domingo, 2 de enero de 2011

LA BANALIZACIÓN DE LO SEXUAL

La Iglesia altamente preocupada por explicar y presentar su doctrina, con el máximo de celo y rigor, encuentra una dificultad a veces insalvable. Su reino no es de este mundo, pero no tiene otro idioma que le sea común, que la lengua de éste en que vivimos. Ardua dificultad hablar de asuntos de otro mundo a través de una doctrina de miles de años, al mundo del siglo XXI. Pero los pastores de la Iglesia, tienen habilidad y diplomacia para moverse entre estos dos mundos sin apenas descomponer su figura. El uso del condón es buena prueba de ello. Según el antiguo Santo Oficio, una especie de policía teológica para mantener el rigor del dogma intacto, todo este alboroto dialéctico ha sido ocasionado por “interpretaciones incorrectas”. Es natural que esto suceda porque la figura del intérprete, en el caso de Dios y los hombres, tiene la original tarea de hacer inteligible doctrinas dictadas procedentes de otro mundo y otros tiempos. Y lo que es más importante, no se puede usar la razón, es cuestión de usar una fe que se nos ha regalado, sin ningún mérito por nuestra parte. El colmo de esta encrucijada la encontramos en la postura de la Iglesia “ante la banalización de la sexualidad”. La compresión de esta expresión no es fácil. En castellano un aspecto banal es trivial, común o insustancial. Para los teólogos la sexualidad es algo que hay que evitar, reprimir y encauzar solo y exclusivamente hacia la procreación. Y sólo dentro del matrimonio canónigo. La máxima expresión de la banalización de la sexualidad, la tenemos en la inmaculada concepción de la virgen María. En el caso de los mortales jamás puede ser trivial, ni común y nada insustancial, la realización sexual. Porque aunque se limite su uso al estricto fin de la procreación, la sexualidad se pone al servicio de algo contrario a lo banal. La Iglesia por mucho que quiera hacer comprender al mundo de hoy, que lo que tiene el sexo de banal, se convierte en aras de su doctrina en algo trascendental y sublime, es fácilmente rechazable por la naturaleza humana. El mundo actual está edificado sobre otros principios comunes que afecta a todos. Nada triviales porque la libertad sexual es un derecho, que trae la felicidad de mujeres y hombres. Y por último, es difícil de asumir que la realización sexual que tiene como consecuencia la libre decisión de traer hijos al mundo, sea un acto insustancial. Difícil tarea para quienes tiene la misión encomendada de hacernos comulgar con ruedas de molino.

Pedro Taracena Gil

No hay comentarios:

Publicar un comentario