sábado, 22 de diciembre de 2018

LA REALIDAD DEL COCHE ELÉCTRICO





Isidoro Gracia

Cultura y hábitos

El actual usuario de un vehículo automóvil es generalmente propietario, lo utiliza intensamente, incluso para muchos de los desplazamientos en que existe una alternativa más económica, está acostumbrado a unas prestaciones elevadas: reposta cada 700 o 800 km en pocos minutos, dispone de calefacción y/o aire acondicionado, música y radio, además los propietarios de clase media y alta disponen, con frecuencia de GPS, ordenador, video para pasajeros, etc. cualquier cambio de modelo deberá tener en cuenta estos elementos para no lastrar su éxito.
Alguna de las alternativas, por ejemplo, la del coche eléctrico, cuestionarán incluso la propiedad como solución más viable, un contrato de movilidad que incluya coche y baterías entraría más en la lógica de este tipo de vehículos. La logística para cualquiera de las tecnologías que ahora están sobre la mesa exige soluciones costosas y de extensa implantación. Pero además las posibles soluciones no impedirán, a corto y medio plazo, que el usuario sufra inconvenientes adicionales, y no solo me refiero a una recarga de energía cada 200 km, que duplicará o triplicará el tiempo ahora necesario para repostar, sino a temas de la mayor importancia como el precio inicial y el coste del reciclado al final de la vida útil.
Del tamaño actual de mercado dan idea algunas cifras. El parque mundial se estima en el entorno de los 800 millones de vehículos y la producción mundial entre los 60 y 70 millones por año, duplicando las cifras de producción anual en que ésta se estabilizó al principio de los años 80, después de las primeras crisis del petróleo. La práctica totalidad utiliza hidrocarburos como fuente de energía primaria al 100%, solo unos pocos añaden biocombustible en mezcla con hidrocarburos.




Vehículos
Dos son las tecnologías alternativas de vehículo completo que aparecen como más disponibles hoy: El vehículo eléctrico puro y el vehículo híbrido.
Respecto al primero, son pocos los comercializados hasta la fecha y ningún gran fabricante los comercializa de forma genérica. Los motores eléctricos son mucho más eficientes en el uso de la energía secundaría que los térmicos, si bien será necesario tener en cuenta el conjunto del ciclo, ya que la energía eléctrica exige al menos una primera trasformación desde una fuente de energía primaria. Dos son las posibilidades de alimentación de este tipo de vehículo: acumuladores o baterías con recarga de red, actualmente se avanza en la solución tecnológica de “ion litio”; otra posibilidad es la de recarga desde una reserva, embarcada en el propio vehículo, opción en la que parece avanzar la “pila de combustible” alimentada por hidrogeno a alta presión, previamente obtenido por electrólisis del agua o por rotura de las moléculas de gas natural (esta es la opción más utilizada hoy).
Respecto al vehículo híbrido, estos incorporan simultáneamente motores de combustión interna y motores eléctricos y ello da lugar a distintas combinaciones y tipos, siguen a continuación algunas descripciones.
Híbridos completos, se mueven bien mediante el motor eléctrico, bien mediante el de combustión o simultáneamente de ambos. Híbridos asistentes, el motor eléctrico ayuda al de combustión en las situaciones en que lo necesita y recupera en las frenadas o pendientes. Híbridos enchufables con baterías de gran carga que permiten un uso más amplio del motor eléctrico, quedando el térmico como apoyo. Híbridos con sistema “Stop y Start”, el motor térmico para al detenerse el vehículo y el motor eléctrico lo impulsa de forma instantánea al arrancar. Híbridos basados en otras combinaciones de varías tecnologías, por ejemplo, con tracción eléctrica a las cuatro ruedas.
En todos los casos las posibilidades de implantación de forma suficientemente generalizada pasan por: coste, autonomía y facilidad de recarga. Hoy podemos afirmar que existe viabilidad técnica desde la perspectiva del vehículo en cuanto a autonomía, tanto eléctrico puro, para uso urbano, como híbrido, en cualquier entorno, es necesario analizar esa viabilidad desde su exterior: red eléctrica, estaciones de servicio, posibilidades de aparcamiento, etc., pero no es competitivo en términos de coste para el usuario individual.




Energía y materias primas
Entorno
Como de lo que se trata es de la evolución o sustitución de una cultura mundial de uso masivo de un bien como el coche, con un consumo masivo de hidrocarburos, cualquier solución pasa por la implantación masiva de una o varias alternativas. Para aproximarnos al estudio de los impactos necesitamos alguna referencia, aun cuando sea solo con la precisión de “las cuentas de la abuela”. En España se ha sugerido conseguir en un plazo, relativamente corto, la implantación de 1 millón de vehículos eléctricos puros o híbridos recargables, un consumo medio de uno de estos vehículos puede situarse entre los 0,15 y 0,20 kwh/km (este dato puede obtenerse de los expedientes de homologación de los vehículos actuales), suponiendo un recorrido anual de 20.000 km/vh el consumo total de este parque se situaría en los 4 Twh (Terawatios hora), menos del 1,5% de la producción anual española. Esta carga es asumible por las actuales instalaciones de producción y grandes líneas de distribución, con la única condición de que se lleve a cabo, en su mayor parte, en las llamadas “horas valle”. Otro tema es la pequeña distribución que exigiría inversiones inmediatas, simplemente para que exista la posibilidad de recarga, piense cada uno en su garaje o su plaza en plena calle. En caso de que se optara por las descargas rápidas en estaciones de servicio, estas tienen dos graves inconvenientes: no está garantizado el horario “valle” y disminuye drásticamente la vida útil de las baterías, además la inversión necesaria para crear los puntos de carga rápida es mayor y mucho más compleja técnicamente hablando.




Más adelante analizaremos las repercusiones medioambientales, pero es fácil deducir que para que el rendimiento del ciclo energético completo sea aceptable, solo será posible utilizar para las recargas fuentes renovables en horas de baja utilización, o energía sobrante procedente de otras fuentes que se perdería en caso de no utilizarse de forma inmediata, por ejemplo, como alternativa al bombeo para mantener operativas en términos de rentabilidad grandes centrales.
Algunas de las alternativas tienen otras repercusiones en términos de seguridad. Actualmente no está permitido en garajes cerrados o en sótanos el aparcamiento de vehículos que utilizan gas como carburante (por razones obvias), si los combustible gas natural o GLP tienen riesgo de explosión, imaginemos el riesgo del combustible perfecto: el hidrogeno. Existe una experiencia de explotación de este combustible en una flota de autobuses en Finlandia, pues bien, a pesar de las extremas condiciones meteorológicas de la zona, el edificio donde se recargan y reparan estos vehículos ha sido diseñado sin techo. Cualquier técnico en la materia sabe que las instalaciones de recarga de baterías utilizan material eléctrico antideflagrante y volúmenes importantísimos de renovación del ambiente mediante ventilación forzada. Garantizar que los vehículos no emitan H2 en sus lugares de aparcamiento, ni siquiera por accidente, es una condición sin la cual la mayor parte de los actuales garajes no podrían ser utilizados.




Viabilidad medioambiental
Existe consenso científico acerca de que la humanidad se enfrenta a dos grandes retos globales: el cambio climático y la seguridad del suministro energético, según la Agencia Internacional de la Energía los yacimientos petrolíferos se están agotando a mayor ritmo del previsto y según algunos científicos la producción de petróleo ya está en su cenit. Si recordamos las cifras de 600 millones de vehículos circulando en base a hidrocarburos y las correspondientes emisiones de CO2, óxidos de nitrógeno y azufre, etc., una conclusión aparece en primer plano: el actual modelo no es sostenible, tiene límites evidentes y estos están muy próximos o incluso superados.
Para analizar la posible evolución del modelo conviene saber que antes de haber recorrido el primer kilómetro un automóvil ya habrá producido un gran parte de su polución. Para producir un vehículo se habrán utilizado 300.000 litros de agua, y unas 25 o 30 toneladas de otras materias primas, entre ellas unos 1.500 litros de petróleo. Utilizar no es lo mismo que consumir, ya que recientes decisiones de la UE han situado en el 90 o 95% la posible reciclabilidad de un vehículo terminado destinado a su mercado. Pero está claro que un vehículo eléctrico, más pesado que los actuales, utilizará en principio más materia prima que los que hoy son estándar, y que solamente contribuirá a paliar el calentamiento global y mejorar la seguridad energética si la fuente primaria usada para sus recargas proviene de las renovables.
Otros límites los marcan los recursos existentes sobre la tierra, o al menos los hoy conocidos. Comencemos por el más abundante el hidrogeno, se encuentra en cantidades inmensas en el agua y en la atmosfera además de en los hidrocarburos, pero no está disponible de forma natural, 1º es imprescindible aportar la energía capar de romper la molécula de agua o del gas correspondiente, esta energía será superior en cantidad a la que posteriormente liberará para el trabajo útil, por lo que, dejando a un lado el coste, solamente las energías renovables pueden ser utilizadas; y 2º no existe platino o paladio suficiente para fabricar las pilas de combustible, solo son necesarios unos gramos por unidad pero hay que recordar las millones de unidades anuales necesarias.




Analicemos otro elemento básico en las nuevas alternativas. Todos los proyectos eléctricos más o menos avanzados tienen un punto común: el litio. Como en el caso del platino las cantidades no son importantes por unidad. Cada vehículo necesitaría unos 2 kg de litio, para unas decenas de kilos de batería, con las reservas de mineral hoy apenas se garantizan, a precio razonable, las necesidades para ordenadores, teléfonos móviles, video consolas, etc., que llevan unos 0,6 gramos por unidad, para los próximos 30 años, si todas ellas se dedicaran a fabricar vehículos en cifras de producción similares a las actuales, ¿Por cuánto habría que dividir?
Sin poder considerarla como tecnología alternativa, ya que la práctica totalidad de los vehículos con motor de explosión existentes admiten en mayor o menor medida biocombustible, los biocombustibles son ya una realidad en uso. Alguna de las limitaciones se ha puesto de manifiesto con la reciente crisis de precios de los cereales, a raíz de los proyectos de incremento de fabricación de biocombustibles, quedando manifiestamente claros riesgos de desequilibrios económicos y sociales, de dependencia energética de los escasos posibles suministradores y éticos y medioambientales, si la producción de biocombustible entra en competencia con los recursos destinados a la alimentación humana y animal. Otro límite, dado por la escala que supone el parque de automóviles de un país desarrollado, sería la necesidad de duplicar o más que duplicar la superficie de tierra cultivable para sustituir de forma decisiva el suministro de petróleo por biocombustible.




Conclusiones
La primera y más evidente es la necesidad de revisar el modelo en cuanto al tamaño, para garantizar una cierta sostenibilidad en el tiempo.
La segunda, que todas las tecnologías disponibles serán necesarias adaptándolas al segmento de usuarios al que pueden ser útiles, aun cuando el coste pueda resultar elevado.
La tercera, y quizá la más importante, para un país desarrollado, con usuarios y consumidores que no pueden prescindir de “su vehículo”, en el medio plazo, ya que tienen asumido el automóvil como un componente de la cultura e identidad propia, el sector continuará siendo durante mucho tiempo un sector estratégico.




Reportaje fotográfico: Pedro Taracena Gil



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