domingo, 2 de enero de 2011

LAS LACRAS DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA


¿Hasta cuando los españoles que no comulgamos con la Iglesia, debemos de soportar sus insultos? Ejercen su apostolado o proselitismo como si España gozara del nacionalcatolicismo impuesto por Franco y el Vaticano. Muchos ciudadanos de este país, pese a la terquedad de la Iglesia en no borrarnos del censo eclesiástico, somos de hecho apóstatas y otros somos simples laicos, que hemos decido organizar la sociedad, la convivencia y la solidaridad, como si Dios no existiera. Y somos felices y además nos consideramos buenos. Rechazamos sus juicios y condenas. Pero si tomamos sólo uno de los temas abordados zafiamente por uno de los prelados españoles, podemos usar la razón para devolverles zafiedad por sensatez. “Los matrimonio católicos son menos dados a la violencia doméstica” y añade que “las parejas inestables es donde más se está generando la violencia contra la mujer”. La sociedad sabe que la violencia se da en cualquier familia. Pero la Iglesia, que conserva intacta la tradición judeocristiana hace miles de años, es conocedora de la posición que ha ocupado la mujer frente al hombre. La narración del Génesis, ya empieza a ser elocuente: Dios hace a Eva de una costilla de Adán y comienza a predominar el poder del hombre sobre la mujer. La historia de Israel habla de los patriarcas; sembradores de las primeras semillas del machismo. La mujer sólo es un medio para conseguir los fines de los hombres. En la época de Cristo se abre un paréntesis para considerar a las mujeres sacándoles de su marginación, que se cierra con su muerte. Los hombres monopolizan el adoctrinamiento, y de esa época se pasa de hablar de apóstoles a santos padres, y enlazando con las dinastías papales, llegamos a nuestros días donde la sociedad civil, sobre todo en países laicos, se puede constatar que la igualdad entre hombres y mujeres es un proyecto que está en marcha y es imparable. Sin embargo los vasallos de la religión, cuyo reino no es de este mundo, la mujer no es igual al hombre. La esposa está para ser madre y guardar la prole. La religiosa para limpiar el ara del altar y servir al jerarca de turno con sumisión. La niña de familia religiosa se le discrimina y se le segrega en un colegio sólo para niñas, el contacto con niños está prohibido. ¡Cuántos maltratos a mujeres no ha encubierto la virtud de sumisión impuesta por la religión! En el seno de la religión católica, a la mujer se le niega la igualdad y la libertad, pero se le impone la sumisión y la dependencia. La violencia de género está sembrada de crímenes horrendos, sólo porque la mujer es propiedad exclusiva del hombre. La mujer que se siente acosada por su pareja, de hecho o de derecho, tiene en sus manos las leyes que respeta sus derechos: Si no quiere tener hijos puede evitarlos, Si es casada, se puede divorciar, si es divorciada se puede volver a casar, si es agredida por su pareja, puede denunciar el maltrato y puede obtener una orden de alejamiento del agresor, pudiendo proteger también a los menores. El obispo de Alcalá de Henares pontifica que un hombre machista lo es menos si es católico. El marido machista si está casado por el rito canónico, piensa este prelado que lo será menos, porque este matrimonio es un sacramento. Y si el machista católico, que parece ser que también los hay, es un maltratador, dice el pastor de la vieja Complutum, que por ser católico, agredirá a su mujer, pero menos. ¡Qué forma de predicar una falacia teológica! Pese a los voceros eclesiásticos, la mujer española tiene los mismos derechos que el hombre. La proclamación Universal de los Derechos Humanos de 1948, así lo reconocen y de llevarlos hasta sus últimas consecuencias se está ocupando el Gobierno. Pese a los eunucos por el reino de los cielos… ¿Dónde está la lacra?

Pedro Taracena Gil

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