Utilizado el castellano como lengua vehicular, quizás resulte una narración un tanto alejada de los cánones establecidos por la modélica Transición. Pero ya es hora que asumamos nuestras propias historias usando las palabras que salen del corazón, aprendidas de nuestra lengua materna. Antes de hablar de mi padre, debo de hablar de mi abuelo que hizo la guerra de Cuba. Mi padre salió del pueblo con 15 años y llegó a Madrid para trabajar de carnicero. Vivió la proclamación de la República y el golpe militar del 18 de julio de 1936. Una vez iniciada la Guerra Civil se alistó como voluntario para defender la República. Empujado el ejército republicano hacia la frontera francesa, fue recluido en un campo de concentración en el sur de Francia. Allí permaneció exiliado mucho tiempo; reacio a volver a pesar de haber terminado la guerra, por terror a las ejecuciones que se conocían perpetradas por el nuevo régimen. Un hermano de mi padre, tuvo que hacer el servicio militar con los nacionales durante cuatro años, por haber permanecido durante la contienda en el bando rojo. Otro hermano de mi padre, decidió irse voluntaria a la División Azul, al frente de Rusia. Tres hermanos con distinto destino. Mientras esto sucedía en mi familia, en la de mi mujer sucedían otros sucesos más graves. Su abuelo alcalde socialista de un pueblo, es detenido y asesinado por falangistas en enero de 1940. Su abuela encarcelada y sus siete hijos abandonados a la suerte de una tía abuela. En 1941 asesinan al hermano de la abuela y cuando ella sale de la cárcel, la purgan con aceite de ricino y la rapan la cabeza; paseándola por las calles del pueblo. En todos estos escarnios está presenta Falange Española, versión hispana del fascismo. Durante la dictadura mi familia como todas las familias víctimas del franquismo, han permanecido amordazadas, mientras los falangistas vencedores han venerado, idolatrado y hasta beatificado a sus muertos. Acabada la dictadura, los herederos de Franco, los franquistas, siguen impunes de los crímenes que cometieron, porque la Constitución no lava las manos de los criminales. Y lejos de condenar a Franco y el franquismo, procesan a un juez que con valor ha querido luchar contra la impunidad. Bueno, pues los herederos del franquismo, porque ellos así lo quieren, son los populares, los hijos políticos de Don Manuel Fraga Iribarne. Esta historia se puede contar con otras palabras, pero esa historia no sería la mía, sería la historia oficial de la Transición Española. El PP es insaciable: lejos de condenar festeja el franquismo, niega el pan y la sal a las víctimas de la Falange y de la Iglesia, cómplices del genocidio. Si en vez de habla con el lenguaje de las víctimas, expresáramos los horrendos hechos con palabras de los verdugos: Ejército golpista. La Iglesia y el Estado confesional, Falange Española, el capital, los burgueses y los caciques, estaríamos hablando de: Alzamiento Nacional, Santa Cruzada de Liberación, Concordato con la Santa Sede, España Católica (Nacionalcatolicismo) y Revolución Nacional Sindicalista (Nacionalsindicalismo). Así la música de la historia suena mejor.
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