj. Zool. Dicho de un mamífero: Del grupo de los artiodáctilos patihendidos que se alimentan de vegetales, carecen de incisivos en la mandíbula superior y tienen el estómago compuesto de cuatro cavidades; p. ej., el camello, el toro, el ciervo, el carnero, la cabra, etc. U. t. c. s. m., en pl. como taxón.
(**) rumiar
Del lat. rumigāre.
Conjug. c. anunciar.
1. tr. Masticar por segunda vez, volviéndolo a la boca, el alimento que ya estuvo en el depósito que a este efecto tienen algunos animales.
2. tr. coloq. Considerar despacio y pensar con reflexión y madurez algo.
3. tr. coloq. Rezongar, refunfuñar.
(***) cayado
Del lat. vulg. *caiātus, y este del lat. tardío caia 'cayado'.
1. m. Palo o bastón corvo por la parte superior, especialmente el de los pastores para prender y retener las reses.
2. m. Báculo pastoral de los obispos.
cayado de la aorta
1. m. Anat. Arco que describe la arteria aorta cerca de su nacimiento en el ventrículo izquierdo para descender a lo largo del tórax y del abdomen.
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¡NAMASTÉ!
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