domingo, 20 de enero de 2019

LAS PUERTAS DE BARCELONA


ENSAYO SOBRE EL HUMANISMO DEL SIGO XXI













Barcelona es una ciudad de puertas abiertas y de porterías cerradas. No es miedo, es rechazo. Los vecinos ya no se esperan unos a otros, no se aguantan la puerta cuando se ven venir. Y no digamos en el ascensor, no hay puertas que se cierren más rápido (me refiero al ascensor de la comunidad, pero también al social, valga la redundancia). Hay gente que parece meterse a toda prisa como para que no la pillen o no la vean, igual que en el escondite. Ya sé que resulta demasiado poético, pero mejor que proclamarse ciudad de puertas abiertas sería llamarse ciudad sin puertas. Total, en ambos casos se trata de una quimera.


Vivimos rodeados de vallas. El rótulo junto al interfono donde pone que no se admite propaganda es lo más parecido al granjero con la escopeta tras la cerca en las películas del Oeste. Ningún extraño es bienvenido a nuestra parcela. Lo excepcional se nos hace soportable únicamente en la ficción. Adoramos en televisión series de mundos extraños como 'Black Mirror', y en nuestro mundo convertimos en extraños a quienes reparten las ofertas de las pizzas. Esclavos de hoy, que llenan de comida las bocas de los buzones lo mismo que siglos atrás otros atiborraron las bocas de sus señores tumbados.

Mejor que proclamarse ciudad de puertas abiertas sería llamarse ciudad sin puertas

Alguna vez se ha dicho que la plaza de las Glòries está destinada a ser la puerta de acceso a Barcelona igual que lo fue la de Santa Madrona en aquel tiempo en que todos los reyes se llamaban Pedro, bueno, los nuestros, Pere. De momento las Glòries son el balcón de la ciudad, pues a él se asoman ya los primeros curiosos (acaban de abrir un mirador elevado), para contemplar cómo van las obras. En esto también hemos cambiado radicalmente. No son las mismas unas obras vistas desde abajo que contempladas desde lo alto. No da igual mirar que contemplar. Separa a ambos actos el sentido del espectáculo. Desde que empezaron a vallar todas las obras con telas opacas y planchas de aluminio, las ciudades se convirtieron en un canal de pago. Todo lo que nos gusta ha sido codificado. A veces les practican agujeros a esas vallas para que los mirones echen un vistazo.

Así es como se ha individualizado el último pasatiempo colectivo del jubilado urbano. Pertenecer a un grupo ocioso está vedado, pues ahora toca el turno de la individualización del ocio. ¿En qué otra cosa consisten sino los juegos para móviles, los juegos de pantalla? En red no quiere decir juntos. Si no te tocas, no estás junto. Individualizar es sinónimo de privatizar. Es un ridículo presentimiento, pero me temo que al final acabarán cobrándole a la gente por ver las obras.


LAS PUERTAS DE BARCELONA

Editor: Pedro Taracena Gil



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