viernes, 16 de noviembre de 2018

LOS JUECES NO SON INDEPENDIENTES Y LA JUSTICIA ES EL MENOS DEMÓCRATICO DE LOS PODERES DEL ESTADO






Isidoro Gracia
Exdiputado

En plena polémica con algunas decisiones judiciales y con la renovación del Consejo del Poder Judicial, conviene aclarar conceptos y argumentos.
Casi a diario nos llegan noticias de autos judiciales y sentencias contrarias al sentir ciudadano, la penúltima, seguro que en las horas que van desde la redacción del artículo a su lectura surgirán algunas otras “últimas”, la de los impuestos de las hipotecas.
Conocido el acuerdo de renovación del Consejo del Poder Judicial, todos los medios de comunicación se han apresurado a bombardear al ciudadano común con críticas feroces, al acuerdo, a los acordantes, a los `posibles nominados, a los quienes los van a votar, al sistema de elección, y a cualquiera que crea que el sistema no es tan malo, ni los jueces y fiscales infalibles y ajenos a sus creencias y entorno social, y no digamos a los que pensamos que los parlamentarios que los van a votar son tan de fiar como los jueces y fiscales (o más como luego veremos).
Dos son los argumentos principales que los críticos utilizan: una imprescindible independencia de los jueces, y la separación de poderes que desde Montesquieu se acepta como señal de identidad democrática.
Empecemos por la condición de independencia de la Justicia. ¿En qué parte de que Ley o filosofía democrática se mantiene la absoluta independencia de cualquier juez? Respuesta: en ninguna de las hoy aplicables a la realidad española. Desde luego en la Constitución Española de 1978 no, lo que dice es: “La Justicia emana del pueblo y se administra en nombre del Rey”. Así pues, la Justicia es absolutamente dependiente de un sujeto llamado Pueblo, que aprueba sus normas de convivencia mediante el Parlamento por mayorías democráticas. Y si la Justicia en general es dependiente del Pueblo, aún es demandable una dependencia mayor a jueces y fiscales cuyo único y muy importante papel es aplicar la letra y el espíritu de las leyes, aun cuando sea práctica relativamente frecuente que algunas de sus interpretaciones entren en contradicción evidente con la literalidad del texto de la ley y del espíritu con que se aprobó.
Continuemos por las exigencias de despolitización. Los que se apoyan en Motesquieu, deberían hacerlo en el conjunto de sus ideas y no solo en una, muy importante, pero a la que completan y dan marco otras como las que sigue. Las reflexiones de Motesquieu le hicieron consciente que quien dispone de poder tiende a ampliarlo con inclinación a abusar de él, lo que proponía era que concretamente este poder no fuera ejercido por nadie de forma permanente ya que “así el poder de juzgar, tan terrible en manos del hombre, no estará sujeto a una clase determinada, ni quedará exclusivamente en manos de una profesión”.
A la vista de autos, no solo de las cercanas en el tiempo muy notorias sentencias y decisiones de estos últimos meses, sino también del goteo en el día a día de sentencias y autos, que al sentido común del ciudadano de a píe le resultan incomprensibles. Sentencias y autos que, colocados a lado de los textos de las leyes que en teoría deben ser su base y referencia obligada, chirrían a pesar del lubricante de términos complejos y oscuros que los intentan argumentar.
¿Qué es más lógico? Confiar en las decisiones de otros seres humanos, con iguales pasiones y condicionantes que todos nosotros, a los cuales los ciudadanos de a píe, si nos ponemos de acuerdo podemos remover y cambiar, o en aquellos que hagamos lo que hagamos van a continuar en su puesto, sin dar cuenta a nadie que no sea de su clase y profesión. Pues bien, los jueces y fiscales, que van a formar parte de CPJ, al igual que los parlamentarios, diputados y senadores, que los van a votar, son seres tan humanos como usted o yo. La diferencia fundamental es que a jueces y fiscales los ciudadanos no los elegimos y cambiamos, y a diputados y senadores sí.
¿Qué ocurriría si algunos de los jueces y fiscales tuvieran que pasar por las urnas periódicamente? Quizá que, sin tener el poder de la banca u una gran multinacional, los ciudadanos comunes obtendríamos unas sentencias más acordes a nuestros intereses.




Editor: Pedro Taracena Gil



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