LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA





LOS TRAJES DE AZNAR


Por Pedro Taracena Gil

A este hombrecillo le vienen grandes todos los trajes que se prueba. Procede del franquismo más rancio en las provincias de la viaja patria. Es hijo adoptivo, albacea y heredero de la gran tradición de don Manuel Fraga Iribarne. Franquista donde los hubo, déspota, dictador y gobernador implacable de las calles, que siempre consideró suyas. Esta reliquia del pasado más negro del ibérico solar, se convirtió al constitucionalismo democrático, pero sin caída del caballo como Saulo de Tarso. Un buen día, don Manuel fue al sastre, se cambió de chaqueta y mandó que el mismo corte se distribuyera urbi et orbi a toda la Alianza Popular. Una de las asociaciones políticas permitidas en la dictadura. Más tarde, se produjeron las investiduras del nuevo traje demócrata, progresista, albergue de todos los trabajadores, bajo el nombre de Partido Popular. Lejos de perderse en su procedencia, Aznar, nuestro pequeño gran hombre, se aupó a una de las reservas de la España profunda, siendo presidente de Castilla y León. El Estado de las Autonomías siempre le ha desbordado. Este traje, también, le venía grande. Él no renunciaba a sentirse castellano viejo y también del reino leonés. La fiesta que tanto celebran, Aznar y los suyos, conmemorando el 23 de abril de 1521, es la derrota de los ciudadanos de Castilla, constituidos en Junta Comunera contra los abusos del emperador Carlos I de España y V de Alemania. Después de haber resultado fallido el amparo que los comuneros buscaron en la Reina. Juana I de Castilla recluida en Tordesillas; encontrándose en estado de enajenación mental y como consecuencia, inhabilitada para el cargo. Es evidente que Aznar y sus huestes celebran el triunfo de la tiranía sobre el pueblo, aunque lo que aparentan es lo contrario; coincidiendo con la izquierda en el día y el lugar, aunque festejan efemérides contrapuestas. La hechura de los comuneros le viene grande a la altura de Aznar. Pero a este pequeño gran líder no le han amilanado la talla de las togas y birretes, ante los honoris causa, sin causa y sin honor; cabalgando por las tierras conquistadas a los infieles; administrando el botín de guerra requisado a los rojos, republicanos, masones y ateos. Un alto en el camino marcado en su agenda, siempre fue Quintanilla de Onésimo, lugar que evoca su arraigo y su pasado. Pero todos estos trajes le han venido siempre grandes, porque la hechura de la Constitución, le tiraba de la sisa. Llagada la consumación de los tiempos fue llamado a ocupar la sede del Gobierno de la Nación. Eso ya eran palabras mayores. Los trajes que debía probarse para el cabal ejercicio de sus funciones, para todas ellas, debía de haber crecido más y en algunas, mucho más. Como buen católico fue al encuentro de su santa madre, la Iglesia, aliada incondicional de los cruzados. Y se sintió llamado a seguir la Reconquista, que emprendió Don Pelayo en Asturias, hace más mil trescientos años. Pero la conversión de Recaredo siempre le animó a conservar la fe en suelo patrio. La Transición, no se había hecho mal, pero Zapatero traicionó el consenso y Aznar se esforzó para aportar su aggiornamento personal. Se reconciliaba con los monjes de Silos, de haber cometidos presuntos pecados, al regreso de sus vacaciones. Nunca supimos si el hábito, la cogulla o la esclavina, le venían a su medida o también le ceñían grandes. Pero lo que sí añoraba era la entrada del caudillo Franco, bajo palio a los recintos catedralicios. El palio quizás era demasiado amplio para albergar a los dos pequeños, grandes de la nación. Otra de sus batallas fue luchar contra los enemigos de la unidad de España. España es una, grande y libre. Y además, gracias a él, iba bien. La alianza Iglesia Estado y el maridaje trono altar, gozó en su tiempo de gobernanza de muy buena salud. En Europa no recibió el premio Carlomagno en Aquisgrán, porque le venía grande, aunque buscó amigos que le podían apoyar en sus cruzadas europeas como Tony Blair. Aunque jamás le recordó el contencioso de Gibraltar. Pero el pequeño gran señor estaba llamado a otras hazañas y proezas. Fue reclamado al lado de Bush, el dueño del imperio, y le invistieron con el traje del señor de la guerra. Sin dudar en demostrar su arraigo quijotesco, emprendió una batalla sin cuartel contra las armas de destrucción masiva en Irak. Que en este caso, no eran molinos de viento, sino que allí no había nada. Y su traje prestado salió tan mal parado como las armaduras del hidalgo manchego. Pero siguió convencido de que había sido llamado por la Providencia para luchar contra el eje del mal. Este pequeño gran hombre, ahora es rico porque el traje de lacayo de los neoconservadores económicos, sí se lo han encajado bien. Aunque sigue siendo un pobre hombre. Ahora va errante por las Españas y por esos mundos globalizados de los mercados y las ágoras neoconservadoras, anunciando negros augurios para su país, presagios de derrumbe constitucional y predicando la buena nueva de: ¡Váyase Sr. Zapatero! Y abrió otro frente de batalla en busca del espíritu constitucional perdido, porque la letra jamás la había leído y mucho menos votado. Aznar tanto amó la Constitución Española que la embalsamó y momificó. Ahora sólo es un fósil para él, que no quiere que nadie la toque, como amado que no permite que se acerquen al lecho mortuorio de su amor yacente. Uno de los padres de la Constitución, su padrino don Manuel, se lamenta de que alguien haya osado interpretar una coma y quiere que sea incólume, como las Leyes Fundamentales, El Fuero de los Españoles, el Fuero del Trabajo y el mismo Movimiento Nacional. Aznar es fiel heredero de don Manuel pero el traje del ex ministro franquista le viene muy grande. Las FAES (Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales), es una institución que le ayuda a pensar en España. Más que a pensar, le ayuda a añorar la vieja España. Donde se fraguan las estrategias para frenar todo progreso que pueda apartarle de la talla que le permite que los trajes le estén adaptados a su raquítica medida. Los trajes del cambio climático, las energías renovables, el progreso, los derechos humanos, el laicismo, la libertad sexual, la pluralidad, la paz y los servicios públicos. El traje del Estado del Bienestar le resulta enorme y evita probárselo, para no resultar un adefesio. Un espantapájaros. Y este pequeño reyezuelo, lejos de venir triunfante de las cruzadas emprendidas, se refugia en FAES, buscando el alivio y el sosiego que su alma necesita. Aunque está en la estación de la Alta Velocidad Española, espera el tren arrastrado por la máquina de vapor. El Tren de la Fresa… El traje del futuro le viene grande al pequeño gran Aznar. Sus admiradores le siguen jaleando: ¡Qué grande eres pequeño!




LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA

Por Pedro Tarcena Gil


Es legítimo pensar que la transición del régimen dictatorial a otro democrático no haya sido modélica. Depende de las variables que se manejen y el grado de satisfacción conseguido. Mientras en el exterior la mayoría de los observadores la consideran como modelo a seguir, en el interior y según va pasando el tiempo, esta bondad se pone en duda. Los años inmediatamente después de la muerte del dictador, fueron decisivos para todos y cada uno de los españoles. Iba a depender de la huella que había dejado en nosotros las cuatro décadas anteriores. De qué forma cada individuo o familia estaban marcados por los acontecimientos de la proclamación de la II República, la Guerra Civil y los años de la tiranía franquista. Hasta aquí “cada cual contaba tal y como le había ido en la feria”. Unos venían de soportar la dictadura, otros de comulgar con ella y para la masa en general, Franco les había hecho prosperar en lo material de forma satisfactoria. Los acontecimientos de Portugal y Chile, habían hecho pensar a aquellos que teníamos inquietudes, que el país vecino nos alentaba a convencernos que la dictadura que soportábamos no sería eterna y el golpe de estado de Pinochet, nos hacía hermanarnos en la desdicha. En aquellos años hizo su aparición en España la Unión Militar Democrática. El 29 de julio de 1975 fueron considerados “un peligro por la dictadura” y, una vez muerto Franco y hasta en plena democracia, siguieron siendo los apestados de las fuerzas armadas. Pero la desaparición del tirano, puso en marcha la sucesión, tal y como lo había dejado “atado y bien atado”. El Consejo del Reino asumió la Jefatura del Estado y convocó a Las Cortes Españolas. Para designar al Príncipe de España, como heredero de la Corona, con el nombre de Juan Carlos I. Es preciso aclarar que el Consejo del Reino, fue creado por Franco en su eterno delirio monárquico, para que España siguiera siendo un reino y él su regente. El Presiente de Las Cortes, el Decano de los Generales y el Cardenal Primado de Toledo, constituían provisionalmente a su muerte la máxima autoridad del Estado. Allí estaban representadas todas las fuerzas rebeldes con la República: El ejército, los falangistas, la derecha y la Iglesia. Las Cortes estaban constituidas por un tercio sindical o del Movimiento Nacional, otro tercio municipal y el resto en elección directa procedente de la familia. Franco incluía en su facultad de nombramientos directos a tres obispos. Y todo obispo que se nombrara en España, era elegido por Roma, de una terna que el caudillo presentaba al Papa.

Una vez proclamado el Rey, comienza a funcionar la España oficial y formal y la España real y emergente. Mientras Suárez sustituye a Arias Navarro, los españoles comenzamos un largo camino de aprendizaje. Democracia o dictadura. Monarquía o república. Ruptura o reforma. La España del exilio se hace presente y se les pone rostro a los comunistas después de su legalización. Adolfo Suárez sufre la milagrosa conversión del Movimiento Nacional a la Reforma Política. Desde el principio tiene claro que el botín de guerra heredado y disfrutado durante cuarenta años, no va a sufrir cambio de dueño. Martín Villa, su ministro aún de la Gobernación, cuando se le pide que purgue a los policías que siguen practicando la tortura y la violencia, responde que esto es una transición. Es decir, que estamos construyendo un edificio con los escombros del viejo. La izquierda también se adaptó a estas circunstancias. Y hacen de la ambigüedad su forma de adaptarse. Sin renunciar a su vocación republicana, renuncian a la República. Y cuando los Padres de la Constitución escriben el texto, están mirando a los lados desde donde se sientes vigilados y amenazados. Desechando cualquier discrepancia en lo fundamental propuesta por la derecha

Las Cortes se hacen el haraquiri aprobando la Ley de la Reforma Política y Suárez casi llora de emoción. Los españoles estrenamos muchas cosas en aquellas fechas; ilusión por ser la mayoría protagonistas de nuestros destino por primera vez; libertad de expresión; votar y elegir a nuestros representantes y recuperamos la categoría de ser españoles sin complejos. Mientras, los políticos de derechas aprietan filas al lado del nuevo caudillo Suárez y la izquierda irrumpe con la bravura del toro aún sin lidiar. Y así llegamos al Congreso de los Diputados y al Senado. En la Cámara Baja es totalmente por sufragio universal y la Cámara Alta, se reserva un tercio de los senadores por designación directa del Rey. Con esta situación Adolfo Suárez no quería ni que le mencionaran unas cortes constituyentes. A pesar de que esta verdad se cuestionara posteriormente. Es cierto que las hemerotecas mantienen que Suárez deseaba funcionar con Las Leyes Fundamentales heredadas de Franco y su Reforma Política. Ante las primeras elecciones generales después de la Reforma Política, Suárez se presenta como candidato a la Presidencia del Gobierno, con el apoyo de una amalgama de conversos franquistas de camisas viejas en demócratas nuevos. Sin disimular el motivo que le lleva a ello. La presencia de la izquierda y sobre todo el Partido Comunista suponía una amenaza para los nuevos demócratas. Había que reafirmar que España seguía siendo de los mismos. Y Adolfo Suárez lo consiguió.

Hasta aquí ya se habían creados muchas vías de comunicación y muchos tanteos de posibilidades. Entre todos los ciudadanos y en todos los sectores, había temores, inquietudes y falta de experiencia. Los militares y el Rey. Las viejas camisas viejas, con intencionada redundancia, la Iglesia que mientras no la tocaran el bolsillo ahí permanecía incólume… Y la extrema derecha añorando la belle époque franquista y la derecha agrupada en un centro inestable e irreal. Lo cierto y verdad es, que todos querían jugar y nadie romper la baraja. Pero fue la izquierda quien llevó a Suárez a forzar una situación constituyente. Y desempolvaron la palabra consenso y así comenzó la tan traída y llevada transición modélica. Ante el panorama económico decadente y nefasto, Suárez da un golpe de timón y logra consensuar Los Pactos de la Moncloa. Que le apuntalan como gran estratega.

Una vez concluido el proceso constituyente, la Constitución de 1978 vino a dotarnos de un marco democrático y jurídico avanzado que nosotros no teníamos. Y todo el mundo creyó que la letra de la Carta Magna iba a ser la panacea. Pero la aparente conciliación y el consenso se pactó a costa de ceder unos mucho más que los otros. Porque un golpe de estado más tres años de guerra civil perdida y por añadidura cuarenta años de dictadura gestionando el botín de guerra, no es comparable al regreso del exilio, al olvido de las víctimas del bando republicano y el daño causado a vidas y haciendas por el sátrapa. La Constitución no cerró la herida abierta entre las dos Españas. En Portugal tuvo lugar una revolución incruenta y nada servía del edificio anterior, para construir el nuevo. Por muchos defectos que tuviera el Movimiento de las Fuerzas Armadas, llegaron más lejos en la justicia y en la reconciliación, que los españoles. Por un lado enseñaban a jugar al golf al pueblo en los campos de la derecha y ocupó Radio Renascença, que era de la Iglesia. Sin embargo en España, el déspota mantuvo un Estado Confesional durante la dictadura, con todos los privilegios que esto suponía y firmó un Concordato con la Santa Sede. Y a los pocos días de que el rey sancione la nueva Constitución Española, Suárez firma unos acuerdos con el Vaticano, claramente anticonstitucionales. Fue el primer hecho que confirma que para la derecha el texto constitucional era papel mojado.

Cuando la Constitución de 1978 se aprueba por referéndum, legalmente la transición de la Dictadura a la Democracia se había consumado. Aunque los debates siguieron abiertos, ya no era posible la marcha atrás. Solamente con la restauración de la República, en lugar de la instauración de la monarquía, se hubiera devuelto la legalidad al Estado de Derecho. Antes mencionábamos que Portugal había resuelto el paso de la dictadura a la democracia a través de la Revolución de los Claveles. Como es obvio no es el caso de España. Pero hay otro ejemplo sin alejarse del Mediterráneo que es Grecia. La monarquía es derrocada por la Dictadura de Los Coroneles y cuando se vuelve a la normalidad democrática, se hace a través de un referéndum. Y éste decide que Grecia se convirtiera en una República.

Ahora se plantea el debate sobre la Transición Española y el epíteto de modélica se tambalea. Podemos especular con aquello que pudo ser y no fue. La puesta en escena de otras opciones posibles se sitúan al día siguiente del Discurso de la Corona, el día de la proclamación del Rey. Vamos a situar los posibles eventos en un mapa cronológico:

1. Don Juan Carlos y su padre Don Juan dejan en manos del pueblo, con la aquiescencia del Ejército, la posibilidad de un plebiscito sobre la forma de Estado. República o Monarquía. Esta generosidad de la dinastía monárquica ¿Hubiera sido posible?

2. Adolfo Suárez se constituye en Gobierno Provisional y concentrando en el Ejecutivo todas las sensibilidades políticas; abriendo un periodo constituyente a través de una ley No de la Reforma Política, sino de la forma de Estado. Esta opción recuperaría la secuencia democrática rota por el golpe militar de 1936. Esta posibilidad sería verosímil si se cumplen dos condiciones: Si el Congreso de los Diputados surgido de las urnas hubiera sido mayoría de izquierdas y republicana y que el Ejército hubiera dado su apoyo ¿Esta opción tendría un final feliz?

3. Haber incluido en la Constitución de 1978 una declaración final que dejara abierto el camino para un referéndum de cambio de forma de Estado, en un aplazo de años consensuado. Este plazo de madurez correspondería a nivelar las posibilidades entre los vencedores y vencidos ¿Se hubiera logrado la reconciliación?

4. Incluir también la posibilidad del planteamiento del Estado Federal, sin complejos y sin prejuicios. Como se había planteado en la I República ¿Habría sido más acertado que el Estado de las Autonomías?

5. Una última opción la tuvo en sus manos Felipe González, que con una mayoría absoluta pudo hacer cambios más radicales y haber pedido cuentas a todos aquellos que camuflados entre los demócratas son los que hasta ahora niegan los hechos criminales en los cuales participaron personalmente. Confraternizó demasiado con los nuevos demócratas de El País. La banca, la derecha y no denunció los acuerdos con el Vaticano. Y podía haber desmitificado y desacralizado la Corona. Limitando la familia real al Rey, al consorte y al heredero. Y despojar al rey de la capitanía general de los ejércitos. Aunque, quizás, para estas cosas ya era tarde ¿Nuestra madurez lo hubiera logrado?


Estas posibilidades jamás fueron presentadas por ningún colectivo que participara en el consenso. Todos pensaron que la Constitución consensuada era la mejor opción. Y para algunos un mal menor. Pero es preciso remarcar que la izquierda y la oposición al franquismo cedieron hasta límites inadmisibles. Ahora, treinta y cinco años después, se comprende con mayor claridad hasta qué punto las fuerzas que derrocaron la República, provocaron y ganaron la Guerra Civil e implantaron la peor y más duradera de las dictaduras. No solamente añoran cuando ellos mandaban, sino que niegan que sus crímenes existieran. Nadie podía pensar en los años 70 que lejos de conseguir la reconciliación de las dos Españas, se negara la Memoria Histórica. La derecha no renuncia a la presencia del franquismo que tanto bien le hizo y la Iglesia lucha por imponer su versión confesional de España. Esta es la realidad. Si la Transición Española hubiera sido un éxito, la reconciliación se hubiera producido y como consecuencia, ahora no estaríamos llevando a un juez a los Tribunales de Justicia, por abrir una causa penal contra el franquismo. Y no se boicotearía la aplicación de la ley de la Memoria Histórica. No seré yo quien me felicite como español de los resultados de la Transición. Pero tampoco seré de los que mantengan, no sin razones, que la guerra no ha terminado. Hasta aquí todos los puntos observados son de mi responsabilidad personal, fruto de haberlo vivido con inquietud e interés.




Es fácil escribir esta historia porque, salvo anécdotas privadas y oficiosas, los ciudadanos que tenemos ahora sesenta y cinco años, la conocemos muy bien. A continuación me permito la libertad de recopilar observaciones y opiniones escuchadas de otros conciudadanos que se han sentido libres de expresar lo que piensan:

“La Transición Española no fue ejemplar”.

“El Rey es una herencia de Franco”.

“La derecha y la Iglesia se han llevado el gato al agua”.

“La República debería de haberse restablecido”.

“El Ejército tuteló la Transición”.

“El Rey se ha considerado como una herencia irrenunciable de la dictadura, ya que fue el dictador quien estableció el régimen a instaurar”.

“Si el Rey fuera patriótico, hubiera restaurado la República, no instaurado la monarquía, que ya fue abolida por el pueblo”.

Y muchas cosas más… Pero no dejan de ser observaciones personales que somos muchos los que las compartimos, pero quién es capaz de hacer una especulación verosímil presentando otras alternativas. Situándose en el año 1975. Mi atrevimiento me lleva a contemplar cinco situaciones hipotéticas:

1. El PSOE, mayoritario de la izquierda, pacta con fuerzas antifranquistas un referéndum sobre República SI, República NO. Monarquía o República. El referéndum sale SI, se inicia un periodo constituyente y se establece la III República Española. Año 1978. ¿Viable? ¿Verosímil? La Iglesia, el Capital, la Derecha, la Falange y el Ejército ¿Se habrían cruzado de brazos?

2. El referéndum sale que NO a la República y SI a la Monarquía y se abre un periodo constituyente, donde no hay consenso porque las cesiones son mínimas. Se hace una constitución laica, sin mencionar a la Iglesia y sin dotar al Ejército las funciones que le otorga la Constitución del 78. Y la figura del rey quedaría como Gran Bretaña, Suecia o Noruega. El rey reina pero no gobierna y tampoco es árbitro de nada, ni de nadie. El título es sólo representativo. La Familia Real la constituyen; el Rey, su consorte y el Heredero de la Corona. Esta opción hubiera conseguido una constitución más equilibrada entre vencedores y vencidos. Pero ¿Más, o menos amenazada?

3. Otra opción hubiera sido, después de la reforma Política de Suárez, haberle dado la razón; funcionando con Las Leyes Fundamentales franquistas y haber abierto un periodo de cuatro años para dotarse de un sistema político más sedimentado. Durante este periodo quizás se hubiera encontrado más apoyos hacia la izquierda, pero también podría haber habido un periodo de inestabilidad política.

4. Mi osadía me lleva al cuarto supuesto. En vez de utilizar el consenso como fórmula para cerrar todas las puertas a reformas flexibles. Haber dejado abiertos en la Reforma Política todos los puntos más sensibles y que necesitan más apoyos: Forma de Estado, Estado Federal y haber establecido una ruptura legal que estableciera que toda la herencia del franquismo quedaba suspendida, mientras no tuviéramos otro marco legal. Una nueva Constitución sin punto referencia en el pasado.

5. Y el último disparate. Un movimiento democrático y militar que ya existía en España, similar al portugués, provoca una ruptura con un contra golpe que suspende las leyes franquistas, nombra un Gobierno Civil Provisional y abre un espacio constituyente; llevando a buen puerto a la III República Española ¿Locura o sueño?


Escribir historia para aquellos que la han vivido, no es hacer un trabajo de historiador. Ahora bien, hacer un ensayo de especulaciones de qué hubiera pasado en el caso de plantearse estos supuestos, tampoco es un trabajo de rigor, pero sí una honrada aportación positiva a las descalificaciones fáciles de realizar.

Un apunte final a modo de interrogante: ¿Qué hubiera pasado si al margen de la forma de Estado elegida, se hubiera conseguido la reconciliación entre los españoles? Es decir, la opción monárquica en sí no supone un obstáculo para establecer un reconocimiento justo de las víctimas de franquismo.


P.D. Situados en el año 2010. Setenta y cuatro años del quebrantamiento democrático que hizo saltar por los aires la II República Española. Los sucesos que estamos contemplando con el acoso a Garzón por la derecha y los jueces enraizados en el franquismo, demuestran que algo no se hizo bien en la Transición Española. Hoy 30 de abril, PÚBLICO en su espacio de OPINIÓN, presenta esta carta de un lector. Que coincide con las palabras de Carlos Jiménez Villarejo en la Universidad Complutense de Madrid.

Lo que le ocurre a Garzón

Entre 1939 y 1950, terminada la Guerra Civil, más de 100.000 personas (ya documentadas con nombre y apellidos) fueron asesinadas por motivos políticos y prácticamente todas por el bando franquista.

Veinticinco años más tarde, siete ex ministros de Franco fundaron, con el nombre de Alianza Popular, lo que hoy conocemos con el nombre de Partido Popular.

El caso Gürtel es cuantitativamente –y con diferencia– el mayor caso de corrupción de la historia de España (y no sólo de la democracia).

Todavía imparten justicia individuos que juraron las leyes franquistas (leyes de un Estado que no era de derecho, ya que no emanaban de un Parlamento democrático) y/o la impartieron desde los tristemente famosos Tribunales de Orden Público.

¿Verdad que, a la vista de lo anterior, se comprende mejor lo que le está ocurriendo al juez Garzón?

Enrique del Río




GUERNICA

Pablo Picasso



LA ASIGNATURA PENDIENTE