lunes, 3 de febrero de 2014

LA PRENSA ESPAÑOLA

Por Pedro Taracena



El CUARTO PODER  en el caso de España ha resultado ser ejercido por aprendices del periodismo que han jugado a profesionales. Lejos de gozar de independencia y autonomía han sido títeres de quienes les paga. Sin atisbo de autocrítica y saturados de corporativismo.



LA GUERRA. Cuando hablamos de los medios de comunicación, nos referimos a prensa, radio y televisión. En los últimos ochenta años en España han tenido lugar una serie de acontecimientos de naturaleza política, religiosa, social, tecnológica y hasta bélica; Etapas muy diferentes a lo sucedido en el resto de Europa. Durante la Guerra Civil, los bandos enfrentados utilizaron los medios de comunicación para divulgar el diario “parte de guerra” contaminado por la ideología “nacional” y “republicana”. El fotoperiodismo y la radio fueron los medios de difusión más eficaces como elementos de propaganda. Durante la contienda solamente podemos buscar un mínimo de objetividad en los observadores y corresponsales extranjeros, sobre todo si procedían de países donde la democracia estaba consolidada.





LA DICTADURA. Los vencedores del enfrentamiento fratricida, legitimaron su victoria implantando una dictadura de corte militarista. La misma amalgama golpista que derribó el régimen republicano, dieron apoyo al Caudillo de España, que lo fue por la Gracia de Dios. La Iglesia propició establecer un estado confesional mediante el nacionalcatolicismo. Y Falange Española y de la JONS, versión española del fascismo imperante en Europa, se le encomendó el nacionalsindicalismo. Con este espectro político la libertad de prensa y el derecho a la información quedaron anulados, mediante una férrea censura permanente hasta el final de dictadura. El Movimiento Nacional se encargó de crear una cadena de emisoras y  periódicos locales, así como el célebre NO-DO que era de obligada proyección en todos los cines. Los periódicos afines al nuevo régimen, mantenían fidelidad a su tradición y origen. ABC monárquico, YA pertenecía a la Editorial Católica, El Alcázar reivindicaba los hechos heroicos acaecidos en Toledo y Pueblo muy cercano a la Delegación Nacional de Sindicatos. Los diarios de provincias mantenían su fidelidad inquebrantable al Movimiento Nacional. Los periódicos Informaciones y Madrid intentaron ser un tanto impermeables al régimen, aunque fueron igualmente víctimas de la censura. El diario Madrid que fue perseguido y suprimido de raíz.





LA DEMOCRACIA. A partir de 1975 y hasta 1978, comenzó a ser una realidad la libertad de prensa y el derecho a la información. No obstante, debido a que no se estaba produciendo ninguna ruptura, sino más bien una transición, los vicios de la dictadura permanecieron demasiado tiempo. Cuando la Constitución restauró el Estado de Derecho, quebrado por los que administraron la dictadura durante casi cuarenta años, la conversión a la democracia no fue ni un milagro y mucho menos asumida con entusiasmo. Es verdad que en aquellos años de la incipiente constitucionalidad, muchos presumían de ser demócratas de toda la vida y sin el corsé de la censura apenas sabían vivir. Pero los medios de comunicación eran los mismos que habían servido al régimen anterior. Y compartir espacio con los partidos políticos y sindicatos ajenos al franquismo, no fue una tarea fácil. Hasta que apareció el primer periódico nacido en la democracia, EL PAÍS. El 4 de mayo de 1976 se puede decir que en España se abría una etapa donde la libertad de prensa comenzaba la andadura constitucional. Las emisoras de radio privadas podían informar al margen de Radio Nacional de España, que había mantenido el monopolio de la información a través de las ondas durante la dictadura. La prensa escrita vivía una edad de oro después de tanta opacidad, viéndose implementada con la salida de otro diario, EL MUNDO, que vio la luz por primera vez el día 23 de octubre de 1989. En España podemos afirmar que hay pluralidad ideológica en los medios de comunicación. Libertad de prensa en suma  No obstante todos se arrogan la independencia. Todos se definen como independientes y hasta lo hacen costar en su cabecera “Diario independiente”.  Pero de qué o de quién es  independiente un medio de comunicación. ¿Del poder político? ¿Del poder empresarial? ¿Del  poder económico? Es evidente que cada una de las líneas editoriales obedece a la concepción ideológica del medio, a los beneficios económicos de la empresa editora y a los intereses que proporcionan  los patrocinadores mediante la actividad publicitaria. Conciliar estas variables con la independencia del periodista y de la editorial del medio es difícil; siendo frecuente que la independencia proclamada haga aguas por algún lado; poniendo en juego el derecho a la información veraz y completa. Para resumir la experiencia de la independencia en los medios de comunicación españoles, podemos observar dos ejemplos muy ilustrativos. El entorno de EL PAÍS integrado en el grupo PRISA y el diario EL MUNDO. El primero fue pilotado por Juan Luis Cebrián, insigne periodista y académico y el segundo por uno de los pesos pesados del periodismo español, Pedro J. Ramírez.





EL PAÍS  de forma inequívoca presentó una línea editorial demócrata y constitucional, de ideología progresista crítica. Sin olvidar que a los medios de comunicación se les denomina como “el cuarto poder”, por su vocación de controlar las agendas de los Gobiernos, buscando noticias en exclusivas y titulares primicia. Pero esta situación casi idílica degustando las mieles de la nueva democracia, se contaminó y a veces se prostituyó. En el caso de EL PAÍS, su director José Luis Cebrián y Felipe González fomentaron un maridaje vergonzoso. Dando la impresión de que la redacción del periódico conocía en primicia el contenido de los consejos de ministros. No conformes con mantener esta alianza de mutua “dependencia”, tuvieron la osadía de escribir un libro donde contaron sin ningún pudor todo lo que compartieron, uno en el poder ejecutivo y el otro en el “cuarto” de los poderes. Pasando el tiempo este periódico que patrocinaba la cátedra Polanco, una escuela de periodismo y el LIBRO DE ESTILO, tenía abierta una línea de negocio muy lucrativo dedicado a la prostitución, dentro de las páginas de su diario. El grupo PRISA amordazó a todos sus profesionales y este tema se vetó como el tema del boxeo que era su guía de estilo quien se lo prohibía. Más tarde los agobios financieros hicieron  saltar por los aires este aparente ejemplar modelo democrático de hacer periodismo. En la actualidad, de Cebrián nunca más se supo y el diario está en manos de un especulador yanqui.




EL MUNDO en manos de Pedro J. Ramírez, es otro ejemplo de periodismo hispano de la era democrática. Este periódico es un periódico de autor, donde el director y el periódico son una misma esencia. Su línea editorial es conservadora pero en España este sustantivo hay que explicarlo. No conservador al estilo británico, ni de derechas al modo francés. Esta derecha española es producto de la evolución de los franquistas, unos conversos a la democracia y otros por convertir. A pesar de asumir la política de Aznar en su línea editorial, se ha sentido cómodo teniendo varios frentes de lucha abiertos de par en par. Enemigo permanente del “felipismo”; manteniendo un enfrentamiento más encarnizado en lo personal que en la retórica del debate político frente al PSOE. Ramírez y González irreconciliables para siempre. Pedro J. Ramírez aunque apenas ha puesto objeciones a las políticas de Aznar y de Rajoy, en el caso del primero se embarcó para ser compañero de viaje en la célebre “teoría de la conspiración del 11-M”, que aún sigue vomitando titulares.  Con Rajoy ha practicado con clarines y toda clase de fanfarrias, un periodismo de investigación sobre todos los casos de corrupción que inundan al Partido Popular. La Casa Real tampoco se ha librado de una crítica feroz, aunque su vocación republicana no tiene una expresión retórica política positiva.  Siempre ha presumido de autónomo e independiente, pero ahora ha sido destituido inmisericorde donde se presenta cono víctima del mismísimo  Gobierno de España, y por otro lado afectado por el derrumbe de los beneficios del periódico que hizo a su imagen y semejanza. ¿Dónde está la independencia del ínclito periodista? Ahora la incógnita está en quién garantizará su inigualable línea editorial, y si se llegará a conocer “todo” lo que él presume que conoce, producto de su investigación.
Los periódicos que han prevalecido hasta nuestros días han sido y seguirán siendo correa de transmisión de grupos de presión política y “lobbys” económicos y de tráfico de influencias. Es decir, que garantizan que el medio esté el servicio de una empresa editorial, independiente de la publicidad y de las ventas en los quioscos. Más aún, garantizar la prevalencia del poder político conservador: patronal, capital y mercados financieros. En la España democrática hay dos experiencias de diarios que pretendieron subsistir con la publicidad y con las ventas de los periódicos: Liberación y Público. Ambos murieron por inanición económica. Público desaparición en pleno desarrollo cuando era líder de crecimiento.


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