sábado, 4 de mayo de 2013

LA INTOLERANCIA POR LEY



Por Pedro Taracena Gil



Es una aberración el legalizar la intolerancia dentro de un texto legal que convierte una ley en legítima pero injusta. La amenaza de los socialistas de denunciar los acuerdos con la Santa Sede, llagan con demasiados años de retraso.
Desde la conversión del emperador Constantino y durante toda la Edad Media hasta el siglo XVII, ha venido imperando la intolerancia en los temas relacionados con la religión, la moral y la sexualidad. La idea absoluta de que Dios había creado el mundo de la nada y que se había hecho hombre para salvar a la humanidad, era doctrina revelada que contenía la verdad absoluta y cualquier desviación era reprimida. La fidelidad al dogma había que protegerle como un valor absoluto e indiscutible. Se implantó el imperio de la fides no el del logos. Es decir la fidelidad teológica, ciencia que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones, imperaba sobre cualquier otro valor. Aunque más tarde la teodicea fundamentaría  este conocimiento de Dios en principios de la razón.
Como consecuencia lejos de respetar las ideas, creencias o prácticas de los ciudadanos, cuando eran diferentes o contraías a las del Estado, eran severamente reprimidas. No había ningún reconocimiento político para quienes profesaban religiones distintas de la admitida oficialmente. Tampoco existía derecho alguno reconocido por la ley, para celebrar privadamente actos de culto que no amparara la religión del Estado, el Imperio o el Papado. Todos los estudios incipientemente científicos, eran pasados por el crisol de la teología. No pocos sabios fueron perseguidos y masacrados por defender verdades evidentes pero contraías a la verdad considerada como inmutable y fuente de toda perfección. La tolerancia se consideraba un defecto, y como tal no se valoraba. No se podía tolerar la falta de verdad. Las guerras religiosas, la caza de brujas y la Inquisición dan prueba de esta intolerancia absoluta. El dogma era la verdad y de este binomio se inspiraba la inflexibilidad ante la tolerancia. No tolerar la herejía. En términos del siglo XXI, tolerancia cero contra toda desviación dogmática. Sin alejarse hasta el siglo XVII y recordando el nacionalcatolicismo de la dictadura franquista, un religioso argumentaba el castigo impuesto a un alumno por no cumplir el precepto dominical de, oír misa todos los domingos y fiestas de guardar, con este argumento: Hay que hacer todo lo posible para evitar que se cometa un pecado mortal. Y en este principio se basaba toda represión para evitar la ocasión próxima de pecar, sobre todo contra el sexto y nono mandamiento. Es decir la tolerancia cero contra la libertad sexual y el amor libre. Desde que en el siglo XVII aparecen los primeros signos de tolerancia, hubo de pasar mucho tiempo hasta que se considerara como un valor interiorizado por la historia.
En España y en nuestros días vivimos un perverso maridaje entre la Iglesia y el Estado, y una alianza proscrita por la razón entre el trono, cuyo monarca es de origen divino, y el altar que dicta la doctrina a seguir por los políticos herederos del nacionalcatolicismo del general Franco. El Gobierno está impregnando la legislación de leyes que satisfacen la intolerancia de la recalcitrante ideología católica: La nueva ley del aborto, escrita según los principios religiosos. El derecho de la mujer a decidir, se transforma en pecado punible por una ley hecha por el Parlamento bajo la aconfesionalidad del Estado. Se ha suprimido la asignatura de la Educación para la ciudadanía, dejando a los escolares en manos de la moral católica, creando un ciudadano asexuado. Educándoles para que el sexo solo sirva para la procreación. A las barbaridades que ha declamado el ministro Gallardón, es preciso agregar las perlas cultivadas del ministro de Interior, contra el matrimonio gay argumentando que “no garantiza la pervivencia de a especie”. Hay que echarse  temblar cuando una ley contaminada de principios religiosos llegue al Tribunal  Constitucional. Contaminada, también, la judicatura de prejuicios religiosos.


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