sábado, 22 de octubre de 2011

¡QUE VIENE LA DERECHA!

No, quien puede volver es el franquismo, aunque de hecho, el Partido Popular, no se ha desviado un ápice de la memoria de Franco. Ante el 20-N, la derecha que hinca sus raíces más profundas en la dictadura del Movimiento Nacional y en el nacionalcatolicismo, se presenta a las elecciones unida a la Iglesia como en el año 1936. La derecha hispana más genuina, ajena al movimiento europeo, junto con los nostálgicos falangistas y la Iglesia de Rouco. Un rancio programa anti progreso, sacado de los mohosos armarios de las sacristías y hecho a la medida para que la oligarquía económica, siga hipócritamente asistiendo a misa los domingos, y las empresas del IBEX-35 ayudando a los eventos del Papa, mientras saca pingües beneficios en paraísos fiscales, huyendo de las inversiones en su país menos rentables. En España la derecha propicia que el pasado sea presente. La misma dama de acero, lideresa de Madrid, utiliza un lenguaje a base de evocación de los años de pre guerra. Pero en realidad sus hechos coinciden con su pasado: No reconocen la República, aunque fue tan legal como la actual Constitución, No condenan el golpe de estado que la derrocó, porque tomaron parte activa en la planificación del exterminio franquista. Mucho menos el periodo de la dictadura, donde fueron cómplices necesarios de administrar España, como si de un botín de guerra se tratara. El maridaje Iglesia-Estado se consumó con la implantación del nacionalcatolicismo, estatus que añoran y desean perpetuar. Rechazan la asignatura de Educación para la Ciudadanía, evocando la libertad pero enmascarando la privatización de la enseñanza a través de centros de la Iglesia concertados, que discriminan a los alumnos por el sexo y persiguen a los profesores pagados con dinero público, acosándoles por sus opciones personales y su vida privada. Hace unos días un profesor universitario preguntaba a sus alumnos, qué restos creían ellos que quedaban del franquismo. El ingenuo docente esperaba obtener una respuesta residual, pero llenó la pizarra de huellas fácilmente observable, que siguen vivas de la dictadura del general Franco. El PP reivindica el olvido, pero quien lo tiene más presente son sus integrantes.

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