domingo, 3 de abril de 2016

QUE NO, QUE EN DEMOCRACIA NINGÚN PODER ES INDEPENDIENTE






Por Isidoro Gracia
Exdiputado

Dice la Constitución: La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.  Sobre otros poderes: financieros, de opinión, religiosos, etc. sus fuentes son menos claras.

Si empezamos con “los otros poderes”, esos que no emanan del pueblo, es muy evidente que hay uno que, en este momento de la historia occidental, destaca de forma clara, aquí y en el resto del mundo: el poder del dinero; ejercido por  grandes banqueros y especuladores. No solo hace evidente su poder haciendo que la primera prioridad de los gobiernos sea la banca,  por encima del bienestar de la mayoría de los ciudadanos, incluso de la supervivencia de algunos (para verificarlo basta ver la evolución del número de suicidios en estados como Grecia y España) sino que ha conseguido que se explicite en constituciones  democráticas, democráticas al menos antes de recoger esa maldad  absoluta, como absoluta califica la prioridad del pago de la deuda el propio texto (en la española en sus articulo 135.3).
Si continuamos con lo que anteriormente se llamaba  cuarto poder, el derivado de la libertad de expresión, con solo observar lo que se conoce del accionariado de los grandes medios de comunicación, veremos que ese poder solo es ejercido, yo diría que modesta y casi heroicamente,  por los que utilizan los huecos que la evolución tecnológica va abriendo, ya que no existe ningún gran medio de comunicación privado, ya sea de prensa , de radio o de televisión, que no esté mayoritariamente controlado por los que disponen de gran poder financiero.
Religión y poder han ido siempre asociados, y frecuentemente el poder político se ha identificado  con el máximo poder religioso o determinaba a este, y viceversa. Esto, muy evidente en el Islam, ha evolucionado en el cristianismo hacia una separación entre el poder espiritual y el político, si bien fenómenos como el Tea Party en EEUU, y algunas reacciones ante hechos como el del yihadismo y el de los refugiados, han producido también en Europa una mezcla de nacionalismo  y busca de señas de identidad religiosa,  que usando la religión como “aparato religioso”, se encarga de velar por la una moral muy determinada, que justifica o desautoriza al poder político.
Vemos pues que “los otros poderes” no son nada independientes, dependen de unas minorías que a la vez intentan controlar los poderes democráticos; y una forma de controlarlos es, primero separándolos, llevando el concepto independencia a un absolutismo que el propio concepto de Democracia rechaza, al hacer depender a todos de la misma fuente: el sujeto llamado Pueblo, y segundo infiltrando en ellos a sus mandados, a la vez que denigran, mediante el uso de sus medios de opinión, los procedimientos e instituciones que les resultan de más difícil control.
En España la campaña de desprestigio de todo lo basado en la elección como procedimiento,  es muy clara desde el propio comienzo del actual periodo democrático, la compra de electos es práctica corriente (con joyas como “el tamayazó”), en la que la culpa siempre recae, cuando recae, en el corrupto y nunca en el corruptor.
Se ha instalado, mediante la repetición mediática hasta la nausea, que existe un único poder  verdaderamente “independiente”: el judicial, pues bien,  de los tres poderes clásicos, legislativo, ejecutivo y judicial, es este último el de menos elementos democráticos. El legislativo recibe el mandato del Pueblo en una elección directa, el ejecutivo en una elección de segundo grado, pero el juez y el fiscal no son electos, acceden a sus puestos mediante oposiciones y concursos que se han mostrado un buen camino para la cooptación (hay apellidos muy repetidos en muchos juzgados, donde abundan padres, hijos hermanos y primos).
Es mi opinión, que es más de fiar, desde el punto de vista democrático, alguien que se va someter periódicamente al veredicto de las urnas, y en consecuencia a obtener y renovar su poder de la fuente correcta, que aquellos que solo tiene que dar cuentas ante sus colegas de profesión. Quizá si algunos cargos judiciales se obtuvieran por elección popular, como ocurre en alguna  Democracia occidental, quedaría mucho más evidente la emanación popular del poder, hoy no es así.
El porqué especialmente tiene tan mala prensa el político electo (sobre todo diputados y senadores) quizá no sea solo fruto de algunos de sus errores, sino que su dependencia de los votos ciudadanos puede hacer que intente legislar para que se cumplan mandatos constitucionales tales como que: Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general (art. 128.1), lo que entra en colisión con algunas prácticas del poder financiero. O aquella que dice que se tiene derecho: A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión (Art. 20.1.d), lo que choca frontalmente con la muy mala costumbre de muchos medios de comunicación,  vender opinión como información veraz,  costumbre que se practica de forma muy generalizada por el antes cuarto poder, hoy en buena parte mero anexo al poder financiero.
A modo de conclusión: demostrado que todo poder depende y es ejercido por alguien, y a la vista de los hechos,  parece que las esperanzas de que la dependencia de la fuente democrática de todo poder sea tenida en cuenta, depende casi exclusivamente de los tan vituperados políticos que se presentan a unas elecciones.


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