LA ANTIGUA PLAZA DE LA CEBADA DE MADRID



Cuando lees extractos de diferentes obras de Benito Pérez Galdós en los que describe Madrid con maestría y detalle, a uno no le cuesta demasiado trabajo imaginarse paisajes como el que recuperamos en este secreto. Una rutinaria escena de La Latina anclada en el año 1890, con luces y sombras, toques rudimentarios y campechanos, pero así se vestía aquella capital en sus días de diario, con más certezas que ilusiones.

Secretos de Madrid

Estamos en la Plaza de la Cebada, uno de los puntos más comerciales de aquella Villa, encuentro de tenderos y compradores, de puestos callejeros cobijados por paredes y estructuras de tela, como las que se parecen intuir al fondo de la imagen. Es allí donde apreciamos la Iglesia de Nuestra Señora de Gracia, la cual se levantó donde antaño estuvo el Humilladero de San Francisco y que finalmente se derribó en 1903 para construir el primer Mercado de la Cebada, con esqueleto de hierro y precursor del actual.

Para llegar hasta a ella, desde la posición en la que contemplamos esta galdosiana escena, tenemos que caminar a través de ese tosco firme de adoquines, vías incluidas, ideal para las suspensiones de los coches y dejar atrás ese añejo comercio que hace esquina a mano derecha, toldo presente. Siempre me ha parecido llamativo el poder evocador que tiene la palabra “ultramarinos”. Con sólo leerlo uno se recrea mentalmente paseando por un local repleto de mercancías y productos inverosímiles, con aromas mezclados en el aire y un suelo de madera que emite un leve crujido a cada paso. Una pena que estas tiendas se fueran borrando de nuestras calles.

Seguimos caminando y vemos bailando al viento banderolas y algún que otro adorno más ¿Estamos de celebración? Parece que sí, pero no podemos saberlo a ciencia cierta. Quizás para salir de dudas lo más sencillo sea preguntar a cualquiera de los paisanos o mujeres que parecen ignorar nuestra presencia. Da la sensación de que están más preocupados en levantar, sobre el perímetro de las aceras, una fina frontera con sus puestos callejeros. Un mercado de quita y pon de alama errante y castiza.

En La Latina hoy predominan locales y establecimientos estilosos, de buen gusto. Ellos son la enorme mayoría pero todavía quedan loables supervivientes. Rincones que no desentonan tanto con el Madrid que observamos en la fotografía de hoy, aquel que revivimos a través de libros e imágenes antiguas. El que sentó las firmes bases sobre la que se construyó el Madrid que ahora disfrutamos. Los orígenes más inmediatos de esta adorable ciudad.


UN MERCADO “PARISINO”

Sin embargo la venta callejera no era una práctica muy higiénica, así que con el fin de paliar la insalubridad de los productos vendidos en estos puestos y como parte de la reforma urbanística de Mendizábal, el Ayuntamiento acordó en 1868 la construcción de una serie de mercados que abasteciesen a la población madrileña. Uno de ellos fue por supuesto, nuestro Mercado de la cebada.

El arquitecto encargado, Mariano Calvo Pereira, se inspiró en las estructuras de hierro y cristal de la arquitectura de moda en París. El edificio resultante daba cobijo a una actividad comercial que pasó de itinerante a permanente. Tenía una gran cubierta ventilada de chapa sobre estructura metálica con altos ventanales que procuraban la iluminación natural. Además de ser mucho más adecuado para la venta de alimentación, el nuevo mercado supuso la nota de modernidad que la sociedad madrileña de la época demandaba. Este mercado fue inaugurado en 1875 por el rey Alfonso XII y se convirtió en el mercado más importante de la ciudad de Madrid a principios del siglo XX.


Puestos en el primer Mercado de la Cebada



GALERÍA DE IMÁGENES 












COMENTARIO

 En 1959 y con 14 años tuve la oportunidad de conocer en plena actividad el mercado ubicado en el interior de la llamada PLAZA DE LA CEBADA. Me hospedaba en la calle del Humilladero número 22 a unos pasos de la legendaria plaza. Todos los miembros de mi familia vendían en los puestos diversos productos.

En varios autores consultados ubican la demolición de la plaza en los años cincuenta. Sin duda, aunque se comenzó a planificar su inexplicable desaparición en los años cincuenta, hasta la década siguiente no se consumó el disparate.  Quizás obedecía a indicios criminales, auténtico atentado a la arquitectura madrileña más genuina.

Durante varios años fue el tema de conversación de todos los comerciantes de la plaza. Un auténtico acontecimiento que ocupaba todas las tertulias vecinales y familiares.

A mis 14, 15 o 16 años, un chico venido de un pueblo, no podía comprender el enfado y la sorpresa de los desdichados comerciantes.  Pero al final el esperpento se ejecutó en dos actos: la demolición de un edificio arquitectónico singular y la construcción de un mercado abovedado de hormigón armado; ocupando el parque de Los Porches y construyendo en la superficie colindante con la calle de Toledo, una piscina…

En la actualidad, la piscina ha sido demolida y el solar está okupado por iniciativas vecinales…

Como referencia, el mercado de San Miguel restaurado cerca de la Plaza Mayor, es de mucha menos importancia y envergadura arquitectónica, de que fue la Plaza de la Cebada.

Aunque nací en Madrid, bautizado en San Pedro El Real La Paloma, a los pocos días volví con mis padres a un pueblo de la Campiña de Guadalajara, donde habité hasta mi adolescencia. Con mi familia que eran labradores. No obstante, aunque mis raíces están en el pueblo me considero madrileño de pleno derecho. Y este comentario a modo de desahogo, me permite denunciar que destruir la Plaza de la Cebada sin que hasta la fecha se hubiera dado la más mínima justificación, fue un crimen organizado por la mafia que en aquellos años gobernaba el ayuntamiento, a las órdenes del Conde de Mayalde, alcalde de Madrid entre 1952 y 1965. (*)

 Pedro Taracena Gil

 (*) Trabajo fin del seminario MADRID: HISTORIA, ARTE Y TRADICIONES

 Mi apreciación personal de Wikipedia goza de un gran desprestigio, por no tener ningún apoyo científico, académico y tampoco el aval de ninguna firma que se haga cargo de su contenido. Pero por la ausencia de respuesta sobre la decisión de derribar La Plaza de la Cebada, acudí a esta fuente que respondía: "Debido a problemas higiénicos el edificio se derribó en 1956, construyéndose en 1958 un mercado de aspecto más funcional". En principio no se puede sacrificar un edificio de esas características cuando la solución a la aparente insalubridad sea su destrucción. Y las dos fechas son falsas. Yo llegué a Madrid con 14 años en febrero de 1959, y viví en la calle del Humilladero durante los cursos 59-60 y 60-61. Las obras de derribo debieron de comenzar en el 61-62.


TRABAJO FIN DEL SEMINARIO MADRID: HISTORIA, ARTE Y COSTUMBRES 


1 comentario:

  1. En 1959 y con 14 años tuve la oportunidad de conocer en plena actividad el mercado ubicado en el interior de la llamada PLAZA DE LA CEBADA. Me hospedaba en la calle del Humilladero número 22 a unos pasos de la legendaria plaza. Todos los miembros de mi familia vendían en los puestos diversos productos.
    En varios autores consultados ubican la demolición de la plaza en los años cincuenta. Sin duda, aunque se comenzó a planificar su inexplicable desaparición en los años cincuenta, hasta la década siguiente no se consumó el disparate. Quizás obedecía a indicios criminales, auténtico atentado a la arquitectura madrileña más genuina.
    Durante varios años fue el tema de conversación de todos los comerciantes de la plaza. Un auténtico acontecimiento que ocupaba todas las tertulias vecinales y familiares.
    A mis 14, 15 o 16 años, un chico venido de un pueblo, no podía comprender el enfado y la sorpresa de los desdichados comerciantes. Pero al final el esperpento se ejecutó en dos actos: la demolición de un edificio arquitectónico singular y la construcción de un mercado abovedado de hormigón armado; ocupando el parque de Los Porches y construyendo en la superficie colindante con la calle de Toledo, una piscina…
    En la actualidad, la piscina ha sido demolida y el solar está okupado por iniciativas vecinales…
    Como referencia, el mercado de San Miguel restaurado cerca de la Plaza Mayor, es de mucha menos importancia y envergadura arquitectónica, de que fue la Plaza de la Cebada.
    Aunque nací en Madrid, bautizado en San Pedro El Real La Paloma, a los pocos días volví con mis padres a un pueblo de la Campiña de Guadalajara, donde allí habité hasta mi adolescencia. Con mi familia que eran labradores. No obstante, aunque mis raíces están en el pueblo me considero madrileño de pleno derecho. Y este cometario a modo de desahogo, me permite denunciar que destruir la Plaza de la Cebada sin que hasta la fecha se hubiera dado la más mínima justificación, fue un crimen organizado por la mafia que en aquellos años gobernaba el ayuntamiento, a las órdenes del Conde de Mayalde, alcalde de Madrid entre 1952 y 1965.
    Pedro Taracena Gil

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