lunes, 15 de agosto de 2011

LA JMJ EL ESPERPENTO

La puesta en escena de los dogmas y creencias de la Iglesia en un estado constitucionalmente aconfesional, es un espectáculo grotesco. Sobre todo si esta escenificación pretende revivir la liturgia de la Edad Media en el siglo XXI. El Gobierno está siendo exquisito con el evento, hasta límites que rebasan la legalidad constitucional. Por parte del Estado se está justificando el apoyo y la complicidad con la Iglesia, bajo el punto de vista de los resultados económicos. Las autoridades socialistas pretenden aunque no lo consiguen, llegar a una difícil equidistancia entre la Iglesia y los católicos acogidos y representados por el Partido Popular. Algún día no muy lejano, un Gobierno del Reino de España recuperará su dignidad y se hará respetar, denunciando los acuerdos con la Santa Sede. Donde el Congreso de los Diputados, representante de la soberanía nacional, acuerden un marco legal y laico, donde sólo se reconozca el rango del Papa como soberano de un estado independiente, y todas las religiones estén reconocidas en régimen de igualdad. El disparate se lleva hasta sus últimas consecuencias, cuando Benedicto XVI viene a España interpretando un papel con una doble contaminación. Como soberano del estado Vaticano y como líder medieval del catolicismo más retrógrado, arcaico y trasnochado. Bajo la aparente libertad de expresión que le asiste como a todo ciudadano, se ha permitido y en esta ocasión no será una excepción, el criticar y condenar no pocas leyes que han salido legítimamente del Parlamento español, ante la tolerancia y pasividad del Gobierno. Las incongruencias de la organización de las Jornadas Mundiales de la Juventud, llega a su culmen, con la perfecta operación de marketing orquestada como si en España se mantuviera la alianza trono altar y el maridaje Iglesia Estado. Cuanto más avanza la organización de este encuentro cristiano, el boato del Papa provoca más escándalo ante aquellos que aún guardan la sensibilidad primitiva del cristianismo. Con todo el respeto debido para los católicos, con la doctrina evangélica que no papal en la mano, la llegada de Benedicto XVI, se puede considerar como el mayor esperpento acaecido en Madrid. Es la fiesta de los jóvenes cristianos ricos. La sola presencia del millón de peregrinos del mundo entero en Madrid, demuestra el poder adquisitivo que tiene esta clase de feligreses. Es una fiesta para la élite de los países pobres y una ostentación de poder de las instituciones religiosas con medios más que suficientes, para convertirse de peregrinos en turistas. En sus pueblos dejaron los ciudadanos del tercer mundo. La miseria y la hambruna de África. Benedicto XVI ha marginado como su predecesor, la Teología de la Liberación, que sumerge sus raíces en el cristianismo más genuino. En un país como España con cinco millones de trabajadores en paro, exhibir este espectáculo penitencial más propio del Medievo, que del siglo XXI, es un auto sacramental anacrónico. Es difícil de asimilar que el montaje de confesionarios cubriendo la totalidad del Paseo de Coches del Retiro de Madrid, se pudiera repetir en un país avanzado como Francia o Alemania. Donde el problema religioso hace siglos que se ha resuelto. La responsabilidad de este despropósito no es de la Santa Sede. El Vaticano ha declarado a España país de misiones y trampolín con la América latina y obra en consecuencia. La responsabilidad recae plenamente en el Gobierno socialista, que mantiene una situación ambigua ante la Iglesia. Estos encuentros lejos de beneficiar a la juventud española en paro, sólo benefician al PP que siempre ha sido complaciente, más aún, cómplice con las agresiones que la Iglesia ha cometido contra el pueblo español. El esperpento está servido porque su reino no es de este mundo…

"Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti"














Penitencia pública, confesión privada.
Siglo XXI


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