La gran fiesta que se viene
celebrando en muchas partes del mundo, proclama y manifiesta el orgullo de ser
y de vivir las múltiples opciones sexuales, consideradas mal vistas,
perseguidas o clandestinas. Es obvio que quienes han asumido estas posturas
intransigentes, opresoras y dictatoriales, han seguido los dictados de alguna
deidad o costumbre ancestral, ajenas a la razón. En la parte del mundo donde
nos desenvolvemos, impera las influencias de las tres religiones monoteístas:
la judía, la cristiana y la islámica. Tres religiones falsas y un solo Dios
verdadero. Se trata de mi opinión nada ortodoxa, aunque teológicamente fundada.
Al margen de esta discusión
banal, la realidad es que las tres doctrinas rechazan por diversos motivos, el derecho
a la libertad sexual del ser humano. Es como si hubieran agregado a sus
decálogos un mandamiento implícito: “No gozarás”, si lo haces, es decir si
gozas, solamente encaminado a la procreación. Y la mujer siempre desempeñará un
papel de sumisión y dependencia; creando la desigualdad entre el hombre y la
mujer a través de los tiempos.
El final del siglo XX y la
primera década del XXI, han sido importantes para conjugar estos dos derechos
secuestrados por la religión y fuerzas afines: La libertad sexual y la igualdad
entre el hombre y la mujer. Son muchas las leyes que han reconocido los
derechos que negaban el “once” mandamiento, pero el camino será muy largo y no
ha hecho nada más que empezar.
La fiesta del orgullo gay
puede presentar en su puesta en escena, una imagen frívola y poco seria, con
respecto a los valores que se defienden: el amor, la familia, el matrimonio, la
igualdad, la libertad y la tolerancia. No obstante, reflexionando sobre la libertad,
la ilusión y la explosión de júbilo, es preciso ahondar más en la
interpretación del desarrollo de este desfile festivo: En primer lugar el
objetivo es reivindicativo. En el caso de España reclamar más igualdad de hecho
y de derecho en todos los órdenes de la sociedad: en la familia, la calle, en
el trabajo, y en la economía. El matrimonio como única figura legal y jurídica,
expresión de convivencia, igualdad y solidaridad. El segundo objetivo aborda la
cuestión de que esta realidad hasta ahora oculta y clandestina, sea visible en
la calle; manifestando toda muestra afectiva, cariñosa y sensual. Expresiones
sentimentales reservadas en público a los comportamientos canónicamente
aceptados. Y en tercer lugar es importante que su puesta en escena tenga una
gran fuerza de provocación, sobre todo para quienes se escandalizan de los
comportamientos que en ellos “sí” consideran “normales”. Concretamente en
España, que disfruta de una tradición machista bendecida por la Iglesia, es
importante que quienes sientan rechazo ante el desfile gay, puedan pensar que
es el mismo escándalo que sentimos aquellos que no pensamos como ellos. Cuando
vemos la puesta en escena de los matrimonios canónicos, revestidos de pureza y
virginidad, y a nadie se le ocurre negarles ningún derecho. La sociedad
española está avanzando a pasos agigantados. El peligro está en ese sector de
la sociedad que añora las épocas del nacionalcatolicismo y ostentan su
influencia mayoritaria en los tres poderes del Estado. Este día 30 de junio de
2012 tiene, si cabe, más importancia que cuando se sancionó la legislación
relativa a los matrónimos contraídos entre personas del mismo sexo. Una
sentencia negativa por parte del Tribunal Constitucional sería una sentencia
legal pero siempre una injusticia de consecuencias impensables…