lunes, 15 de agosto de 2011

LOS PECADOS DE BENEDICTO XVI

El papa actual ha restaurado en su pontificado los aspectos más genuinos del inquilino de La Ciudad del Vaticano. Boato, vestimenta, liturgia, absoluto respeto a las vetustas tradiciones, sin abandonar la realeza de la tradición heredada del sacro imperio romano, desde la conversión del emperador Constantino. El aggiornamento propiciado por Juan XXIII y el acercamiento de la Iglesia al mundo actual, definido por el concilio Vaticano II, no han servido para que la Iglesia del siglo XXI responda a las penas y alegrías de todos los hombres y sobre todo de los más necesitados. El pontífice actual nos ha retrotraído al catecismo del padre Ripalda de España escrito en el siglo XVII. Benedicto XVI tiene el empaque y abolengo pontifical de Pio XII y sobre todo de Benedicto XV, predecesor elegido para convertirse en Benedicto, papa XVI. Si de algo no se le puede reprochar a este vicario, es de incoherente. Su deseo es volver a las viejas observancias, declarando al mundo como tierra de misión. Su reino no es de este mundo y por tanto, los problemas temporales de la humanidad, que son todos, no tienen respuesta. Sigue pensando en los pecados y no en los delitos. Los premios se otorgan en el otro mundo, y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, si entra en conflicto con los rígidos preceptos de la Iglesia, éstos se consideran de rango superior. Para el Estado, un derecho es algo positivo y para la Iglesia ese mismo derecho es un pecado. Todo el boato y parafernalia del encuentro con los jóvenes en Madrid, están pensados para proporcionar una imagen de que la juventud mundial sigue la doctrina papal. Nadie lo pone en duda. Pero parece que en el sexto mandamiento se encierra la problemática de una persona joven. Pero aunque la Iglesia no se ocupe de la cosas de este mundo, sí es verdad que las Bienaventuranzas, constituyen un programa de protección al débil. Venir a Madrid, sin acudir a Somalia, Etiopía o Eritrea, parece que entra en contradicción con lo escrito en los evangelios. Y sin salir de los Mandamientos, el mismo Jerónimo Ripalda (Teruel 1535-1618), habla en su catecismo de la Doctrina Cristiana, sobre el sétimo Mandamiento “No hurtarás” y añade: Peca contra el séptimo Mandamiento, quien comete usuras y monopolios. Y explica en qué consiste estos pecados, que nada tienen que ver con el sexo: Usura es llevar demasiado interés por aquello que se presta. Y a continuación explica que: Monopolio es estancar una mercancía sin legítimo privilegio. Es posible que ante Dios, el papa Ratzinger haya aprobado todas las asignaturas relativas al sexo; siendo célibe tiene un buen camino recorrido. No obstante, sobre las asignaturas relativas a los derechos humanos, que la Bienaventuranzas pusieron en vigor veinte siglos antes, el papa actual no sabe, no contesta. Y si analizamos la crisis financiera mundial con el hurto, la usura de las oligarquías económicas, los oligopolios, los especuladores y los ladrones de guate blanco que aplastan a pueblos enteros, apenas si se habla en el entorno de la Iglesia. Estos son los pecados del papa Benedicto XVI, y yo le acuso en nombre de todos los que sufren, de impostor. Sí, está usurpando la figura de aquel hijo del carpintero que ahora le expulsaría del campo de Cuatro Vientos a latigazos. He rebuscado en la mochila del peregrino y no he encontrado ni una sola referencia al joven en el mundo actual. Parece ser que todos los asistentes son ángeles que siempre están cantando. Viniendo de países que no respetan los mínimos derechos humanos, les he visto desbordados de alegría por las calles de Sevilla y de Madrid. Algunas interrogantes molestarían a Rouco y su tribu episcopal: ¿Turistas pobres o peregrinos ricos? ¿Dónde se han quedado la juventud pobre de la Iglesia? ¿Cuántos niños vivirían en Somalia con el dinero de la JMJ? ¿Utilizará la Iglesia española alguno de los confesionarios del Paseo de Coches del Retiro para pedir perdón por su implicación en el genocidio franquista?

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